A Pilar Belzunce nunca le gustó la frase «detrás de todo hombre siempre hay una gran mujer». Como esposa de Eduardo Chillida, uno de los artistas españoles más grandes del siglo XX, Belzunce siempre se vio más como la persona que estaba a su lado, su pareja en el amor y el arte.
Aunque durante gran parte de su vida habló más de su marido que de sí misma, Pili, como era conocida, no era de esas mujeres que prefieren quedarse en la sombra. Fallecida en 2015 a los 90 años, destacó por su inteligencia, opinión y pensamiento propio.
Fue tan importante para el desarrollo de la carrera artística de su marido que hasta el próximo 31 de enero de 2026, Chillida Leku, el museo que él mismo fundó, presentará una exposición en honor de su centenario. Para conmemorar la efeméride, el museo inauguró el pasado 5 de junio, en la sala cinco del caserío Zabalaga, la exposición que celebra su figura.
La muestra nos descubre a Pili a través de los ojos de su marido, presentando los retratos que este tomó tanto de ella como de sus ocho hijos. Además de las fotografías, también podremos ver objetos suyos y pequeñas esculturas y pinturas realizadas por ella misma como pasatiempo.
Navegando el Índico
Pilar Belzunce de Carlos era de esas personas destinadas a vivir la vida con pasión, y es que ese es tu destino cuando tu familia es navarra pero tu naces en la otra punta del planeta. Belzunce se asomó al mundo el 9 de octubre de 1925 en Iloílo, una ciudad de Filipinas.
Era originaria de una familia muy numerosa de doce miembros. “Volvimos a España cuando acabó la Guerra Civil. De hecho, recuerdo que el capitán del barco nos hizo brindar por ello”, recordaba.
Al regresar a España se asentaron en Donostia, donde la familia tuvo que buscar una casa lo suficientemente grande para la comodidad de los hermanos. Aunque Belzunce nació y pasó sus primeros años en la otra punta del mundo, ese no fue el caso de ls otros nueve hermanos. Los cuatro más mayores se quedaron en Nafarroa, Navarra, su ciudad. Los más pequeños crecieron en las propiedades de la familia en Filipinas junto a Pilar y, lamentablemente, los otros dos hermanos restantes ya habían fallecido.
Hasta que la muerte les separó
Ya en España, Pili llevaba una vida tranquila –todo lo tranquila que te permite tener nueve hermanos–, hasta que un día, a los catorce años, su madre llamó a las cuatro niñas de la casa para que vieran a través de la ventana lo que ocurría en la calle. Allí mismo se encontraban tres jóvenes, haciendo números de circo y entre ellos, Eduardo Chillida. “Aquella fue mi primera visión de aquel que sería mi marido” contó en numerosas ocasiones la que acabó siendo su mujer.
Cuatro años después de aquel momento, ambos se comprometieron y acabaron casándose cuando Pilar tenía veinticinco años y Eduardo veintiséis. El matrimonio acordó que Chillida se dedicaría en plenitud a su faceta artística y, Belzunce se encargaría de la parte estratégica y práctica. Además, antes haber creado ninguna escultura, Chillida ya comenzó a posicionarse como escultor en la época, gracias a su mujer, quién consiguió potenciar la obra de su marido debido a su alto estatus socioeconómico.
De igual manera potenció exponencialmente la carrera de Eduardo Chillida cuando contactó con Aimé Maeght, editor y director de las galerías de arte parisinas más importantes de la época. Ese fue el primer impulso que le permitió al vasco arrancar motores artísticos en la ciudad de las luces.
La navarra siempre creyó en el talento de Chillida. Tanto que perseguir sus sueños le llevó a lugares inexplicables. Ella decía que siempre había sido capaz de amoldarse a cualquier situación. “En Francia vivimos en una casa sin retrete, íbamos a la huerta. Donde yo cayera, tenía claro que iba a ser feliz y lo creo siempre”, recalcó siempre convencida de que las cosas ocurrían por uno mismo y su energía. “Siempre he tenido alegría de vivir. Yo soy capaz de hacerme feliz”, recalcaba a pesar de que su madre le hacía reflexionar.
“Me decía que Eduardo llegaría a ser una gran cosa o un gran desastre”, y no se equivocaba, porque esa «gran cosa» acabó siendo uno de los mejores artistas del siglo XX.
El mayor fruto de su amor
Los ocho hijos que tuvo la pareja no fueron el único fruto de su amor. Durante los ocho años de noviazgo y los cincuenta y dos de matrimonio, compartieron una vida y una familia, pero también una visión artística. Juntos fundaron el museo Chillida Leku, en Guipúzcua, un museo que no puede entenderse sin la presencia de Pilar Belzunce.
Desde hace mucho tiempo que Pili es definida como coautra de las obras de Chillida, debido a su dedicación y comprensión durante todo el proceso creativo de las esculturas. Fue mucho más que un apoyo silencioso: fue una figura clave en la consolidación del legado del escultor vasco.
Su sensibilidad y compromiso con el arte se materializan hoy en Chillida Leku, ese espacio donde el arte y la naturaleza se funden en la naturaleza, y donde resuena aún la huella de esa complicidad creativa y afectiva que poseían ambos.
Hoy, la memoria de Pilar Belzunce permanece viva gracias a ese mismo museo en el que volcó toda su pasión, y que hoy celebra el que habría sido el 100 cumpleaños de la navarra.
