Recuperar vidas del pasado es una de las grandes pasiones de Soledad Maura (Nueva York, 56 años). Y es lo que hace en su último libro, Os escribo a todos (Ed. Esfera de los Libros), donde cuenta la desconocida y fascinante vida de la aristócrata española María Manuela Kirkpatrick, madre de Eugenia de Montijo –emperatriz de Francia–, y Paca de Alba –duquesa de Alba–. «Es un homenaje a las madres y a las relaciones madre-hija, que pueden ser muy intensas», bromea la autora, mientras añade que el libro es un regalo perfecto para el Día de la Madre, que se celebra este domingo.
No es la primera personalidad que rescata del pasado. Esta Catedrática de Literatura comparada en Williams College, ya había escrito sobre Jorge Semprún (Ida y Vuelta, la vida de Jorge Semprún), la Duquesa Roja (Mi cárcel) y Constancia Connie de la Mora (Biografía), una mujer de la alta sociedad española que tras la guerra civil se exilió en Estados Unidos y se convirtió en la jefa de la oficina de prensa extranjera de la República. Todos, por cierto, emparentados con esta mujer intelectualmente inquieta que también desciende del político liberal Antonio Maura.
En Os escribo a todos, Maura disecciona la vida de una de las aristócratas más interesantes y menos conocidas, de su época: hija de Guillermo Kirkpatrick y Wilson, un noble escocés que hizo fortuna en el sur de España con sus negocios de vinos y que fue cónsul de los Estados Unidos, y María Francisca de Grévignée y Gallegos, un barón belga que también se asentó en Málaga como exitoso comerciante María Manuela se convirtió en cortesana gracias a su ascendencia sobre la reina Isabel II, conoció desde la cuna la vida acomodada que soñó (y consiguió) para sus hijas: la mayor, Francisca, se casó con el duque de Alba y la pequeña, Eugenia, con el emperador Napoleón III. Sobre sus hijas se sabe casi todo, ¿pero cómo era realmente María Manuela?
¿Cómo se le ocurrió escribir sobre María Manuela Kirkpatrick?
Escuché hablar de ella en la época de Filomena. Aquel año se celebraba el centenario de la muerte de la emperatriz Eugenia. Un día, en una comida de amigas, me contaron que ella y su hermana Paca se habían educado en Inglaterra, París… Pensé: «Qué modernas para el siglo XIX. ¿Quién sería la madre?». Ahí apareció el nombre de María Manuela Kirkpatrick de Greviñé, condesa de Teba, condesa de Montijo y grande de España. Nunca había oído hablar de ella, me intrigó muchísimo.
¿Descubrió un personaje fascinante?
Totalmente. El problema es que las hijas, sobre todo Eugenia, habían eclipsado a la madre. Fui indagando y descubrí que uno de sus mejores amigos fue el escritor e intelectual Prosper Merimée [autor de la novela Carmen, convertida en una de las óperas más famosas del mundo]; de hecho existen mil cartas entre ellos e influyó mucho en la educación de las niñas. Y también fue muy amiga del escritor Stendhal [autor de Le Rouge et le noir]. Empecé a darme cuenta de que esta mujer había tenido una vida, unas amistades y una cultura apasionantes… No había mucho publicado sobre ella y recopilar información se convirtió en un reto. Fue como un flechazo.
¿Qué ha sido lo más difícil del proyecto y qué lo más apasionante?
Igual es la misma cosa; las dos caras de la misma moneda. Lo más difícil es que había miles de cartas para ella de Eugenia, de Paca y de Mérimée, guardadas en el archivo de Casa de Alba. Las leí todas. Eran cartas de una hija a una madre que están contando cosas sin pensar que alguien va a leerlo dentro de 200 años. Era cartas llenas de vida, parecía que estaba viendo una película.

¿Y las cartas que había escrito María Manuela?
Una gran mayoría las tenía Merimée en su casa pero al año de morir, en 1870, hubo un incendio en su casa y se quemó todo. También había en el Palacio de Liria, pero en 1936, durante la Guerra Civil, hubo otro incendio que arrasó una parte muy importante del archivo. Entre ellos un montón de cartas de María Manuela. Ese fue mi gran obstáculo: había muy pocos documentos de su puño y letra.
Tuviste acceso a la documentación que guarda la Fundación Casa de Alba en el palacio de Liria. ¿Cómo fue trabajar en semejante entorno?
Nunca había estado en Liria y me instalaron en la biblioteca, que es impresionante. Mientras investigaba, pasaban las visitas. Era como un sueño. Me facilitaron todo y desde el primer día. La portada del libro es un cuadro que estaba en Dueñas, que me vino muy bien porque había pocas imágenes de ella. Me han ayudado mucho a formar la historia de esta señora.
¿Se podría decir que María Manuela era una influencer de su época?
Sí. Aparecía en las memorias de tanta gente: en palabra, en pintura, en canciones… Tenía trozos de un rompecabezas y pensé: ‘Voy a escribir una biografía novelada’. Construí una novela en la que poder incluir documentos reales que fui recopilando y mezclarlos con ficción. Situé a María Manuela en el ocaso de su vida, con 80 años, en su finca de Carabanchel. Está sola y es consciente de que sus cartas se han quemado y que Eugenia la ha eclipsado, así que decide escribir unas cartas a sus descendientes contándoles su vida. pero ella como es la madre tiene todas las cartas que le han escrito sus hijas y las cosas que han escrito sobre ella. Voy alternando realidad y ficción.
¿Cuánto tiempo has estado dedicada al proyecto?
Ha ocupado todos los ratos libres de los últimos cuatro años. Ahora, después de haber publicado el libro, sigo investigando. Hace unos días descubrí las memorias del dentista de Eugenia de Montijo, un americano que se llamaba doctor Evans. Me lo compré, por supuesto pero en sus páginas no encontré nada sobre María Manuela. Por una parte, una pena, por otra pensé: ‘Qué bien no haberme perdido nada’. Cuando empiezas a tirar del hilo y vas encontrando miles de cosas. Es como un trabajo de detective.

¿Qué es lo más curioso que has encontrado?
Hace poco me llegó su testamento. Es lo que más me impresionó. Era una mujer moderna y organizada que se quería ocupar de todo el mundo: su hermana, sus hijas, el servicio… Es rarísimo que una mujer en el siglo XIX tuviera un testamento. Cuando encuentras documentos reales es muy apasionante. Te das cuenta de que en esa época había mujeres cultivadas que vivían con mucha libertad e independencia. Todas sus hermanas estaban casadas con personalidades de la época. todos se están moviendo por el mundo constantemente y viajando, tanto como nosotras.
¿Qué personalidad crees que tenía?
La imagino como una persona muy cercana, muy abierta, muy culta y muy internacional. En la quinta de Carabanchel, la finca donde hacía vida social y organizaba fiestas, llegó a construir un teatro donde Ventura de la Vega dirigía las obras. En la finca plantó más de veinte mil árboles, y tenía plantas y flores de todo el mundo.
Es curioso que su palacete en Madrid estuviera en Carabanchel, tan en boga entre artistas, diseñadores y galeristas en los últimos años.
Era una finca preciosa. Al final de sus días, María Manuela se da cuenta de que ya no le queda mucho tiempo. Eugenia está en Inglaterra, Paca de Alba muere muy joven. Tiene nietos, pero están lejos. Es muy consciente de que ese mundo que ha construido va a desaparecer. Se vende Carabanchel, la finca, hay unas fotos muy impresionantes del 1969, donde solo queda la casa rodeada de edificios de pisos.

¿Qué hay ahora en el lugar donde estaba la finca?
Pisos, calles, semáforos… Queda un parque pequeñito que se llama Parque de las brujas. Tenía un palacete donde cabían 1200 personas. Hereda eso de su marido y tiene que montar toda la casa. Tras vivir en París, donde conocen a Stendhal y la sociedad parisina, se vuelven a Madrid. Todo el mundo la considerada la gran anfitriona de Madrid.
¿De todos tus libros, cuál ha sido el más satisfactorio?
Este para mí ha sido el más creativo porque es una biografía novelada. El resto han sido más académicos. Este libro está muy investigado y tiene notas a pie de página pero está ficcionado. Es una novela y por eso es distinto y especial para mí.
