Desde sus inicios, el mundo Gucci siempre ha sido cinematográfico en su alcance, con objetos creados tanto para hombres como para mujeres, estilizados y suntuosos, con personalidad propia y adaptables a cada individuo, y aquí, se reúnen una vez más. Pues bien, la propuesta de la firma, actualmente sin director creativo, tiene mucho de esta esencia. Podríamos decir que hoy hemos asistido al desfile más auténtico de la italiana: Gucci hablando de Gucci.
La casa de moda, un continuo de artesanía, gusto y cultura que pasa a través del tiempo, ha rendido un homenaje a sus archivos con la colección otoño/invierno 2025. Presentada en el marco de la Semana de la Moda de Milán, hemos podido ver un Gucci universal y personal a la vez, encarnando una variedad de expresiones, con su ropa y accesorios, su estilo particular, adaptado y evolucionado a través de cambios generacionales, moviéndose desde entonces hasta ahora y hacia el futuro, viajando a través del tiempo.
Caminando por la G entrelazada verde oscuro de la pasarela –que representa al fundador, Guccio Gucci, el emblema celebra su quincuagésimo aniversario este año– la dualidad de los desfiles masculinos y femeninos se convierte en una sinergia y un todo. Como una doble hélice, el yin y el yang, o la lemniscata del infinito, cada uno define al otro. Aquí, la rigidez sartorial se contrapone a la alegría, los tejidos de sastrería masculinos atraviesan la totalidad de la colección, transponiéndose al mundo femenino. La nitidez y la delineación se adoptan en los trajes, pero a veces se ven socavadas por un destello de piel, un volúmen de color o la subversión del crepe de China: aquí, los tweeds irregulares, un motivo clásico de la sastrería masculina británica, se reflejan en los patrones que se encuentran en las sinuosas camisas y blusas de crepe. El diálogo entre lo duro y lo suave continúa en las camisas de mohair cepillado, los cueros de nácar, las lanas revestidas y los bouclés unidos: la experimentación con los tejidos abunda, abrazando el clasicismo y la subversión. Las armonías de colores unen tanto la ropa de mujer como la de hombre en gradaciones de verdes, grises, malvas y marrones.
En cuanto a la silueta, se adopta una síntesis de épocas, desde finales de los años 60 (el nacimiento del prêt-à-porter de Gucci) hasta las décadas posteriores. Sin embargo, en la amalgama que va desde el minimalismo de mediados de los años 90 hasta el ultramáximo más reciente, los motivos de Gucci se unen y la mezcla significa algo nuevo. Unificando todo está el Horsebit, quizás el más reconocible de todos los motivos de Gucci. También celebra un aniversario: setenta años del bolso Horsebit 1955. Desde los más grandes hasta los más pequeños, los horsebits proliferan, un ready-made pop que aparece en la joyería, como en el destello de la cadena de la cintura de un vestido con escote profundo en la espalda o, más a menudo, en los artículos de cuero. Desde el clásico bolso Horsebit 1955 transformado a través de una nueva construcción ultra suave, pasando por el asa gigante Horsebit del nuevo bolso de hombro holgado, hasta la construcción precisa y ultralujosa del nuevo Gucci Siena, que se cierra con un medio clic Horsebit. En su forma más cómoda, el motivo queda muy bien en las pantuflas.
La colección podría verse como fundacional, que dice algo de Gucci en sus códigos y creencias tanto del pasado, presente y futuro; cosas que han significado algo para muchos, adoptadas y adaptadas a su manera.
La puesta en escena
La música del espectáculo, interpretada por una orquesta en vivo, es una banda sonora original del compositor y director de orquesta ganador de múltiples premios Justin Hurwitz. Su banda sonora exclusiva, que enfatiza lo cinematográfico (Hurwitz ganó dos Oscar por su música) y amplifica la emoción, celebra la unión de los looks de las mujeres y los hombres para el espectáculo.
Si tuviéramos que definir la propuesta que ya ha desfilado ante nosotros, diríamos que Gucci homenajea a esa forma de vivir y vestir que ha sido parte integral de la estética de Gucci desde el principio.
