El buen gusto le llegó vía materna –“Mi madre y mi abuela tenían un gusto ideal”–, y su vena empresarial, por su familia paterna, fundadora de la Banca López Quesada. “La creó mi bisabuelo a principios de siglo y se cerró en los años 80 tras la crisis de los bancos. Tenía miles de sucursales por España. El edificio donde está ahora el museo Thyssen fue su última sede central”. Estas dos características se complementan como un puzzle en Isabel López-Quesada (Madrid, 61 años), la decoradora española con mayor proyección internacional. La llaman «la decoradora de la jet» pero bien podría ser «la decoradora del Ibex35».
Desde Inditex a Telefónica, pasando por banqueros, presidentes o directivos, no hay empresario (algunos, amigos) que no se rinda a su estilo ecléctico, actual y de base clásica. Suya es la decoración de las oficinas de algunos de los despachos más importantes de España –Tabacalera, la presidencia de Acciona o la torre de los Villar Mir– y su influencia traspasa fronteras: trabaja para una crack de las finanzas de Londres, para uno de los mayores empresarios de Francia y lo último, para un poderoso ejecutivo de Shanghai que le contactó hace poco vía email. «Mi primera casa en China. Tengo muchas ganas”, cuenta entusiasmada. Sobre su clientela, no suelta prenda. “Ellos me eligen, pero yo a ellos también. Me tiene que gustar el proyecto, el sitio, las familias… Me llaman mucho, así que tengo que rechazar. Yo no soy para todo el mundo…”, asegura misteriosa. Aunque enseguida aclara: “Me gustan muchos proyectos. No te creas que soy una chula. Normalmente acepto”.
Algunos de esos proyectos aparecen en Town & Country, el segundo libro que López Quesada publica con Vendome Press –el primero, At home, donde aparecían sus casas de Madrid y Biarritz, es todo un éxito–. También es el segundo en el que trabaja mano a mano con el fotógrafo argentino Miguel Flores-Vianna, un esteta que inmortaliza las casas más bonitas del mundo y un personaje que merece un reportaje aparte. En esta segunda entrega –habrá una tercera, me anuncia– se muestran 15 casas: siete de campo y ocho de ciudad. La primera, la de la propia López Quesada, The selfish house (La casa egoísta) bautizada así después de que sus hijos se fueran de casa: «Ahora vivo sola con mi marido y mi perra. Estoy feliz”.
Claudia, Álvaro e Isabel han salido físicamente de casa pero –salvo la primogénita–, siguen laboralmente vinculados a su madre. Con la pequeña ha creado Isita Home, una plataforma de decoración donde el 90% son productos artesanos hechos en España; con Álvaro ha dado vida a Pool House, una empresa con la que madre e hijo restauran edificios. Por ahora han comprado dos, uno en el Barrio de las Letras y otro en Chamberí que adquirió a Christian de Hannover y sus socios: “Si encontramos algo que nos gusta mucho, montamos un grupo de inversores. Cada uno elige su piso y se lo hacemos a medida”. Son proyectos integrales donde López-Quesada se encarga de toda la obra. “Soy una empresaria. No tan rica como mis clientes pero igual de movidita”, bromea.
La carrera de López-Quesada ha sido, efectivamente, movidita. A los 29 años vivió su primer boom cuando Casa Decor llegó a España. “Me encargaron las primeras ediciones y de repente me reconocían por la calle. Y eso que no había Internet. Pero mi foto salía en artículos, periódicos, revistas…”. El segundo, le llegó a los 40, cuando en el año 2000 decidió, visionaria, crearse su propia web: “Fui muy previsora. Comprendí que era importantísimo estar presente en Internet». Impulsada por su hermana Sofía, dueña del estudio creativo Wozere y auténtica gurú del marketing y la comunicación, se compró su primer MAC e informatizó el estudio. En su revolución tecnológica, llamó al argentino Ricardo Labougle, un prestigioso fotógrafo de decoración, y le pidió que inmortalizara todos sus proyectos. “Las casas cambian de dueño o pasan los años. Yo cuido muchísimo mi imagen. Desde el principio supe que era importante tener mi propio material y subirlo a mi propia web».
Detalle de comedor con tela de pájaros florales.
A diferencia de muchos mortales, las distintas crisis no han afectado a esta mujer inquieta y previsora. Ni la del COVID, que supuso una revolución para su sector –“Todo el mundo estaba en casa y quería reformarla”–; ni la económica que estalló en 2008 y golpeó ferozmente al mundo durante casi una década: «Mi marido [el economista Álvaro de Llanza] me avisó con tiempo y pude reducir equipo y prepararme para el impacto. Aún así, tenía muchos encargos. Además, al nivel al que yo trabajo las crisis son oportunidades económicas. La gente invierte, compra pisos, edificios, cambia de oficinas…”.
De todas las obras que ha realizado, ¿qué es lo más loco que le han encargado? «¿Lo más loco?»–repite pensativa antes de aclarar que sus clientes no son rusos que piden elefantes dorados–. “Lo más loco ha sido derrumbar una casa en Suiza para girarla 15 grados y que mirara a una montaña. La tenía que tirar igualmente porque la madera estaba podrida, pasaba un río por debajo, había ratas… Así que quitamos todas las tablas, las numeramos, las restauramos y cuando reconstruimos la casa la giramos 15 grados. ¿Eso es loco? Puede. Pero en Suiza es primordial mirar a la montaña”.