En el corazón de Taipéi (Taiwán), donde la tradición convive con la vanguardia, y la tecnología con la sensibilidad espiritual, la artista española Lusesita (Laura Lasheras, Calahorra, 46 años) ha encontrado el escenario perfecto para presentar «La Buena Suerte», su nueva exposición de cerámica artística. Un conjunto de esculturas que parecen llegadas de un universo paralelo donde la ternura es ley y lo absurdo, religión. «La Buena Suerte» no habla de supersticiones baratas, loterías o amuletos de feria, habla de la suerte de entender los objetos y el arte como un refugio, una medicina y un juego.
«El arte no necesita gritar para transformar»
En esta colección no hay imposiciones ni adornos vacíos. Cada pieza —hongos fantásticos, montañas milagrosas, murciélagos que abrazan y serpientes disfrazados de ratones— está hecha de cerámica esmaltada y textiles que no decoran, sino que acompañan, protegen y transforman. En palabras de la artista: “Estos amuletos y talismanes no buscan decorar, sino conectar”.
Lusesita trabaja desde un lugar de intimidad radical, y la cerámica ha sido, desde siempre, su lenguaje más natural. Cuando le preguntamos cómo nació su vínculo con este material, la artista no tuvo dudas: “Siempre he sentido una atracción por la cerámica antigua, aquella que parece tener una vida secreta”, nos contó.“La cerámica apareció en mi vida muy joven, cuando estudiaba arte. Al tocar el barro, sentí una conexión muy especial con el material. Con el tiempo entendí que era el medio perfecto para dar forma a mi universo: un lugar entre lo cotidiano y lo fantástico”.
Lusesita a lo largo de su carrera ha expuesto en galerías y ferias de arte tanto nacionales como internacionales, y ha colaborado con marcas y diseñadores en los campos del arte contemporáneo, el diseño y la moda. Su obra ha sido reconocida por su capacidad para establecer un vínculo emocional con el espectador a través de la intimidad, la tactilidad y el poder narrativo.

Cómo llegó “La Buena Suerte” a Taipéi
En Taipéi, la sensibilidad de Lusesita encontró un eco inesperado. “Presentar esta exposición allí fue emocionante. La cerámica asiática siempre ha sido una inspiración para mí”, confiesa. “Prepararla desde lejos fue un reto: enviar piezas frágiles, coordinar todo a distancia, confiar en que llegarían bien. Y así fue. Gracias a la buena suerte”.
Cuando le preguntamos si percibió una sensibilidad distinta en el público asiático, su respuesta fue clara: “Sí, y lo noté desde el primer momento. Hay un respeto profundo hacia lo simbólico, lo pequeño, lo imperfecto. En Taiwán sentí que la gente mira con otro tipo de atención: más abierta, más suave. En Europa a veces estamos más centrados en el concepto o en las tendencias. Allí, en cambio, sentí que mis piezas eran recibidas como pequeñas cápsulas de memoria o de suerte”.
Cerámica como forma de vida
En su taller de Madrid, que comparte con su pareja —el también artista Sergio Mora—, Lusesita trabaja a diario en ese mundo de símbolos y criaturas. “Cada uno trabaja en sus propios proyectos, aunque a veces hacemos cosas juntos. Me gusta trabajar con música, y lo que escucho varía mucho según el momento”, afirmó.
Sobre su proceso creativo, lo define como un diálogo «constante con el material». Lento, pausado, como una forma de meditación. “¿La parte que más disfruto? ¡Uy, difícil elegir! Depende mucho de la pieza que esté haciendo, pero ese ritmo lento y conversacional con el material me tiene enganchada desde el primer día”.
En un momento en el que el arte a menudo prioriza el impacto o la provocación, Lusesita propone otra cosa: trabajar desde lo emocional, lo cercano, lo sensorial. Su nueva exposición está repleta de objetos creados desde el cuidado, que invitan a detenerse y a mirar con atención. Su recomendación para quienes la visiten: “Ve, toca con la mirada, escucha con la piel”.
«La Buena Suerte» no es solo una exposición de cerámica artística. Es un forma de entender que lo diminuto también puede ser monumental. Una apuesta por lo hecho a mano, por lo simbólico, por lo que no necesita gritar para transformar. Lusesita recuerda que el arte también puede ser una forma tangible del amor. Y eso, hoy, es más valioso que nunca.

