Dicen que las huellas de nuestro pasado son el mapa de nuestro viaje, y solo al aceptarlas como parte de nuestro camino podemos encontrar el camino de retorno a casa. Mariel Hemingway nació en el pintoresco pueblecito rural de Ketchum (Idaho) un 22 de noviembre de 1961, en el seno de una de las dinastías americanas que forman parte de la mitología urbana del siglo XX. Muchos todavía la recuerdan por su magistral interpretación en la película Manhattan, dirigida por Woody Allen en 1979, que le valió una nominación al Oscar con tan solo 16 años y la catapultó a la fama mundial. Sin embargo, la vida de la nieta del Premio Nobel de Literatura que pronunció la famosa frase “el talento consiste en cómo vive uno la vida”, dista mucho de haber sido un camino de rosas y ha estado marcada por el alcoholismo, las enfermedades mentales y la tragedia familiar. Su abuelo Ernest se quitó la vida en 1961 cuando se pegó dos tiros en su casa de Idaho tan solo unos meses antes de que ella naciera. Años después, su hermana, la supermodelo y actriz Margaux Hemingway, le seguiría los pasos. Sin embargo, para Mariel su familia es un motivo de orgullo y una fuente de inspiración. Reconciliada desde hace ya muchos años con los demonios de su pasado, la actriz americana recibe a FORBES WOMEN en exclusiva para honrar la memoria de los suyos y reflexionar sobre su lucha por la salud mental.
¿Cuál fue el motivo que te llevó a convertirte en actriz y cómo crees que esta elección contribuyó a tu desarrollo personal y profesional?
Mi hermana Margaux fue una de las supermodelos más importantes de los años 70. La primera en ganar un millón de dólares y apareció en la portada de la revista Time. Luego, consiguió el papel protagonista en la película de culto Lipstick, donde había un rol de hermana pequeña. Como ella nunca había actuado antes, pensó que tal vez podría incluir a su propia hermana. En aquel entonces, yo tenía solo 13 años, así que realmente no entendía la magnitud de mi decisión. Pensé que rodar esta película sería divertido, y me proporcionaría una experiencia emocionante al ir a Los Angeles. Después participé en una película para televisión, y fue cuando Woody Allen se puso en contacto conmigo para rodar Manhattan. Esa experiencia fue increíblemente positiva y cambió mi vida. Allen era un director excepcional, y disfruté mucho trabajando con él. Fue en ese preciso momento, con 16 años, cuando decidí que la actuación sería mi carrera.
¿Cuándo fuiste consciente por primera vez que eras miembro de una de las familias más famosas de los EE.UU.?
Creo que fue en una estación de esquí. En aquel entonces, yo era esquiadora de competición, y estaba compartiendo el telesilla con un extraño que se acercó a mí. Resulta que estaba de visita en Sun Valley. Cuando le dije mi nombre, Mariel, me preguntó cuál era mi apellido. Respondí: «Mariel Hemingway». En ese momento, su expresión cambió drásticamente, como si hubiera visto un fantasma. Me preguntó si tenía alguna relación con Ernest Hemingway, y le dije que era mi abuelo. Aunque era solo una niña fue un momento del que me acuerdo como si fuera ayer. Regresé a casa emocionada por la reacción de este hombre, pero al contárselo a mis padres, me explicaron la verdadera magnitud de nuestra fama. Fue entonces cuando empecé a entender lo que significaba ser parte de una familia mundialmente conocida.
En los últimos años, te has destacado por ser una de las principales defensoras de la salud mental. ¿Cuándo comenzaste a percibir que algo no iba bien en tu familia?
Crecí en un entorno familiar donde el consumo excesivo de alcohol y la presencia de enfermedades mentales eran comunes, aunque en mi juventud no era plenamente consciente de lo que estaba ocurriendo en casa. Mi hermana mayor padecía esquizofrenia, y creo que esta enfermedad estaba vinculada a su adicción. Esta dinámica marcó gran parte de mi infancia. Mis padres desconocían el estado mental de mi hermana y llegaron a la conclusión de que eran malos padres. En aquel entonces, el tema de la salud mental era tabú y nadie hablaba de ello. Por otro lado, mi hermana Margaux alcanzó una fama desmedida que la sumió en una espiral de adicción y baja autoestima. Observar este panorama en casa me generó un temor constante; temía desarrollar problemas mentales si no cuidaba mi salud física. Durante esos años, también asociaba el aumento de peso con la enfermedad mental, ya que mis hermanas solían engordar cuando estaban medicadas o en rehabilitación. Pasé muchos años temiendo perder la cabeza y creyendo que la vida sería una lucha constante a menos que controlara todo. No fue sino hasta bien cumplidos los cuarenta que me di cuenta de que no había nada malo en mí. No estaba loca ni iba a enloquecer. Este hecho me impulsó a compartir mis experiencias, no solo para quienes padecen enfermedades mentales, sino también con aquellos que se enfrentan a desafíos de salud mental de otra índole.
¿Cómo conseguiste superar estas adversidades de la vida?
Yo tenía que lidiar constantemente con la depresión y mis trastornos alimentarios, pero adoptar un estilo de vida saludable que incluía prácticas como la meditación, el yoga, una alimentación equilibrada y practicar ejercicio, realmente me ayudó a transformarme en una persona más saludable y feliz.
¿Cuál crees que es que es el mayor bulo que se ha escrito sobre tu familia en los medios?
Muchas personas han escrito sobre la ‘maldición de los Hemingway’, similar a lo que ocurre con los Kennedy. En nuestro caso, esta ‘maldición’ se manifestaba a través del suicidio en nuestra familia. Es una carga terrible para un niño crecer pensando que tu familia está maldita. De pequeña, sentía que era algo inevitable, algo que escapaba a nuestro control y que era parte de nuestro destino. Me costó mucho tiempo darme cuenta que ser un miembro de la familia Hemingway no es una maldición sino una bendición.
Si tuvieras la oportunidad de cambiar algo del pasado, ¿qué harías diferente?
Yo era la más joven de mi familia. Si pudiera retroceder en el tiempo y haber nacido diez años antes, me hubiera encantado haber tenido la oportunidad de conocer a mi abuelo y ser parte de su vida. En cuanto a mi familia, lo hice lo mejor que pude. Desde pequeña, estaba constantemente pensando en cómo resolver los problemas familiares. Recuerdo que este pensamiento comenzó cuando yo era muy joven. Mi madre enfermó de cáncer cuando yo tenía solo 12 años. A mí me tocaba acompañarla en un trayecto de 100 kilómetros para ver al médico, ya que ella estaba demasiado enferma para hacerlo por sí misma. Tenía una sensación constante de responsabilidad, de que podía marcar la diferencia en la vida de mi familia. Hoy en día no estoy segura de que quisiera cambiar algo si pudiera volver atrás. Yo los amaba profundamente, por lo que siempre quise hacerlo lo mejor posible.
¿Cómo has decidido proteger a tus hijas de las tragedias que sucedieron antes en tu vida?
Creo que es imposible proteger completamente a tus hijos del mundo que puede llegar a ser un lugar muy estresante. En la actualidad, las redes sociales tienen un impacto enorme en los jóvenes. Por eso, decidí ser muy proactiva en asegurarme de que mis hijos conocieran bien nuestra historia familiar. Yo no supe que mi abuelo se había suicidado hasta que cumplí 16 años, y me dejó totalmente descolocada. Por eso me he esforzado en transmitirles a mis hijas la importancia de entender de dónde venimos y las circunstancias que rodean nuestra familia, incluyendo la presencia de adicciones. Les hice conscientes de la necesidad de cuidarse del alcohol y las drogas, no imponiéndoles reglas, sino explicándoles las implicaciones. Les hablé sobre cómo nuestra genética podría influir en su salud mental.
Decidiste grabar el documental ‘Soul to soul’ con Oprah Winfrey sobre tu familia ¿Por qué decidiste compartir algo tan privado?
Creo que es esencial transmitir que la enfermedad mental afecta a individuos de todos los ámbitos: personas con fama, fortuna, así como aquellos menos privilegiados, incluyendo a los sin hogar. Es un problema que abarca a todo el espectro social. Sin embargo, también creo firmemente en la posibilidad de recuperación. Al realizar ese documental me di cuenta de que la mayoría de las personas sobre las que hablé ya no están entre nosotros, salvo mi tío. Sin embargo, esto no me desanima, ya que considero que compartir nuestras historias es el primer paso hacia la recuperación en el ámbito de la salud mental.
¿Cuáles son los recuerdos más entrañables que guardas de tu familia?
Crecí en una parte verdaderamente hermosa de Estados Unidos, en un estado llamado Idaho, en un centro de esquí conocido como Sun Valley. Siempre me acuerdo de cuando cazaba con mi padre durante el otoño y perseguíamos patos. Además, solíamos pescar juntos en un río muy conocido llamado el Silver Creek. Él era uno de los mejores pescadores con mosca que jamás haya existido. Fueron estas experiencias y su amor por la naturaleza lo que me hizo darme cuenta de que esta conexión con el aire libre es parte de nuestra herencia. Mi abuelo también compartía este amor y disfrutaba escribiendo sobre el viento, el aire y el cielo, ya sea que estuviera en Madrid, Italia o Idaho. Había algo muy particular sobre cómo la naturaleza influía en su escritura y su estado de ánimo. Mis recuerdos más preciados son aquellos en los que estoy al aire libre, en la naturaleza con mi padre o disfrutando de un picnic con toda la familia.
¿Cuáles son tus planes profesionales para los próximos años?
En este momento mi esposo y yo tenemos una empresa de salud y bienestar llamada Williams Hemingway. También ha creado una cámara llamada stratosphere ATC de entrenamiento de altitud, presuriza a diferentes altitudes y haces ejercicio en ella. Hay vibración, sonido e iluminación, y es absolutamente extraordinaria. Yo estoy en la parte periférica de ese negocio. Además, estoy muy enfocada en la producción de documentales y series. Ahora estoy produciendo el libro de mi abuelo, París era una fiesta, en una serie de formato corto. También estoy haciendo algo llamado La Finca, que trata sobre el periodo que paso mi abuelo en Cuba y luego quiero producir otra serie llamada Hermanas Hemingway, que trata sobre mí, Margaux y Muffet, de los años 60, 70 y 80.