Diana de Gales, Lady Di, nunca llegó a ser reina del país en el que nació. Tampoco lo necesitó para ser más popular que la que sí lo es. Con el cariño de toda Inglaterra y del resto del mapa en el bolsillo, la imagen de cercanía y naturalidad que Lady Di dio al mundo todavía hoy sigue vigente. ¿La olvidaremos alguna vez? ¿Acaso la muerte y los impuestos tienen fecha de caducidad?
Bautizada como ‘la Princesa del Pueblo’ por Tony Blair, Diana de Gales fue una de las mujeres más famosas del mundo, además de la más fotografiada. Casi 28 años más tarde de su desaparición, un nuevo libro responde a la pregunta que tanto nos hacemos: no seremos capaces de dejarla ir. Todo apunta a eso.
Víctima de un accidente de tráfico, Lady Di falleció en París el 31 de agosto de 1997. Su vida se detuvo a los 36 años, dejando dos hijos huérfanos, un amor en estado de ebullición y a un mundo, no sólo a un país, desolado. Pero aunque su cuerpo se apagó aquel final de verano, y jamás volvimos a disfrutar de su tímida mirada, la princesa Diana sigue siendo un activo mundial y de masas. Lo sabemos quienes sentimos devoción por ella y quienes siguen estudiando su figura años más tarde de convertirse en el miembro más querido de los Windsor. Uno de ellos es Edward White, autor del libro Dianaworld: An Obsession que llega a las librerías hoy, 29 de abril, y que homenajea la figura de Diana y estudia el fenómeno cultura en el que ya se convirtió antes de su prematura muerte.
En una entrevista concedida a forbes.com, White denomina esta popularidad, digna de estudio, como ‘Industrias Diana’, porque todos los productos comerciales vendidos gracias a Diana –desde libros, como el suyo, hasta el suéter de Warm & Wonderful (que cambió las vidas de las diseñadoras de la compañía, Joanna Osborne y Sally Muir, para siempre después de que ella lo usara) con la oveja negra– tienen un valor incalculable. Es casi imposible, asegura el autor, saber el dinero que las marcas han facturado valiéndose de la fama de la princesa Diana. Una mujer convertida en medidor de ganancias hasta el punto de atribuírsele el éxito de haber salvado a la industria británica de sombreros al lucirlos ella en cada uno de sus actos o el de la ropa interior térmica, al mencionar ella en una ocasión que le gustaba usarla en los días de más frío.
¿Cómo nace la euforia por Lady Di?
Esta ‘Dianamanía’ no se diluyó tras su fallecimiento, al revés, encontró su momento más álgido en la semana de su muerte. En palabras de White, «del 31 de agosto de 1997 al 6 de septiembre de 1997, día de su funeral en la Abadía de Westminster» y continúa, «sólo 16 años antes, esta popularidad había alcanzado otro punto álgido, cuando Lady Diana Spencer se casó con el por entonces príncipe Carlos en la Catedral de San Pablo, en Londres, el 29 de julio de 1981». Estos dos momentos fueron decisivos para que White escribiera el libro que presenta. «Si la Dianamanía que rodeó su boda giró en torno a una fantasía particular sobre ella, la que rodeó su muerte lo hizo en torno a algo completamente distinto. Y ese algo distinto fue lo que me animó a escribir el libro», reconoce.

Esa semana de 1997, entre la muerte de Diana en París y su funeral en Londres, fue «un momento profundamente extraño e intenso que suscitó muchas conversaciones sobre la identidad nacional, lo que significa ser británico y lo que pensamos y sentimos sobre nuestro pasado y nuestro futuro», dice White. «Fue extraordinario. En ese momento, ella, de alguna manera, se trascendió a sí misma. Entró en un espacio diferente. Se convirtió en un icono cultural y una figura histórica de gran importancia esa semana». Al recordar aquella semana de finales de verano de hace 28 años, White recuerda un olor: el olor de los interminables ramos de flores depositados para la Princesa del Pueblo (como la llamó el ex primer ministro británico Tony Blair al momento de su muerte) en su casa del Palacio de Kensington. A kilómetros de distancia se podían oler, dice White, porque había muchísimos. «Después de un par de días, la policía implementó un sistema para que la gente se desplazara e intentara filtrar los que estaban podridos, precisamente porque al haber tantos se estaban empezando a ser un problema de salud pública», aclara.
28 años sin Lady Di. ¿Por qué sigue su fama?
En cuanto a por qué nos sigue obsesionado tanto la figura de Diana 28 años después de su muerte, White tiene sus propias teorías. Para empezar, lo que White llama «la mitología de la princesa» sienta las bases de por qué Diana se volvió tan cautivadora. «Es esta idea de la princesa, esta figura cultural que tenemos: la princesa, el arquetipo», dice. «Parece ser algo que se extiende a las culturas de todo el mundo, más que cualquier otro tipo de figura real. Creo que simplemente parece tener una influencia particular en la imaginación de la gente, más que los reyes y las reinas». Otra de las razones podría ser ese misterio que rodea al hecho de casarse con un miembro de una familia real, el interés por saber cómo tiene que ser llevar una vida para la que el común de los mortales no está preparado. «Creo que, en cierto sentido, eso podría ser parte de lo que cautiva a la gente cuando se trata de princesas y las disparidades, los dos extremos que existen», recalca White. A esto, hay que añadirle que «las princesas no aparecen tan a menudo. Antes de Diana, que se convirtió en princesa de Gales en 1981, la última mujer en hacerlo fue María de Teck, en 1901, 80 años antes. A esto hay que sumarle que Diana tenía cualidades personales que la hicieron querer por mucha gente, en particular por los medios de comunicación», señala White. «Y Diana encajaba brillantemente en ciertos arquetipos, como en el de Cenicienta o en el estereotipo británico de la rosa inglesa. También es una figura de Mary Poppins, ya que trabajaba como asistente de maestra de guardería cuando se comprometió con Carlos en febrero de 1981 con tan solo 19 años. Se casaron ese julio, el mismo mes en que ella cumplió 20», remata.
Para White hay más razones. O mejor dicho, es una suma de varias. La fascinación desenfrenada del público por Diana también reside en que llegó en un momento particular en el que «la tecnología puede difundir su historia y su imagen con gran rapidez y de muchas maneras diferentes». La fotografía a color en las revistas ayuda, se estrenaron documentales durante la boda real de 1981 con «dos casetes que se podían comprar: uno era un documental sobre la historia de amor entre Carlos y Diana, y el otro era virgen. Y era para que la gente grabara la boda en VHS. Era todo totalmente nuevo».
Diana era un tipo diferente de realeza. Era una «princesa consumista», dice White. Iba a McDonald’s. Lloraba. Tocaba a la gente con las manos sin guantes. Era complicada. Era compleja. Era expresiva, verbal y no verbalmente. Tenía una profunda autoconciencia y, quizá, una empatía aún más profunda, pero «al mismo tiempo parecía iccapaz de predecir las consecuencias de sus actos», dice White. Su vida incluyó tiaras y vestidos, bailar con John Travolta en la Casa Blanca, pero también ser embajadora de ONGs, presidir actos solidarios y estar al lado de los más vulnerables. Afirmar en su entrevista más comentada que eran tres en su matrimonio fue el golpe de gracia que la catapultó como víctima y, en consecuencia, como adorada por el público.

Si hubiera que dar alguna razón más de esta obsesión por Lady Di, no habría que olvidarse de todo lo que hizo con el ‘manual de trabajo’ de los Windsor: hacerlo trizas. Detrás de su imagen aniñada y frágil, dejó claras sus intenciones pronto, en su propia boda, cuando se negó a hacer voto de obediencia, o cuando se negó a tener a sus hijos en casa, como marcaba la tradición. Ambas solicitudes se le concedieron. Esto demostró que su forma de pensar y entender la vida y el papel de la mujer en ella estaban alineados con el del pueblo.
Y es aquí, en esta cercanía, donde White remarca el posible principal motivo de tal veneración. La gente vio en ella a un igual, que posiblemente lo hubiera sido hasta el momento de la boda, pero ya no lo era. La gente quería saber más de ella. Quería saberlo todo. Y esto hizo que los medios de comunicación se pudieran manos a la obra para darle a la gente lo que quería, llegando a confundir a la princesa de un país, futura reina, en una celebrity o cantante a la que había que seguir en su gira por el mundo.
Prueba de ello es el hecho que White comenta a forbes.com en su entrevista. «Renae Plant conoció a la Princesa Diana por primera vez en la gira por Australia que ella, Carlos y su hijo Guillermo hicieron en 1983. Actualmente es la fundadora del Museo Princesa Diana, pero por aquel entonces sólo tenía 12 años y se había quedado despierta dos años antes para ver la boda real de Carlos y Diana. Cuando los príncipes viajaron a su país, no podía creerse que su musa iba a pasar sólo a cinco minutos de su casa. Si hablas con ella, te dirá que lo que más recuerda de Diana son sus penetrantes ojos azules, y que se quedó sin palabras. No salía nada de su boca. Estaba hipnotizada por ella. Más tarde Plan creó un museo virtual con más de 2.700 artículos dedicados a Diana. Ella siempre ha dicho que si ese momento no hubiera existido, no hubiera dedicado su vida laboral a dar vida a un museo dedicado a Diana».
¿Por qué las nuevas generaciones conocen a Lady Di?
Estas razones, unidas a su trágica muerte y al halo de misterio que la rodea, son motivos más que suficientes para que quienes coincidimos en tiempo con ella hoy sigamos admirando su figura. Sin embargo, ¿por qué quienes nacieron después de su muerte comparten el mismo sentimiento?
«Creo que probablemente pasó la mayor parte de su vida siendo una persona bastante insegura, a menudo, solitaria, pero con una asombrosa capacidad para encontrar calor y fuerza en los demás. Lo que más me fascina de ella, en cuanto a su personalidad, es su peculiar mezcla de timidez, recelo y audacia. Hasta la temeridad. Y es algo que ahora, incluso después de haber escrito el libro, me resulta bastante difícil comprender cómo logró integrar todas esas cualidades en una misma personalidad», comenta White. Puede que unir tantas cualidades en una misma personalidad, junto con las referencias constantes que su familia (hijos, principalmente) y amigos famosos hacen de ella haya contribuido a que su estela siga latiendo y que las nuevas generaciones conozcan quién fue y qué representó para el mundo Lady Di.
¿Superaremos esta fiebre por Lady Di?
Resuelto el misterio de esta obsesión, White intenta responder a la siguiente: ¿superaremos este fiebre por Lady Di? La respuesta la deja en el aire, pero todo apunta a que pasarán otros 28 años y seguiremos hablando de ella.
«Fue prácticamente la primera persona en recibir este intenso tratamiento paparazzi, lo que significa que existe un enorme acervo de maneras en que su vida fue documentada. Pero por eso seguimos obsesionados con ella, porque hay un archivo inagotable de información ahí. Por ejemplo, si hubiera escrito Dianaworld hace 10 años, habría sido más difícil que hoy. Cuanto más nos alejamos del 31 de agosto de 1997, más crece el archivo», comenta White.
“Otro factor que la mantendrá vigente es que hay muchas historias que aún no han terminado con Diana. Muchas cosas que la gente desconoce, porque la familia real aún opera con un secretismo enorme. Dentro de 20 o 30 años habrá revelaciones sobre su vida, y las generaciones futuras tendrán la oportunidad de retomarlas, y se convertirá en algo más. Creo que su historia significa algo diferente para la gente de ahora; algo radicalmente diferente para los jóvenes de hoy que para los jóvenes de la década de 1980”, asegura el autor.
Parece que en la vida hay tres cosas de las que podemos estar seguros: la muerte, los impuestos y la fascinación constante por la Princesa Diana, la Princesa del Pueblo, quien, desde su tumba, sigue intrigando.