Todos los caminos llevan a Roma, y ahora más que nunca. Tras el fallecimiento del Papa Francisco el pasado 21 de abril, la Iglesia Católica se prepara para elegir a su sucesor a través del tradicional cónclave. Una ceremonia solemne, cargada de historia y simbolismos que conmueve incluso a quienes no profesan la fe católica. Ayer por la tarde se reunieron los 133 cardenales electores en la Capilla Sixtina para empezar las votaciones.
El cónclave es sin duda uno de los procesos de decisión más importantes de la Iglesia, pero las mujeres no forman parte de él.
Una pionera en el Vaticano
Si bien el pontificado del Papa Francisco se caracterizó por una mayor apertura hacia la participación femenina en diversas áreas de la Iglesia, el futuro pontífice solo puede ser hombre. Un ejemplo concreto de los grandes cambios que realizó el Papa Francisco fue la designación de Simona Brambilla, la primera mujer en presidir un dicasterio vaticano, especie de «ministerio» dentro de la Curia. Enfermera, psicóloga y misionera, Brambilla representa una generación de mujeres con formación, liderazgo y vocación que, aunque reconocidas por el Papa Francisco, siguen excluidas de los espacios donde se decide el futuro de la Iglesia.
¿Y ahora qué?
La posibilidad de que las mujeres puedan votar en un cónclave, ocupar espacios de deliberación o ser diaconisas es una gran duda para muchos.
En teoría, cualquier bautizado puede ser elegido como papa, aunque en la práctica el cónclave suele escoger a un cardenal. Las normas establecen que el candidato no debe estar casado y debe haber sido reconocido previamente como sacerdote, obispo, laico u, ordinariamente, cardenal. Dado que la Iglesia Católica reserva la ordenación sacerdotal y episcopal a los hombres, y el Papa debe ser obispo, esta tradición ha excluido a las mujeres de la posibilidad de ser elegidas pontífice a lo largo de los 266 papados hasta la fecha
Algunas activistas, como Kate McElwee, denuncian la exclusión sistemática de las mujeres en los procesos de decisión más altos de la Iglesia. “En el próximo cónclave, como en todos los que lo han precedido, no habrá ninguna mujer”, ha afirmado con contundencia. McElwee dirige la Women’s Ordination Conference (WOC), una organización que desde 1975 lucha por abrir las puertas del diaconado —y eventualmente del sacerdocio— a las mujeres dentro de la Iglesia Católica.
Sin embargo, este procedimiento es una tradición que lleva siendo así desde hace muchos siglos.