Una misión sin retorno. Un día Elena Tajada lo dejó todo atrás, su nombre, su identidad, su vida, todo, al convertirse en Aranzazu Berradre Marín, un alias cuyo objetivo era acabar con el dolor y el miedo que supuso ETA en la sociedad española. «Quiero ser yo la que esté en primera fila», es lo que dice Carolina Yuste en su interpretación como la única policía infiltrada en la organización terrorista vasca que tuvo en vilo a todo un país durante «los años de plomo». La infiltrada (2024) dirigida por Arantxa Echevarría y coescrita por Amèlia Mora, es la película que ha hecho física y viral una historia llena de sacrificio, dolor e incertidumbre.
Un thriller asfixiante que ha sido nacionalmente acogido con aplausos y mucho éxito. Desde su estreno el 11 de octubre se ha convertido en el segundo mejor estreno español del año, con más de 163.260 espectadores y 1,18 millones de euros recaudados en su primer fin de semana. Se estima que su gasto en taquilla alcance la cifra de seis millones de euros, toda una sorpresa bien merecida para esta producción de Bowfinger, Beta y Esto También Pasará que cuenta las dos vidas de una misma persona, ambas legítimas por darse a conocer.
Con un reparto de altura, Carolina Yuste, Luis Tosar, Víctor Clavijo, Pedro Casablanc y Diego Anido, la película gira entorno a una trama incómoda, que te hunde en un sentimiento de soledad causado por la violencia terrorista y de género de una misión en la que no se ve la luz al final del túnel.
Adiós Elena, Epa Aranzazu
Con tan solo 22 años, recién graduada de la Academia de Policía de Ávila y sin ninguna experiencia en operaciones de este calibre, Elena Tajada sacrificó su vida y su seguridad para obtener información vital para desarticular comandos y frenar las actividades terroristas del grupo de ETA.
Como si se tratara de la teoría de la reminiscencia de Platón, el alma de Elena se reencarnó en un alma distinta, pero esta vez en el mismo recipiente (cuerpo), y cuyo objetivo no es el conocimiento de la idea del Bien, sino en estar más cerca de acabar con el terror profundamente infundado de la organización terrorista vasca. Aranzazu Berradre se convirtió en su máscara y con ella emprendió un viaje que la condujo a convivir con algunos de los integrantes más relevantes de la organización.
San Sebastián se convirtió en su piso franco, en donde consiguió ganarse la confianza de dos dirigentes clave de ETA: Kepa Echevarría y Sergio Polo. De repente, formaba parte de los Titiriteros de Sebastopol, un grupo de teatro con conexiones a la izquierda abertzale. Fue su chófer de confianza en algunas de sus «citas» clandestinas, siempre estuvo supervisada por la Policía Nacional, pero fue ella sola, la que llevó a cabo la misión
Después de ocho años, sus esfuerzos fueron recompensados al destapar en 1999 al revelar la falsa tregua anunciada por ETA. Logró recopilar información vital sobre los planes de la organización, lo que facilitó la desarticulación del Comando Donosti, uno de los grupos más peligrosos y activos de la banda. La operación culminó con la captura de Echevarría y Polo.
Una misión sin vuelta atrás
Sin embargo, el principal coste fue la vida de Elena Tajada, ya que pronto se descubrió que había sido ella «la infiltrada», lo que la obligó a dejar atrás todo, ahora sí, y desaparecer. En la actualidad se encuentra en paradero desconocido con una nueva identidad. Esperemos que donde esté haya podido disfrutar de la película y de su historia, esta vez infiltrada en una vida donde pueda respirar tranquila.