Cuando Mariann Barrena conoció a Carlo Ancelotti, descubrió un universo que le era totalmente ajeno. “Yo me movía en el ámbito de las finanzas. Conocía a banqueros, financieros, empresarios… Pero ¿entrenadores? No era mi mundo. En Londres, cuando iba a ver al Chelsea, los veía gesticulando, saltando… Me parecían… ¿un poco locos, no?”, recuerda en un español nítido aunque por momentos titubeante, mientras me mira a los ojos buscando consenso. Por eso cuando una amiga de ambos, una italiana que tenía un restaurante donde casualmente coincidieron, los presentó –tras la insistencia del deportista y la resistencia de la financiera– ella no sabía muy bien quién era él. “Yo estaba cenando con un date y mi amiga vino con la excusa de que tenía algo muy importante que contarme. Me sacó a la terraza y ahí estaba Carlo. Yo sabía tres palabras en italiano así que se las dije. Luego me volví a mi sitio y no pensé más. A los 20 minutos apareció Carlo, se plantó delante de mi mesa y me dijo en italiano: ‘Tú un día vas a ser mi fidanzata’. Yo pensé: ‘¿Este tío? ¡Qué atrevido!”.
Han pasado 13 años desde aquel día y Barrena se convirtió primero en su fidanzata y luego en su esposa. “Carlo es así. Lo tiene todo muy claro. Es muy directo”, explica Barrena mientras hace un gesto determinante con la mano desde su frente hacia adelante. Desde que están juntos, se ha convertido en una experta en fútbol, una disciplina que antes le interesaba más bien poco. De su familia solo su padre, Antonio, un hombre a punto de cumplir 101 años, ha sido forofo del Real Madrid. “A veces lo llevo al palco. Aunque él prefiere verlo en casa, por la tele, no quiere perderse nada”, explica mientras destaca la increíble vitalidad de su progenitor. “Tiene el cerebro perfecto. Mejor que la mayoría de mis amigas. Estuvo conduciendo hasta hace poco. Debía ser la persona más anciana de España con carné”. Para ella ir al palco tampoco es una fiesta. “Lo paso fatal. A diferencia de los jugadores, que tienen contratos de permanencia, a un entrenador lo pueden despedir en cualquier momento. Un mal partido y adiós”. Y recuerda algo parecido al poco de conocer a Ancelotti. “Un día me llama y me dice: ‘Me han despedido del Chelsea’. Yo no daba crédito: ‘¡¿Qué?! ¡¿Echarte?! ¿¿Por qué??”. Mariann, empleada por entonces en un hedge fund y con una larga trayectoria en el mundo de las finanzas, desconocía el volátil mundo de los entrenadores.
“En el palco lo paso fatal. A diferencia de los jugadores, que tienen contratos de permanencia, a un entrenador lo pueden despedir en cualquier momento. Un mal partido y adiós”
Esta mujer de hablar pausado y carácter apacible está en las antípodas de la imagen popularizada de la ejecutiva experta en finanzas. En nuestros dos encuentros –uno para la entrevista, otro para las fotos–, se muestra cálida y cercana y, cuando se describe, se considera una persona dócil y muy analítica: «Le doy vueltas a todo». Como su marido, es alguien que encaja las cosas con sosiego. “Es la persona más buena que conozco. Íntegra y muy inteligente. Pero también muy humilde”, asegura sobre Ancelotti, conocido como el líder tranquilo. Una forma de ser que se refleja en la relación que mantiene con los jugadores y el tipo de liderazgo que ejerce: “Él piensa que para ser respetado tienes que respetar. Y eso es lo que hace con los jugadores. Escucha a todo el mundo aunque tiene las cosas claras y sabe lo que quiere hacer”. Las reglas que usa Ancelotti en el vestuario se pueden aplicar a cualquier empresa. Algo que Mariann quiso plasmar cuando lo animó a escribir Liderazgo tranquilo, un libro publicado en 2016 que recoge la fórmula de éxito de su marido, el único entrenador que acumula cinco ‘orejonas’ en su palmarés y el que más Champions ha ganado de la historia. Además, es el único en haber conquistado el campeonato de liga en las ‘Big Five’: Inglaterra (Chelsea), Alemania (Bayer Munich), Italia (AC Milan), Francia (PSG) y España (Real Madrid).
Para entender la trayectoria de Mariann hay que conocer la trayectoria de su madre y lo mucho que le ha influido. “No es fácil tener hijos y una carrera pero ella me demostró que se podía hacer las dos cosas. Ser madre de cinco hijos y ser profesora de universidad. Me trasladó la pasión de aprender y la necesidad de tener mi propia vida y ganar mi propio dinero”, cuenta sobre su madre fallecida hace un par de años, a los 95, y con la que aún se emociona cuando la recuerda. En parte, gracias a ella, Mariann ha ofrecido esta entrevista, sobre la que ha dudado mucho. “No necesito que se fijen en mí. El famoso es mi marido. Pero quizá puedo servir de referente a alguna mujer. Mi madre abrió caminos, rompió barreras. Yo no quiero ir para atrás”.
“No necesito que se fijen en mí. El famoso es mi marido. Pero quizá puedo servir de referente a alguna mujer»
Conchita, catedrática de literatura, y Antonio, ingeniero marítimo, emigraron a Canadá en los años 60 con cuatro hijos pequeños y una quinta, Mariann, en camino. El matrimonio quiso dejar atrás la España rígida del franquismo para criar a sus niños en un país libre y de oportunidades. Tras despedirse de Bilbao se instalaron en Vancouver, una ciudad con un clima muy parecido al del norte de España, y donde vivieron juntos hasta mediados de los ochenta: “Entonces mi padre quiso volverse a España pero mi madre no quiso abandonar Canadá”. Así terminaron 32 años de matrimonio y cada uno tomó su camino, aunque Mariann siguió igual de apegada a los dos. “Soy una mujer muy familiar. Cuido a mi padre, a mi hermano… También a mi hija, que para mí lo es todo. Es una gran artista, canta y es actriz. Se ha convertido en una mujer con valores. Estoy muy orgullosa de ella”. Su marido, obviamente, no es una excepción. “Lo primordial es hacerle la vida fácil. El día del partido se puede caer el techo de casa, cuando hablo con él, todo está en orden”, ríe Barrena consciente de la presión a la que está sometido.
Cuando Mariann conoció a Carlo llevaba casi 15 años viviendo en Londres y casi los mismos separada de su ex marido, un empresario experto en minería que conoció en Vancouver y con el que tuvo a su única hija, Chloe. Aunque en España suene exótico, la industria minera es relativamente común en Canadá y supone una parte muy importante de la economía del país. Así, tras vender una mina de oro que había adquirido con muy buen ojo en Chile, el matrimonio se instaló en la capital británica siguiendo los orígenes familiares de su ex y atraídos por una interesante política fiscal que en su día instauró Margareth Thatcher.
Mariann, que se había licenciado en empresariales, había decidido ampliar su formación realizando un MBA en Thunderbird, Arizona, una de las escuelas de negocios más prestigiosas de Estados Unidos. Su traslado a Inglaterra no la hizo desistir: “Dos veces al mes cogía un avión el jueves para acudir a mis clases que duraban hasta el domingo. Hacía el mismo turno que parte de la tripulación así que nos acabamos haciendo amigos”. La diferencia horaria y el jet lag no la hicieron renunciar y Mariann terminó su máster poco antes de terminar también con su matrimonio. Tenía una hija de tres y una sólida formación que no había dado por terminada.
En su nueva etapa como soltera, Mariann se lanzó de lleno a dos importantes proyectos: estudiar otro MBA en Cass Business School y empezar un doctorado sobre hedge funds y Behavior finances en City, University of London: «Había días que salía a las seis de la mañana de casa y no volvía hasta las doce de la noche”. Aunque guarda buen recuerdo de sus clases y sus años en la universidad, después de dos años decidió lanzarse al mercado: “Quería salir y trabajar”. Formación no le faltaba y pronto encontró trabajo como consultora en Barclays, donde pasó cinco años. Cuando conoció a Ancelotti, en 2011, llevaba dos años trabajando en el hedge fund Elseworthy.
Durante meses, y hasta que Ancelotti se marchó a París para entrenar al PSG, era Mariann quien madrugaba para trabajar mientras él se quedaba en casa cocinando: “Le encanta. Hace una pasta increíble”. Pero esa situación no duró mucho. Desde que se convirtieron en pareja han vivido en cinco países en 10 años –París, Madrid, Múnich, Nápoles, Liverpool y otra vez Madrid– lo que resultaba incompatible con mantener un trabajo en un puesto de responsabilidad en una empresa. Pero Mariann, que cuenta orgullosa cómo ganó su primer sueldo repartiendo periódicos en bici con 10 años, no se resignaba a perder su autonomía. Quería seguir activa y decidió poner sus conocimientos al servicio de su pareja. “Mi proyecto va a ser mi marido”, pensé. Y así empezó una nueva labor como agente: ella lee y supervisa sus contratos, gestiona su imagen, puso en marcha sus redes sociales –a través de la agencia Imago Sports–, decide sobre sus conferencias o su presencia en eventos donde lo reclaman. Para esta experta en finanzas Ancelotti es, sin duda, su mejor inversión.