Durante años el Caffè Vivaldi sirvió de lanzadera a músicos emergentes sin contactos en el mundillo discográfico. Fue en aquella antigua lavandería del West Village donde Sophie Auster (Nueva York, 1987) empezó a cantar cuando aún no alcanzaba la edad legal para pedirse una cerveza en la barra.
“Mi padre [el escritor Paul Auster, fallecido hace un año] no se perdía ninguno de mis conciertos”, rememora la artista por videoconferencia desde Berlín. “Fue mi primer fan, y también mi guardaespaldas”. En cierta ocasión, el autor de La noche del oráculo se enfrentó a un borracho empeñado en arruinarle la actuación. “Se levantó, le cogió del cuello y le ordenó que cerrara la boca. No se andaba con rodeos cuando alguien se metía con su pequeña…”.
A él le dedica el conmovedor tema que cierra Milk for Ulcers, su cuarto álbum. “Tras varios meses de lucha contra la enfermedad, mi padre decidió suspender el tratamiento”, se emociona al recordar lo que su madre, la también escritora Siri Hustvedt, describió como un viaje sin retorno a Cancerland. “Una semana antes de morir, me pidió que terminara el disco para poder escucharlo”. Trabajó a contrarreloj en la melodía y el estribillo de Blue Team. “En mi casa utilizamos el término equipo azul como sinónimo de integridad”, aclara. “Como un club privado de gente buena”. Su padre, entre lágrimas, la felicitó por el resultado. “Le pareció una canción muy emotiva, pero sin llegar a ser cursi”, dice, y sonríe. “Mi padre detestaba la cursilería”.

A finales de 2024, Sophie Auster visitó varias salas españolas junto a su marido, el fotógrafo Spencer Ostrander, y su hijo de diez meses, Miles, que profería divertidos alaridos y agitaba los brazos entre bambalinas. “Era la primera vez que tocaba en público los temas de Milk for Ulcers”, que presentó en versión acústica. “Y la recepción no pudo ser más entusiasta”. De vuelta en Nueva York, incluyó algunos cambios en la mezcla final del disco, que se publicó a finales de abril. Así, por ejemplo, al comienzo de Flying Machine escuchamos un corte de una cinta casera de 1993, en la que Sophie, recién llegada del colegio, se hace pasar por una intrépida locutora de la emisora Z100, donde por aquella época sonaban los éxitos de Madonna y David Bowie.
“¡Todavía sueño con colarme en el top 40!”, se quita importancia. “En el fondo, sigo siendo esa niña de la portada…”. Se refiere a una fotografía de los hermanos Douglas donde se la ve, con dos años, cogida de la mano de sus padres, no está claro si columpiándose o dejándose arrastrar por alguna acera de Nueva York. “La imagen refleja muy bien la tensión de ser una artista independiente que ha crecido con dos escritores famosos”, confiesa. “En cuanto al título del álbum, surgió durante una conversación sobre remedios al dolor que pueden resultar dañinos. Como poner mantequilla en una quemadura… o beber leche para calmar las úlceras”.
El viernes emprende una nueva gira por nuestro país: Pamplona. (16 de mayo), Castellón (17), Zaragoza (18), Madrid (19), Mallorca (31) y Barcelona (el 2 de junio). Esta vez la acompañarán los músicos de su banda al completo. El batería Chris Farr, el guitarrista Erez Frank y la pianista Marie Davy. “Ahora toca bailar al ritmo de Heartbreak Telephone y el single Look What You’re Doing to Me”, celebra la también modelo (ha sido imagen de Carolina Herrera y Mango) y actriz (inolvidable su debut en Lulu on the Bridge). Hace cinco años, interpretó a Mathilde Wesendonck, la poeta y musa de Richard Wagner, en The Zurich Liaison. Y profesa una “nada comedida” admiración por Pedro Almodóvar, que hace unos días recogió en Manhattan el Premio Chaplin del Lincoln Center. “Sé que ha empezado a rodar en inglés…”, fantasea en voz alta. “Si algún día me llamara, no contestaría con un hola. Diría directamente: ¡yes!”.
