En Black Star, la canción titular del disco que publicó al cumplir 69 años, dos días antes de morir, el 10 de enero de 2016, David Bowie cantaba: Algo pasó el día que murió / su espíritu se elevó un metro y se echó a un lado. Estaba hablando de sí mismo, abandonando su cuerpo para contemplar la eternidad. Han pasado casi diez años desde que Bowie nos dejó y una exposición en Barcelona recuerda su figura. La exposición Bowie x Sukita recupera 70 instantáneas que el icónico fotógrafo japonés Masayoshi Sukita realizó a Bowie a lo largo de su vida y que pueden verse en la galería FotoNostrum hasta el 3 de septiembre.
Meticuloso y planificador, antes de fallecer Bowie quiso asegurarse de que su legado se tratase con los estándares de exigencia que se había impuesto en vida. Tal y como ha explicado su abogado y albacea, Bill Zysbat, en cuya cartera de clientes figuran los Rolling Stones, U2, Sting o los herederos de John Lennon, es uno de los poquísimos artistas que se sentó para anticipar qué podía pasar cuando no estuviera. El ejemplo de su amigo Freddie Mercury, fallecido a los 45 años en 1991 a causa del VIH, fue fundamental para tomar la decisión. El líder de Queen reparó injusticias, previno omisiones y dejó por escrito el nivel de vida que se debía garantizar a sus gatos.
Para Bowie, que en sus etapas más oscuras, nunca dio un día por perdido, el diagnóstico de cáncer de hígado en 2014 fue un estímulo para completar su obra. Ya había echado la vista atrás un año antes en su álbum The Next Day (2013), así que entendió que su siguiente disco sería sobre lo único que tenía pendiente: su propia muerte. Como muestra el documental David Bowie: The Last Five Years (2017), ordenó sus prioridades en una lista con todo lo que quería hacer antes de irse. Desde estrenar un musical en torno a sus canciones en el Off Broadway, Lazarus, a poner orden en una colección de arte inabarcable. Cuando se subastó en noviembre de 2016 en Sotheby’s –28 millones de euros como suma total, incluido un Basquiat, Air Power, por 9,2 millones–, se supo que un 95% de aquellas obras no se habían colgado nunca.
Un exhaustivo estudio sobre la gestión de los repertorios y las herencias de los muertos más célebres de la música moderna, Eamonn Forde aseguraba que el nombre de David Bowie sobresalía por encima de todos sus colegas. Al artista le atribuía “la planificación patrimonial más impecable a partir de un testamento cuidadosamente estructurado”. También de los más transparentes y públicos, hay que añadir.
Una herencia planificada en vida
No es ningún secreto que de los algo más de 100 millones de dólares en los que estaba valorada su fortuna cuando murió en 2016, la mitad fueron para su viuda, la modelo y actriz Iman. Una cuarta parte, 25 millones, le correspondieron a Duncan, el hijo que tuvo con Angie Barnett, su primera esposa. A su amiga Marion Skene, una segunda madre para Duncan, le legó un millón, mientras que a Coco Schwabb, secretaria y confidente durante décadas, le dio una gratificación de dos millones. El testamento de David Bowie se consumará el próximo 15 de agosto, cuando la hija del cantante e Iman, Alexandria Zahra Jones, cumpla 25 años y se disuelva el fideicomiso que administra su parte de la herencia.
Lexi, como se la conoce, presentó en abril Xandri, su álbum de debut. Sin apenas promoción y con espíritu indie, ha despejado cualquier duda sobre su talento musical. Por su parte, Duncan, que obtuvo excelentes críticas con su estreno tras las cámaras con Moon (2009), está inmerso en su próximo proyecto, la adaptación cinematográfica de Rogue Trooper, el cómic de culto de los 80. La viuda de Bowie se ha entregado al activismo social y es embajadora de la ONG CARE, que visibiliza la situación de los refugiados del mundo.
Sin tener que implicarse personalmente, son testigos de la vigencia del legado del artista. Como celebración del último Record Store Day, los propietarios de tiendas de discos se pusieron de acuerdo para publicar una edición especial de Ready, Set, Go!, su álbum en directo de 2003. En el último año y pico, las canciones de Bowie han puesto banda sonora a campañas de Citroën o Paco Rabanne. También han aparecido en cerca de treinta series y películas.
Valores y prioridades
A diferencia de Michael Jackson, Elvis Presley, Freddie Mercury o Bob Marley, Bowie no apareció en la lista Forbes de 2024 con las celebridades que más dinero siguen facturando en su descanso eterno. Tratándose de alguien que compuso The Man Who Sold the World, es comprensible que haya cosas a las que prefiriera no poner precio. Cuenta Chris Martin, líder de Coldplay, que en el momento de mayor éxito del grupo ofreció a David colaborar en una canción. “No es de las mejores que has hecho”, contestó rechazando la propuesta. Algo parecido hizo con Dave Grohl de Foo Fighters. Seguramente por decisiones como esa la fortuna de Bowie, que despachó más de 140 millones de discos a lo largo de casi medio siglo, no es mayor. Entendió que la verdadera riqueza es el tiempo y lo que se puede legar a la humanidad.
Alineado con ese pensamiento, el próximo septiembre una nueva sede del Victoria & Albert Museum abrirá sus puertas en la capital londinense para albergar los más de 70 mil objetos que componen el archivo del artista. Bautizado como The David Bowie Centre for the Study of Performing Arts, este nuevo edificio ubicado en la villa olímpica tendrá como colección permanente piezas de todas sus etapas y encarnaciones que han permanecido fuera del alcance del público durante todo este tiempo. Bowie pudo asomarse a la eternidad. Ha llegado el momento de que la eternidad le contemple a él.
