«Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo”. La frase de Will Smith a su hijo en la película En busca de la felicidad muestra una escena que va más allá de las pantallas en todos los ámbitos. En el fútbol femenino español, por ejemplo, la podrían emular Jonatan Giráldez (Vigo, 32 años) y su hijo Cíes, bautizado con el nombre de las islas de la ría de Vigo. “¿Cómo le contarías a tu niño todo lo que has conseguido en el FC Barcelona?”, le preguntamos. La mirada del entrenador del Barça se ilumina. Con un añito, Cíes se ha convertido, junto a su mujer, la entrenadora personal Olaya Rodríguez, en ese lugar seguro en el que el técnico con más éxito en el fútbol femenino se refugia cuando la pelota deja de rodar. Aunque en su mente nunca se detiene.
Su hambre de ganar y de ser mejor se lo impide. La misma con la que se plantó en Barcelona con 19 años y sin apenas recursos económicos con el objetivo de cumplir un sueño en los banquillos. Y de qué manera, ganándolo todo como entrenador azulgrana, con dos Champions, tres Ligas, tres Supercopas y dos Copas de la Reina. Incluido un pleno de títulos en esta temporada, en la que su equipo no tuvo rival ni en España ni en Europa. Hasta lograrlo, trabajó captando socios para ONGs en la calle, en restaurantes como Ginos, Vips, tiendas como Leroy Merlin o vendiendo camisetas en la tienda Barça. Todo contribuyó para dibujar la figura en la que se ha convertido hoy. Un técnico ganador hecho a sí mismo, que pondrá rumbo al Washington Spirit de Estados Unidos este verano. Y a través de cada paso será sencillo que Cíes entienda cómo su padre hizo historia en el fútbol español.
¿Cómo llega Jonatan Giráldez hasta aquí?
En Galicia jugué al fútbol en todas las categorías y cuando empecé la carrera de Ciencias del Deporte en Pontevedra compaginé mis estudios con ser entrenador y jugador. En mi segundo año, solicité el traslado de expediente para irme a Barcelona. Me lo aceptaron y, de golpe y porrazo, tuve que dejarlo todo.
¿Fue duro?
Sí. Creía que iba a ser más fácil compaginar la vida académica y poder llegar a fin de mes. Pero me di cuenta de que eso era imposible, dejé de jugar al fútbol y me dediqué a formarme como entrenador, que era mi principal objetivo. Fui un poco ingenuo antes de venirme a Barcelona porque creía que era cambiar de residencia y ya está. Tenía 19 años, me vine con mi pareja, que es la madre de mi hijo, y descubrí que el nivel de vida era el triple de lo que yo creía. Necesitaba una serie de ingresos mensuales que eran muy superiores a los que yo me imaginaba. Busqué trabajo por las tardes para poder estudiar por las mañanas. El primer trabajo que encontré fue en Infojobs y decía ‘trabajo para estudiantes’. Dije: ‘Este es el mío’. Era captar socios en la calle. Hice una entrevista y me lo dieron. Yo creo que me vieron cara de necesitado. El primer día me sueltan en La Rambla. No hablaba ni el idioma, pero estuve cuatro o cinco meses. Después trabajé en el Decathlon, la tienda del Barça, Leroy Merlin, Ginos, Vips, he sido monitor, profesor… he hecho mil cosas. Y la mayoría de ellas sin tener vinculación con el fútbol.
¿Cuándo llega la primera gran oportunidad en el fútbol?
En 2015 aparece Marc Vivés, al que considero mi padre profesional y ahora director deportivo del Barça, y me rescata. Me hizo una pregunta que me cambió la vida: ‘¿Cuánto necesitas ganar para poder estar tranquilo y centrado en el fútbol en Barcelona?’. Ahí arrancó mi experiencia en la federación catalana. Estuve de preparador físico, de analista, de entrenador, asistente, coordinador del campus de fútbol femenino, fui comentarista de televisión… Hasta que en 2019 recibí la llamada del Barça y ya es la historia que todo el mundo conoce.
¿Alguien te dijo alguna vez que dejaras el femenino y te centraras el masculino?
Si hay algo que tengo es que soy muy cabezón y cuando quiero algo lucho por ello hasta conseguirlo. He hecho caso omiso de las voces que me decían que me tenía que dedicar a otra cosa. Tuve una oportunidad única en el Barça y la federación catalana.
¿Qué es lo que más te ha ayudado a ser el entrenador que eres hoy?
Igual es muy poético lo que te voy a decir, pero para mí no solo ha sido la parte formativa vinculada al fútbol, sino todo lo que he hecho antes. El tener que gestionar clientes en restauración cuando no les gusta el plato que les estás sirviendo. Eso es gestión y tienes que salir de esa situación y en un vestuario no tienes esa misma secuencia, pero tienes otras situaciones parecidas que implican también gestión. Cuando yo vendía algo, tenía que convencer y al final en los entrenamientos o en el plan de partido va de eso, de convencer de una idea y transmitir el mensaje.
¿Desconectas del fútbol?
Yo te diría que no, porque mucha gente me pregunta: ‘¿cómo desconectas?’ A mí me encanta ver fútbol y me hace relajarme. Yo no sé estar parado. En periodo competitivo, yo no puedo leer libros, porque es tan tranquilo el hecho de leer un libro que me hace siempre focalizarme en el fútbol. Me encanta mi profesión y cuantas más horas le dedique, mejor. En mi tiempo libre, a mí lo que me gusta es ver fútbol y con Olaya hablo mucho de fútbol. No de aspectos más tácticos, pero sí de cosas que van sucediendo el día a día, de problemáticas. Ella se ríe, porque al final me conoce desde hace mucho tiempo. Viene también del alto rendimiento, pero del taekwondo, entonces me sufre y me padece, pero me comprende. Nos compenetramos muy bien.
Si te pusieras a captar socios en la calle, ¿te reconocería la gente?
Sí. Me reconocen. No es que no pueda salir de mi casa pero cuando paseo hay gente que se gira, que me pide una foto… Lo normal, porque estamos en un momento de ebullición del fútbol femenino y eso hace que la gente te reconozca más. Aunque yo siempre digo que hay que tener los pies en la tierra y ser agradecido con la gente que se preocupa, que te anima y que te ayuda. Me gusta llevar un perfil bajo. Creo que también por venir de donde vengo a nivel familiar y todo lo que he tenido que hacer para ser quien soy hoy en día.
¿Cuáles son las claves de dirigir a uno de los mejores equipos del mundo?
Pues mira, tiene su desarrollo, pero el resumen es compromiso y respeto. Hay que hacer que el ambiente sea sano. El compromiso implica darlo todo en cada entrenamiento, partido y en lo que te digan. Y el respeto tiene que ver con las líneas rojas que tú implementes para que la convivencia sea buena. Son como las normas en casa. Tú cuando llegas, después de cenar, los platos tienen que ir al lavavajillas. Si no lo haces, eso tiene que tener consecuencias y se tiene que hacer. Entonces, en el vestuario es lo mismo para mí. Tiene que haber unos hábitos. Tiene que haber un respeto profesional a las decisiones, entre compañeras y entre staff y jugadoras, que sea bidireccional. Cuando alguien, ya sea staff o jugadoras, quebrante esas líneas rojas, porque hay casos en los que evidentemente pasa, tiene que tener consecuencias. Aquí la clave es ser firme. Por muy pequeño que sea el desliz, por muy pequeño que sea el despiste… O sea, llegar tarde por un atasco. Pues mala suerte. A todo el mundo le puede pasar. Pero si haces la vista gorda con según qué cosas, eso creo que a la larga acaba siendo un problema. Si apagas un pequeño incendio en su momento, consigues que no se extienda por haber hecho la vista gorda.
A tu llegada, ¿tuviste miedo de no saber gestionar un vestuario lleno de estrellas?
Miedo no es la palabra. Me gusta tener todo controlado pero cuando es tu primera vez, no es fácil. No sabes qué es lo que va a pasar. Recuerdo el primer día que quedó una anécdota en este sentido porque hubo un episodio con dos de las capitanas que teníamos en aquel entonces que, infringiendo el código interno, se hicieron una foto en una zona donde no se podía. Era mi primer día como entrenador y pensé que me estaban poniendo a prueba. Reuní a las personas que estaban implicadas y fue una reacción súper natural. Me dijeron: ‘Perdona, que como hasta ahora se había permitido’. Y dije: ‘Perfecto, así ya nos sirve a todas para saber qué se puede hacer y qué no’. Fue el momento en el que pensé que tenía que ser intransigente en todo porque si tú cumples con lo que has dicho, no hay nada que te puedan decir ni echar en cara.
¿Qué tiene el Barça que no tiene otro club para ser el mejor?
Es un equipo que lleva muchos años invirtiendo en la sección. Cuando llegué, el objetivo no era sólo fichar a grandes jugadoras, sino que tener una estructura profesional. Es un valor añadido y en eso ha sido ejemplar. También invirtiendo en fútbol base.
¿Cómo se mantiene la motivación de las jugadoras/staff para ser campeones de todo?
Lo más importante es el día a día, el estar comprometidas siempre y entrenar con la idea de que siempre se puede mejorar. Aparte de entrenar y jugar, hay una vida fuera del campo que también tienes que cuidar. Hay un entrenamiento invisible en el que te tienes que preparar para estar al 100%. A la hora que te acuestas, comer e hidratarse bien, la gestión emocional que haces durante las tardes cuando estás sola en casa, si tomas conciencia de los protocolos de prevención…
¿Qué ha sido lo mejor y lo peor de ser entrenador del Barça?
Lo mejor es todos los éxitos que hemos podido tener, tanto a nivel profesional como personal. Y lo peor, o lo que más me ha costado comprender es que la gente opina sin tener información. Ya lo he asimilado y entiendo que hay todo un mundo que no depende de mí y que tengo que omitir desde el punto de vista mental.
¿Qué consejos le darías a tu hijo para seguir tu ejemplo y llegar a lo más alto?
Creo que hoy en día la gente se rinde muy rápido. No hay tanto sufrimiento para poder conseguir aquello que cuesta, el hecho de compaginar estudios y trabajos, pasar por trabajos que quizás te gusten menos… Me gustaría que mi hijo sea lo más exigente posible consigo mismo, que luche, que sepa que las cosas no son fáciles. Que le tachen de lo que sea, pero que no de que no ha sido trabajador o lo suficientemente exigente. Así soy yo. Creo que es algo innato en mí y en mi ADN.
¿Qué es lo que más te ha ayudado a ser el entrenador que eres hoy?
Cuando eres profesor tienes que explicar y aprendes; cuando eres preparador físico, aprendes; cuando eres asistente, aprendes; cuando eres el primer entrenador, aunque sea en categorías inferiores, o cuando estás en televisión comentando partidos, aprendes. Siempre he tenido esta vertiente formativa a mis espaldas. También tengo la sensación de que ese perfil polivalente te hace mejor entrenador cuando conoces al periodista, al preparador físico y entiendes más todo lo que rodea al fútbol. Esto es fundamental. Pero te diría, aunque igual es muy poético, que para mí no solo ha sido la parte formativa vinculada al fútbol, sino todo lo que he hecho antes. Como tener que gestionar clientes en restauración cuando no les gusta el plato que les estás sirviendo. Eso es gestión y tienes que salir de esa situación. En un vestuario tienes situaciones parecidas que también implican gestión. Cuando yo vendía algo, tenía que convencer y al final en los entrenamientos o el plan de partido va de eso: de convencer de una idea y transmitir el mensaje.