Pamela Anderson es muchas cosas: madre, actriz canadiense pionera, un icono de la cultura pop. Ahora, coprotagoniza junto a Jamie Lee Curtis y Dave Bautista The Last Showgirl, una producción dirigida por Gia Coppola, nieta del legendario director Francis Ford Coppola.
En la película, Anderson interpreta a Shelley, una veterana vedette de Las Vegas que pierde su trabajo cuando su espectáculo cierra definitivamente para dar paso a un nuevo circo. Coppola explicó en una charla en NeueHouse, un club privado para creativos en Nueva York, que decidió elegir a Anderson tras ver su documental de Netflix Pamela, A Love Story, en 2023.
Durante la charla, Anderson contó que la película se rodó en solo 18 días, justo después de que ella terminara su actuación en Chicago en Broadway. “Necesitaba prepararme para esta película como si fuera una obra de teatro; tenía que llegar completamente lista”, afirmó.
Las vedettes de Las Vegas siempre han sido un tema que le ha fascinado: “Siempre me ha intrigado quiénes son esas mujeres que sostienen los cristales. Tienen sus vidas, sus relaciones, hacen la compra y, aun con el corazón roto, el espectáculo debe continuar. Hay conversaciones entre bambalinas, hay muchas cosas divertidas que aporté y siento que puse toda mi vida en esto”.
Los deslumbrantes trajes, decorados con cristales, eran piezas de archivo diseñadas por Bob Mackie y Pete Menefee. Originalmente, se usaron en Jubilee!, un espectáculo de Las Vegas que se estrenó en 1981 y cerró en 2016. Fue el espectáculo más longevo de la ciudad y es símbolo del “viejo Las Vegas”.
Anderson explicó que los trajes pesaban más de 27 kilos y que los vestidores originales de Jubilee! enseñaron al elenco cómo ponérselos y quitárselos correctamente: “Nos mostraron la etiqueta real para colocarlos. Era como una coreografía. Hay un orden: primero la pieza de la cabeza, luego los pendientes… y todo eso mientras hablas entre bastidores. Repetir esos movimientos era realmente importante”.
También se reunió con las bailarinas originales de Jubilee!: “Las invité a tomar té en mi casa, y hablamos sobre historias de ser vedettes. Las vedettes no son burlesque. Están muy orgullosas de su arte”.
Además, mencionó que algunos de los trajes tenían etiquetas con nombres: “Cuando me ponía un traje, veía una etiqueta con el nombre de otra mujer. Sentía que estaba representando a todas las que habían llevado ese traje antes que yo. Había magia en esos trajes, una presencia especial”.
Y añadió: “¿Quién no querría llevar un traje de vedette diseñado por Bob Mackie?”
