Con más de 20 años de experiencia en la compra y rehabilitación de viviendas de lujo en Madrid, Cristina Valls-Taberner (Madrid, 47 años) creó The Brick Invest, un club inversor para hacer frente a un mayor volumen de proyectos en un mercado en plena expansión. “Es una auténtica locura. El sector inmobiliario de lujo en Madrid está viviendo un boom, viene mucha gente de fuera a comprar pisos e invertir”, señala. Licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales por CUNEF, tras la pandemia amplió su modus operandi –compra de viviendas únicas con capital propio para reformar y vender en zonas premium de la capital– y abrió el negocio a amigos y familiares animados a coinvertir. Más tarde, abrazaría la fórmula de fondos con inversores mayores. “Poco a poco se corrió la voz porque las rentabilidades eran (y siguen siendo) muy buenas. Yo encuentro las oportunidades y ejecuto los proyectos junto a un equipo de arquitectos o bien con otros estudios de decoración”, explica.
Tiene un sentido especial para encontrar joyas inmobiliarias y transformarlas en el hogar de ese cliente privilegiado que pueda acceder a su manera singular de planificar una vivienda de segunda mano. “Intento hacer pisos diferentes sin seguir las modas del mercado, añadiendo antigüedades y pintura moderna”. Con un equipo fijo que aumenta en cada proyecto, establece reuniones internas y con inversores una vez por semana. A través de Google Calendar supervisa el trabajo de un equipo en continuo movimiento porque el secreto de la buena productividad en su sector es la eficiencia y la rapidez: “Hay que moverse rápido, tenemos personas que están todo el día fuera buscando oportunidades, enseñando pisos o comprando muebles. Tenemos muy buena organización y yo prefiero delegar; son personas en las que confío”. Y a nivel personal, ¿cuál es la clave de su éxito? “Paradójicamente diría que saber desconectar”.
Cuestionario ‘Forbes’ para ser más productivo:
Me levanto a las 7.30 a.m., desayuno con mi marido y mis hijos y les llevo a la parada del bus para ir al colegio.
Antes de trabajar, intento tener la rutina de ir una hora al gimnasio y empezar con energía mi jornada.
Establezco una reunión interna de equipo en la oficina una vez por semana, que dura aproximadamente una hora. Hacemos reporting a los inversores y a nuestros socios financieros en reuniones también semanales donde explicamos la situación de las visitas.
Mi momento más productivo es cuando no hay móviles, bien a primera hora de la mañana o incluso por la noche, cuando me desvelo. Muchas veces de madrugada me viene una buena idea, un buen proyecto de interiorismo.
Me cuesta desconectar del teléfono, a menudo mi marido o mis hijos me lo esconden. Intento no tener el móvil en las reuniones y una persona en la oficina me ayuda a contestar los mails y WhatsApps.
Utilizo Google Calendar para ver las visitas y citas que van surgiendo con el equipo. Al final del día me informan vía mail o teléfono cómo ha ido el día.
A mediodía intento agendar comidas con amigas o mi madre para desconectar.
Salir de la ciudad e ir a la naturaleza es mi modo de descansar.
Me inspiro mucho durante los viajes, aunque sean de un solo día. Me abren la mente a nuevos horizontes, dan pie a que surjan ideas maravillosas y regreso con el doble de energía.
Lo último que hago antes de dormir es leer un rato y rezar, por la salud de mi familia y los que ya no están.