Lo más sorprendente no fue el anuncia de una Phoebe Philo de vuelta al terreno de juego, y eso que reactivó las taquicardias que hacía tiempo no padecía este sector, lo que dejó a los espectadores con el rostro perplejo fue ver a Laura Ponte (Vigo, 1973) protagonizando una colección cápsula de la firma homónima de la británica. Sorpresa que se repitió cuando Zara contó con ella como imagen para su colección más artesanal.
Más de 30 años de trabajo y seguimos hablando de ella en presente. Como para no sorprenderse. Aunque bien pensado y como titán de la profesión, tiene sentido. «Cuando te seleccionan para estos trabajos uno suele imaginarse cierta complejidad, pero con ambas marcas fue fácil, con sesiones íntimas, amables», comenta nada más empezar la entrevista.
De su trabajo con Phoebe Philo se queda con esa sencillez aparente de sus prendas que esconden una gran complejidad, la atemporalidad y su sentido de lo básico, con «esa naturalidad que conecta con la verdad que hay detrás de cada persona que viste sus prendas. No oculta al personaje, lo acompaña». Experiencia que se suma a la que experimentó con Zara: «Ha sido uno de los trabajos que más he agradecido este año, porque tenía una curiosidad tremenda por saber cómo era el verdadero proceso de este titán de la moda. Conocer parte de la maquinaria de esta industria patria ha sido un regalo».
Una respuesta tan decidida como su opinión sobre la nueva dirección que están tomando las marcas al reducir el volumen de su producción. «La moda está en el momento del cambio, de la regeneración, la apertura y la conciencia», sentencia, aunque reconoce que es difícil, pero no imposible, transformar la dinámica de las empresas cuando no han nacido ya con esa cultura sostenible.
La suerte, dice, «es que en todo el sector y, en general, en todos existe la conciencia de hacer las cosas de otra manera; y que el consumo, el poder adquisitivo, es un indicador de las tendencias de la sociedad. El consumidor cada vez es más consciente de que realmente podemos vivir con mucho menos, pero hay que seguir sanando esta idea, porque la raíz de todo es la educación y la firme intención de querer ser un ejemplo para los que vienen. Serán ellos los que disfruten, o no, del legado de nuestro comportamiento», concluye convencida de estar a tiempo, entre otras razones, porque entiende la moda como una tarjeta de visita de quién eres que acoge a todo el mundo y sus particularidades. Olvidarse de alguno, cree, es no querer entender quiénes somos.
Discreta y sencilla, ni siquiera su matrimonio con Beltrán Gómez-Acevo, hijo de la difunta infanta Pilar, la convirtió en asidua de la crónica social de nuestro país. Mantenerse en una segunda posición, asegura, fue una decisión que sigue practicando, saber si alguien mira hacia atrás no le quita el sueño: «No estoy pendiente de eso, pero quien venga con una sonrisa, ahí estará la mía». Y es que a Laura Ponte no le gusta estar en el punto de mira, tampoco laboralmente: «Está claro que estarlo genera y da trabajo, casi siempre, pero que cada uno gestione su tiempo como quiera. Yo he dicho ‘no’ a muchos trabajos, a veces por pudor, otras por tener un buen plan familiar o simplemente por necesitar descansar».
Elecciones y decisiones tomadas desde su madurez laboral. No hace nada que no le aporte, no está donde no quiere estar, aunque, como aclara, «siempre escucho». En su caso, los años le han permitido demostrar plasticidad, carácter, aspecto, y, «a partir de ahí, que el cliente decida si conectas o no con lo que ellos quieren transmitir. Luego tú eliges en función de la coherencia, la curiosidad, el equipo, la trayectoria, lo económico… En mi caso, por ejemplo, me sigue sorprendiendo que la gente me llame para trabajar, pero eso me permite encontrar otras partes de mí que no había descubierto. Siempre hay algo nuevo que aprender».
Aunque su mayor aprendizaje ha sido sobre sí misma. «Voy amando, cada vez más, este traje que enmarco. Estos rasgos que son mi historia familiar, como el ceño, que simboliza mi extrañeza, mi curiosidad; unas ojeras y bolsas que no las borran las largas noches de sueño; mi piel fina que habla de mis ojos curiosos y vivos, mi otra manera de sonreír; o la flacidez de mis piernas, porque soy una vaga y no hago gimnasia. Qué le voy a hacer, este año lo vuelvo a intentar. Por salud. Por todo esto, no quiero parecer otra persona. Empiezo a amar lo que soy, un camino recorrido del que defiendo hasta lo más doloroso», razones de peso para eliminar de su vocabulario la palabra bisturí.
No se juzga, como bien le ha recomendado a sus hijos que no se hagan a sí mismos. Les anima a amar los procesos de sus decisiones, como ama ella el camino que le ha llevado a ser una «muy pequeña empresaria» con su negocio de moda nupcial, que está siendo «un viaje tranquilo y bonito que despegó gracias a una amiga que me animó cuando estaba a punto de abandonar». Suerte que no lo hizo y escuchó los ánimos, aunque de haberlo hecho, la empresaria no hubiese contabilizado el error, ha venido a la vida a aprender. El caso es que Laura Ponte está en su mejor momento. Y punto.