El éxito se contagia: preinscríbete al mayor festival de talento joven del mundo
Forbes Women

La artista Sonia Navarro: “Para que esté ahora exponiendo en la calle Alcalá, muchas mujeres han tenido que luchar antes”

La artista visual española, Sonia Navarro, nos cuenta todo sobre Fronteras y territorios. La exposición que presentará en la sala Alcalá 31 del 23 de mayo al 6 de julio de 2025.

La artista Sonia Navarro frente a una de sus obras- Fotografía de Jesús Madriñán (2025)

“Me he dado cuenta de que soy muy trabajadora. Reviso lo que he hecho en más de 25 años de carrera y hasta a mí me sorprende”, dice Sonia Navarro (Puerto Lumbreras, Murcia, 1975). Este jueves 22 de mayo inaugura en la sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid Fronteras y territorios, su primera gran muestra individual en la capital española, que revisa una trayectoria en la que se ha posicionado como una de las artistas nacionales más respetadas de su generación.

Una carrera con hitos como haber sido seleccionada en dos ocasiones para el premio Generaciones de La Casa Encendida (en 2004 y 2008), haber participado en la bienal europea Manifesta (en 2010) o ganar el premio BMW de pintura con una obra realizada sin una gota de pintura ni un golpe de pincel o brocha (en 2023): todas estas obras están entre las que han seleccionado las comisarias María de Corral y Lorena Martínez de Corral para la exposición, que ante todo funciona como un enorme muestrario de las posibilidades del textil en el arte.

Lo textil ha sido para Sonia Navarro el campo de batalla, el medio y el fin, ya desde sus primeras obras, como ese vestido acolchado compuesto de retales que realizó en 1999 y que entonces utilizó para una performance. Al confeccionarlo se inspiró en los cuidados hacia su hermano, que padecía tetraplejía desde un accidente sufrido con dos años, y que falleció con solo 22. “Mi hermano me enseñó a ser feliz con nada, porque él lo era”, recuerda Navarro ante la pieza.

Ella sabía que quería ser artista ya desde niña. Y recibió la doble influencia de su familia paterna -donde había ya varios artistas y escritores, como su tía María Josefa, que publicaba poesía- y la materna, más vinculada a lo rural. Aprendió a coser con su abuela, y su madre ha colaborado con ella en alguna de sus obras, como las que realizó sobre jarapas bordadas, que también están en la sala Alcalá 31.

Obra de Sonia Navarro. Foto cedida

¿Qué aprendió de esas generaciones anteriores de su familia?

Mi abuela me dijo: “El dinero que necesites, gánatelo tú. Si necesitas 3, gana 3, y si necesitas 3.000, gana 3.000. Pero no se lo debas a nadie. Porque esa es la única forma de que seas libre”. Y esa es la mejor herencia que me ha dejado. De ella también aprendí a coser, pero sobre todo a salir de los patrones establecidos. Algo no tan fácil para una mujer rural.

¿Cree que es artificial separar arte y artesanía? Al fin y al cabo, esa separación la promovieron sobre todo los propios artistas.

Es verdad que el arte es pensamiento y la artesanía es oficio. Por eso hay una corriente de separarse de la artesanía. Por poder mezclar ambas vertientes como hago yo es maravilloso. Por otro lado, la artesanía es nuestra identidad y arraigo. Y, en mi caso, ese interés por la artesanía parte de una conciencia social.

Es cierto que usted siempre ha vinculado su opción por la artesanía con cuestiones sociales y políticas, desde la defensa de las clases populares rurales hasta el cambio climático o, por supuesto, el feminismo. ¿Por qué?

Para que esté ahora exponiendo en la calle Alcalá, muchas mujeres han tenido que luchar antes. Eso no se nos puede olvidar. Tenemos que ser conscientes de que, para que algo suceda, alguien lo ha luchado previamente. Del mismo modo, si no luchamos por esos materiales y técnicas en desuso, cuando cierre un telar no se volverá a abrir, así que desaparecerá. Y quedan poquísimos telares en España, cuando hemos sido un país con mucha tradición de tejidos. La seda, por ejemplo, se ha perdido.

El uso del textil por las artistas mujeres se reivindica desde hace un tiempo, pero antes creadoras como Anni Albers fueron consideradas de segunda fila en la Bauhaus. Del mismo modo, Louise Bourgeois, que falleció siendo una estrella, logró ese estatus muy tarde en su carrera. Una exposición como la reciente de Olga de Amaral en la Fundación Cartier habría sido impensable hace un par de décadas. Y en España se reivindica ahora a Aurèlia Muñoz pero, hace no tanto, pocos la conocían.

Totalmente ¡A Anni Albers no le dejaron estudiar pintura porque era mujer! Y cuántas Anni Albers hay.  Y que Louise Bourgeois tuviera éxito es algo que podría ni haber pasado. Es verdad que ahora al textil se le da la importancia que tiene, aquí en parte porque muchas colecciones latinoamericanas que han venido lo han puesto en valor. Quizá sea una percepción mía, pero creo que es así.

Y está bien que esa reivindicación del arte textil esté aparejada con lo femenino, pero, ¿no existe también en eso un riesgo de esencialismo? Igual que asociar los cuidados exclusivamente al ámbito femenino.

Hacer eso ha sido lo cómodo, sí. La mujer dedicada a los cuidados y a la casa, a los hijos y a los padres, al discapacitado. Y el hombre a traer dinero. Pero eso no puede ser así, porque entonces trabajas solo para y por los demás, y muchas veces sin que se valore. Muchas mujeres, por ejemplo, sabían coser por su condición de ser mujeres, no porque les gustase. Y no es por ahí por donde hay que ir. Es todo lo contrario: cuando se valora socialmente esa labor es cuando quien la ejerce puede también valorarla. Por otra parte, en su día, hubo muchas mujeres que eran artistas pero a las que ni el mercado ni la institución les dio una oportunidad. Cuántas mujeres de artistas decidieron cuidar la casa y de sus maridos, y que ellos pintaran, solo porque ellos ganaban más, porque el mercado los valoraba más que a ellas. Por eso lo hacían.

Obra de Sonia Navarro. Foto cedida

Ya que lo dice, otra artista de una generación anterior, Marisa González, que también acaba de inaugurar una muestra en el Reina Sofía, dice que ella decidió casarse con un economista porque sabía que con una pareja artista habría terminado dedicada a limpiarle los pinceles en lugar de a su propia creación.

Exacto, como tantas. Soledad Sevilla, en una mesa redonda, me dijo que hace años ella hacía obra pero no la vendía [Sevilla estaba casada con el arquitecto José Miguel de Prada Poole], y que nadie quería exponerla. Pero a los artistas hombres de su generación sí les llamaban para todos los sitios. Y mira ahora, que está tan valorada. Estoy tan contenta por ella, es merecidísimo. O sea, que no se asusten ahora tanto los hombres, que estén tranquilos. Por otro lado, tengo también una pareja artista [el pintor y escultor FOD], y veo que afortunadamente ahora no pasa eso que decimos. De todos modos, antes no había tantas parejas de artistas. Creo que ahora hay más, porque hemos dado un salto. Pero, de nuevo, es que muchas han luchado para que sea así hoy.

¿Es importante para usted sentirse parte de una comunidad de artistas?

Importantísimo. No me imagino ahora sola en un estudio como antes estuve tanto tiempo. Para mí trabajar de este otro modo es mucho más gratificante, además de productivo. Mi trabajo tiene que ver con lo colaborativo, así que haber conseguido esto ha sido maravilloso. El trabajo sola en el estudio es durísimo.

Usted trabaja junto a otros artistas en el estudio Nave Oporto, en el barrio madrileño de Carabanchel. ¿Qué opina de la acusación que a menudo pesa sobre artistas, galeristas y otros agentes culturales de que contribuyen a gentrificar esos barrios y expulsar a sus habitantes?

Se nos achacan males de los que no somos culpables. Vamos allí porque es lo que podemos pagar. En el barrio de Salamanca no podríamos abrir nuestros estudios. Además, lo bueno de Carabanchel es que tiene naves industriales, y hacer allí los estudios que facilita mucho las cuestiones logísticas. Lo que los artistas intentamos hacer es todo lo contrario a gentrificar. Es hacer barrio, consumir allí, contratar servicios del barrio y hacer todo lo posible por él, al contrario que los auténticos especuladores, que no son artistas sino unas grandes corporaciones. Es verdad que a veces ellos usan a los artistas para sus fines, pero esa no es la realidad mayoritaria. Al menos no es la nuestra en Nave Oporto. Si nuestro local lo coge un fondo de inversión, ¿a dónde iríamos nosotros? ¿Y qué pasaría con el barrio?

¿A qué se debe que los artistas contemporáneos españoles no tengan demasiado peso internacional comparados con los de otros países de nuestro entorno?

No lo sé, pero no se entiende que, teniendo en cuenta que España ha sido un país de tradición de pintura, teniendo a Velázquez, Zurbarán y Goya, no tengamos más presencia internacional.

Obra de Sonia Navarro. Foto cedida

¿Cree que quizá falta apoyo institucional?

Sí, hace falta mucho más apoyo de las instituciones. Lo hay, pero se queda corto. Por un lado, no sé si es porque nosotros mismos estamos desorganizados. El cine, que sí está organizado, tiene mucho más apoyo, porque ellos dan la lata todo lo que pueden. Nosotros nunca hemos sido así. Quizá porque los artistas tenemos otro carácter, y por eso no somos industria. Pero esto siempre ha ocurrido.

Usted ganó en 2023 el premio BMW de pintura con una obra que está ahora en Alcalá 31 y donde precisamente no utilizaba pintura, sino retales de tela de PVC e hilo. ¿Cree que aún es posible innovar incluso en la pintura?

De hecho, yo jamás pensé que ganaría un premio como el BMW justamente por eso. Aquel año, además, estaba en el jurado Antonio López, un pintor muy clásico. Pero los tiempos van cambiando y la pintura sigue estando ahí aunque no esté. Además, hice esta obra con colores que normalmente no son para pintar sino para otros usos, y esos retales de PVC eran restos que yo me llevo para que no vayan al contenedor de la basura. Siempre me interesó el objeto encontrado.

Usted tiene bastante habilidad para difundir su obra entre el público amplio. ¿Es complicado tener que ser publicista de su propio trabajo?

Unos lo somos de manera natural, y otros no tanto. A veces cuesta hacerlo, pero de esta manera se llega a más gente. Y eso para mí es importante. Lo veo como las misiones pedagógicas, que llevaban reproducciones de los cuadros por los pueblos para que los viera la gente rural. Veo algo parecido con la difusión que podemos hacer ahora, por ejemplo en las redes sociales, porque es importante llegar a más gente y generar conciencia.

Obra de Sonia Navarro. Foto cedida

Artículos relacionados