Ha sido uno de los rostros más conocidos de la Televisión Española, con su inconfundible pelo rojo y mechón blanco. Rosa María Calaf (Barcelona, 79 años) habla para Forbes Women sobre su trayectoria, las fake news y la situación geopolítica actual.
Solo le quedan 13 países por conocer en el mundo.
Ahora creo que son 12, porque me faltaba Arabia Saudita y fui en mayo.
¿Cuáles son?
De Asia solo me falta Kirguistán, se me quedo ahí colgado. En el Caribe hay bastante duda, porque hay algunos países que ni son porque todavía están muy ligados a las metrópolis. En África me falta Angola, Sierra Leona, Liberia y Guinea Conakry. Ahora me voy a ir seguramente a Córcega, pero eso no es un país.
O sea que sus planes para los próximos meses son… viajar.
Sí. Desde que me jubilé combino lo que son mis actividades divulgativas, docentes, de colaboración con ONGs.. con los viajes. Todos los años he hecho como mínimo tres meses de viaje personal. Pero después de la pandemia me rompí una vértebra, y decidí bajar mucho el ritmo de colaboraciones y aumentar en cambio, el de viajes personales. Este año he hecho un viaje a Arabia Saudita, 6.000 kilómetros en coche por Arabia. En diciembre del año pasado y enero estuve Estados Unidos, haciendo parte del sur de Estados Unidos, en coche también, 8.000 kilómetros, porque lo que me gusta es en coche. Es la manera realmente de poder estar, hablar con la gente, meterte por los pueblos, ir donde quieras ir.
¿Por España no viaja?
Sí, recientemente hemos estado por el norte, también por Palencia y Guadalajara, La Mancha, en plan de coche también. El año que viene, volviendo al extranjero, posiblemente haga Mongolia y quizá lo del Pacífico que me falta porque tengo que ir a Japón y entonces aprovecharé.
¿Qué quería ser de pequeña?
De pequeña decía siempre que quería ser exploradora.
Bueno, exploradora está siendo, ¿eh?
Exactamente (risas). Me encantaba leer, mi padre era un gran lector, me leía desde muy pequeña, recuerdo como primera lectura La Odisea, con lo cual imagínate, me encantaba la mitología griega. Y bueno, mi abuelo materno era muy viajero, me contaba montones de historias. Quiero decir, siempre estuvo ahí la idea esta de salir, la tuve siempre. Como mi familia también era para la época, bastante viajera, tuve la enorme fortuna de que desde muy pequeña, el verano de los 14 a los 15 años, me mandaron a estudiar a Francia.
¿Recuerda el primer reportaje que hizo?
El primero sinceramente no. Lo que sí me acuerdo es de que uno de los primerísimos fue un desfile de de vestidos de papel, que se hace en una localidad de Cataluña, en Mollerussa, que eran preciosos porque eran unos vestidos de papel elaborados.
¿Y una entrevista que le haya generado mariposas en el estómago?
Han sido muchas y las que realmente me han gustado generalmente no son personas conocidas. Son sobre todo mujeres que hacen unas labores de resistencia, de trabajo comunitario, de defensa de derechos, o sea, activistas en lugares muy complicados donde se juegan la vida y la pierden con cierta frecuencia. Me emocionó mucho Chico Méndez, un activista brasileño por la tierra, una figura muy relevante. A Chico Méndez lo mataron, unos sicarios, yo a él no le conocí, pero la hija seguía con la labor y este tipo de personajes son los que verdaderamente te emocionan. Si vamos a temas más frívolos, como me gusta mucho el cine, pues, obviamente, cuando voy a entrevistar a Paul Newman, a Marcelo Mastroianni, a Barbara Streisand… La entrevista de Thatcher, estar un rato con ella también estaba muy bien para el currículum, ¿no? Aunque todas estas entrevistas están muy pautadas, no es precisamente lo que más te gusta. No me considero entrevistadora, José Luis Balvín me ofreció un programa de entrevistas en profundidad y le dije que no.
¿Por qué?
Porque creo que de donde sí se saca es de gente anónima, gente de la calle. Pero en cambio, estas entrevistas así, sentados y todo eso, no me considero que sea una buena entrevistadora.
¿Cambiaría algo de su trayectoria profesional?
No, que va, me siento absolutamente privilegiada sí que es cierto que la suerte también tiene que ver. Estar en el lugar, en el momento oportuno. Gran parte de mi trayectoria, de mi carrera, tiene que ver con mi esfuerzo pero desde luego también tiene que ver con las personas que han compartido conmigo el trabajo porque la televisión no se hace sola, la he hecho con mis cámaras, con mis productoras, con la gente de la redacción, etc. Como ya digo, no cambiaría nada, creo sinceramente que he podido hacer muchísimas cosas que ni en sueños pensaba que lo iba a hacer cuando empecé en esto.
¿El periodismo siempre ha estado en crisis?
Efectivamente, siempre ha habido buen y mal periodismo pero un exceso de nostalgia y de sobrevaloración de lo anterior me parece un error. También creo que sería un error no darnos cuenta de que hay una serie de parámetros que facilitan aquello que no habría que hacer. Ahora la tecnología es una aliada magnífica para el mejor periodismo y también, si se usa mal, para el mal periodismo. Además, se paga mejor el mal periodismo que el bueno, esto ha sido siempre así. Tenemos un marco de noticias que mienten, de silencios que engañan, de ruido mediático que distrae y eso se ha perfeccionado y es muy peligroso para la ciudadanía porque realmente la deja bastante indefensa y hace que estemos construyendo sociedades en base a emociones públicas en lugar de opiniones públicas.
¿Qué podemos hacer frente a las fake news?
Pues es muy difícil, por una parte requiere adaptar la legislación a los nuevos sistemas tecnológicos, y por otra, educación, alfabetización mediática, y eso desde los colegios, por supuesto, pues también para los adultos, no solo alertar de lo que está sucediendo si no que aprendamos a determinar lo que es tóxico de lo que no lo es. Todo eso significa un esfuerzo por parte de los responsables de la cosa pública
¿Es optimista en esto?
Depende del día (risas). En general soy optimista, porque siempre pienso que la humanidad ha ido a mejor, estamos mejor ahora que hace 50 o 200 años. Tenemos que decidir qué tipo de sociedad queremos construir. Si queremos una sociedad que vaya para atrás y retroceda en progreso científico y progreso humano, o si queremos seguir progresando. Y si queremos una sociedad de plataformas y aplicaciones, de consumidores de productos y de ideas, o una de ciudadanos educados y libres, que piensen y decidan. Y entonces ahí, mi optimismo o pesimismo depende. En general creo que vamos a ir a mejor pero donde hemos de poner el énfasis absoluto es en la revolución humanística. Estamos vaciando de contenido la democracia, que de momento, como sabemos, es el menos malo de los sistemas. Y vaciando de contenido en cuanto a la priorización del bienestar y los derechos de las personas.
¿Cómo ve la situación geopolítica con el conflicto de Ucrania y el de Gaza?
Es muy preocupante porque sirve para darle la puntilla a la incipiente cultura de paz que estábamos llevando a cabo. Se reanima el rearme, se normaliza la resolución de los conflictos por la guerra en lugar de por la diplomacia, por el diálogo y eso es inquietante. Conviene que haya mucha pedagogía, crear una cultura de paz no se hace solo, significa enseñar y promover lo que parecía que se había avanzado mucho con todo el tema de la Unión Europea, etc. La guerra nunca es solución: dices, los ucranianos están perdiendo la guerra. No, lo que están perdiendo es la paz.
¿Cree que la sociedad está adormecida, que nos hemos acostumbrado a ver niños muertos?
Creo que sí, pero también creo que es debido a lo que hablábamos, a la avalancha de supuesta información y en algunos casos de supuesta educación. Cuando lo que se exacerba son las emociones es muy difícil que la respuesta sea una respuesta reflexiva. La información y la educación deben enseñar a pensar, a reflexionar y hacerse de preguntas sobre las propias responsabilidades y la prensa debe contribuir a que, facilitando datos veraces, la ciudadanía se haga preguntas. El público está adormecido porque lo que se intenta es tener una sociedad distraída cuando cree que está informada. Está entretenida, no está informada, está distraída y además, está engañada. Cuando se aplica un término como terrorista, por ejemplo, a una acampada estudiantil es ejercer de una forma muy perversa, ¿no? Los estudiantes, que en los últimos años sí que habían estado muy apáticos con los grandes temas sociales, están reaccionando ahora. Y bueno, lo que está pasando en Estados Unidos, por ejemplo, es muy relevante.