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Las 13 curiosidades que no sabes de ‘La sociedad de la nieve’ (el número mágico que ha marcado a los supervivientes)

Desde embarcar un viernes 13 hasta los 13 supervivientes que esperaron en el Valle de las Lágrimas a que los rescataran. La historia que esta noche puede ser premiada en los Oscar encierra más de una jugada maestra con el destino.
'La sociedad de la nieve', de Netflix.

Considerado por muchas culturas como símbolo de mala suerte, el número 13 estuvo presente en todo momento en el trágico accidente de avión que ocurrió en los Andes, en 1972, y del que Juan Antonio Bayona se ha hecho eco con su película La sociedad de la nieve, ganadora de 12 premios Goya y nominada a Mejor película extranjera en los Oscar de esta noche.

La tragedia de los Andes devolvió a casa a 16 supervivientes de los 45 que viajaron en el 571 de las Fuerzas Armadas de Uruguay. Lo ocurrido fue de esas historias que, por pocas veces, consigue que la realidad supere la ficción. Casi como si se tratara de un storytelling ideado y creado para la elaboración de una producción a la altura de lo que está suponiendo La sociedad de la nieve para cinéfilos y aficionados a las historias de aventuras, la ocurrido un viernes 13 de octubre de hace 52 años tiene un argumento hipnotizador y adictivo. Además de las anécdotas que aglutina y que el estreno de Bayona no recoge.

No sólo las que se relacionan con el número 13 son las curiosidades más impactantes que invitan a querer saber más sobre este accidente convertido en un fenómeno de masas a nivel internacional. Todos queremos saber más sobre el avión que se estrelló en las montañas y que, contra todo pronóstico, dejó supervivientes y una historia que lleva de actualidad más de medio siglo. Son muchas las peculiaridades que se le vinculan, una de ellas el intercambio de cifras entre vivos y muertos. En un primer momento y hasta el alud, fueron sólo 16 los fallecidos y 29 los supervivientes; tras la avalancha de nieve y la muerte de Numa Turcatti, las cifras dieron la vuelta: 16 consiguieron salir de las montañas y 29 quedaron en ella.

Pero saber más es lo que deseamos, así que destacamos 13, el número mágico del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, que La sociedad de la nieve no evidencia en su guion.

Mendoza, el origen de una amistad

No estaba planeado que el avión tuviera que hacer escala en Mendoza (Argentina) en un trayecto tan corto entre Montevideo (Uruguay) y Santiago de Chile (Chile), pero las condiciones climáticas adversas obligaron a hacer noche allí. Como si de una premonición se tratara, el temporal dio un pequeño aviso de todo lo que estaba por venir. Este alto por el camino dio tiempo a que Numa Turcatti, Antonio ‘Tintín’ Vizintín y Juan Carlos Menéndez salieran de fiesta, conocieran la ciudad e invitaran a cenar a tres chicas que conocieron en su jornada turística. Es Tintín quien cuenta esta anécdota en una entrevista concedida a Forbes Women a raíz del estreno de la adaptación de Bayona: «Cenamos en un lugar que vendía milanesas. Una de las chicas se levantó y en un papel puso el nombre de los seis y la nota «amigos por una eternidad», y vaya si así fue. Ese fue mi primer contacto con Numa, un tipo callado, reservado, con cara de bonachón». Sólo Tintín consiguió volver de las montañas.

La sociedad de la nieve
Carta escrita por Numa Turcatti. Netflix.

«Hay una carta para ti»

No hubo un único destinatario en la carta que dejó Numa tras su muerte. Cierto es que la película recoge este momento y que su contenido fue el que nos han contado: «No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos». Pero la escena fue diferente de la adaptación. Fernando ‘Nando’ Parrado, Roberto Canessa y Tintín salían de expedición a diario. Para que no se les echara la noche encima, salían temprano. Cuando Numa fallece, ellos están fuera. Fue al llegar al fuselaje y al enterarse de su muerte cuando el grupo entero decide intentar la travesía más grande al día siguiente. Numa fue la inspiración, pero fue la mejoría de las condiciones climáticas y la existencia de un saco de dormir aislante del frío lo que les impulsó a dirigirse hacia Chile en busca de ayuda.

«Feliz cumpleaños, compañero»

Muchos supervivientes soplaron las velas en los restos del avión. En cómo lo hicieron reside la anécdota. No había tartas, tampoco velas, pero sí cigarrillos. A muchos espectadores les ha llamado la atención la cantidad indecente de tabaco con la que cuentan los supervivientes (incluso ha sido objeto de crítica para tirar por tierra la veracidad del argumento), pero todo tiene su explicación. Dos de los pasajeros del avión trabajaban en una tabacalera: Javier Methol y Pancho Abal, primos, por lo que fueron previsores ante la escasez de tabaco que había en Chile en aquel momento y viajaron con grandes cantidades. Como regalo de cumpleaños, a quien sumó un año más en aquellos meses que compartieron juntos se le entregaba una ración extra de cigarros.

7 vidas tiene un gato (y Javier Methol)

Algunas personas parecen estar bendecidas por la varita mágica de la suerte y la desgracia. Una de ellas fue Javier Methol. Junto a su mujer Liliana Navarro, Methol subió al avión de casualidad. «¿Ahora que decidí volver a estudiar voy a faltar por un viaje? Vos estás loco», le espetó Liliana a su marido semanas antes. La posibilidad de celebrar su 12 aniversario de bodas solos, sin sus cuatro niños y pasar unos días como novios, fue lo que acabó por animar al matrimonio a escaparse unos días a Santiago. El destino tenía otros planes. Ambos sobrevivieron al impacto, pero ella falleció en el alud. Cuando Methol volvió a casa nunca más habló de Liliana. Su pérdida fue demasiado dolorosa. Como si esta adversidad no fuera suficiente, Methol ya fue víctima de más accidentes. Anteriormente había sufrido de tuberculosis y hepatitis, a los 15 años se golpeó la cabeza y estuvo en coma más de 10 días (e incluso le llegaron a dar la extremaunción y después revivió). Fue en ese accidente cuando se rompió el nervio óptico y quedó ciego de un ojo.

Liliana y sus 4 hijos, 1972. Fotografía cedida por su hija, María Laura Methol Navarro.

Liliana, música para los oídos

Dicho en primera persona por algunos de los supervivientes con los que Forbes Women ha podido charlar, Liliana fue «nuestra madre en las montañas hasta que el alud nos la quitó» y «lo que te puedo decir de Liliana es que sentimos que fue esa mujer, esa madre en la montaña que nos animaba, nos agarraba la mano». La única mujer que sobrevivió al impacto (la hermana de Nando, Susi, quedó gravemente perjudicada tras el choque y falleció días después) dejó a cuatro niños pequeños en casa pero fue una madre para los sobrevivientes con los que convivió hasta su fatídico día. Aunque tiene muy poca presencia en la película, sabemos que Bayona tiene muchas horas de grabación con este personaje como protagonista, aunque no llegaron a ver la luz.

El hotel que pudo facilitarles la supervivencia

Es imposible quitar un sólo mérito de todos los que aglutinan los 16 supervivientes de la tragedia de los Andes, pero la historia se podría haber contado de otra manera de haberse dado cuenta ellos del hotel que tenía a tan sólo unos 22 kilómetros del Valle de las Lágrimas. Desde donde se ubicaba la cola del avión, siguiendo esa dirección, en línea recta, se encontraba el Hotel Termal del Sosneado, un balneario conocido como ‘Las termas del flaco’. En esa época del año el edificio permanecía cerrado, pero hubiera ofrecido mejor refugio y comida enlatada para su supervivencia. Aunque hay serias dudas sobre si los pasajeros hubieran podido o no cruzar el río que lo rodeaba, de haberlo conseguido, la vieja arquitectura podría haber cambiado la historia el 29 de octubre, el día del alud, y haber permitido la supervivencia de todos los integrantes de ese fuselaje.

En cuanto a por qué Nando, Canesa y Tintín se dirigieron al oeste, montañoso, y no al este, por donde pasaba el curso del agua del valle, se debe a que el piloto les comunicó segundos antes de fallecer que habían cruzado Curicó y que, por tanto, estaban ya en Chile. Si esto era cierto, que lo fue, el siniestro se había producido en las fronteras del glaciar, así que si continuaban hacia el oeste, encontrarían los verdes valles. Su salvación.

La historia del hotel que tenían los supervivientes a pocos kilómetros del avión (en esas condiciones, a unos tres días de distancia), se cuenta en el podcast Flight 571: Survival in the Andes de la aventurera estadounidense Blair Braverman. Aquí.

Los cuatro primos Strauch

Eduardo, Adolfo ‘Fito’ y los dos Daniel. Sólo tres se salvaron. Daniel Gonzalo Shaw Urioste falleció en el momento del impacto. Iba sentado en la parte trasera del avión, sin el cinturón de seguridad abrochado, y cuando se produjo el choque, salió disparado hacia el fondo. En una de las expediciones diarias que hacían los supervivientes, uno de sus primos, Fito, le encontró sentado en su asiento, con los ojos cerrados y con la cara quemada por el sol. Fito le tumbó en uno de los restos del fuselaje y trasladó el cuerpo hasta donde se encontraba el grupo para darle sepultura.

«Va por vosotros, papá y mamá»

Nando Parrado fue uno de los líderes indiscutibles de aquella sociedad de la nieve que crearon. Salió malparado del accidente. Sus compañeros creyeron que no conseguiría superar las horas posteriores al choque, pero no le dieron por muerto y dejaron reposar su cuerpo sobre una tabla de metal en contacto directo con la nieve. El principal impacto que sufrió Nando fue en la cabeza. Un traumatismo dejó parte de su cerebro al descubierto, que él mismo confesó notar al tacto. Pero la bolsa de aire que se formó entre su cuerpo y el metal produjo su salvación, porque a pesar del frió de la nieve, consigió mantener el calor. Como calienta el aire que queda entre el cuerpo y un traje de neopreno. Nada más despertar, su objetivo de salir de ahí le ayudó a liderar expediciones y hasta entrenar cada mañana.

En la última, la exitosa, tuvo muy presentes a sus padres, Fernando y Eugenia (el primero se quedó en tierra, pero la segunda falleció en el acto tras ser impactada por los asientos que volaron dentro del avión). Cuando llevaba tres días de marcha llegaron a la cima de la montaña que veían desde el fuselaje, allí descubrieron que todavía quedaba trayecto y que el sueño de ser rescatados tendría que esperar (fueron rescatados 7 días después). A ese pico decidió bautizarlo como Monte Seler, en honor al apellido de su padre. Cuando llagaron al valle donde encontraron al arriero, se comunicó con él a través de una nota que Nando escribió con el pintalabios de su madre, que rescató de los restos. Con ese mensaje, alertó a las autoridades de la supervivencia de pasajeros del vuelo que 72 días salió de Uruguay y desapareció en los Andes.

Los zapatitos rojos

Puede que esta sea la anécdota más tierna de la pericia de estos supervivientes en los Andes. Además de Susi, la hermana que perdió en el viaje, Nando dejó en Uruguay una hermana y una sobrina bebé. En la parada que hicieron en Mendoza, Eugenia, su madre, compró unos zapatitos rojos de charol para su nieta recién nacida. Estos los encontró Nando en una expedición a los restos del avión. Los cogió y se los llevó en el último viaje que hicieron en busca de la civilización. al llegar al Monte Seler, sólo Nando y Roberto continuaron el camino, Tintín se volvió por la debilidad extrema de su salud. Ahí se separarían sin saber si se volverían a ver. En ese momento, Nando le entregó a Tintín uno de los zapatitos. «Quédatelo, llegaré al destino, buscaré ayuda y volveré a buscaros, y me lo darás».

Tiempo para la diversión

Bayona evidencia que suben tres a la montaña y en un momento determinado siguen dos, pero no cuenta el camino de vuelta de Tintín al grupo. No fue casualidad que de Nando, Roberto y él, volviera Tintín. ¿La razón? La excelente forma física que mantuvo durante los 72 días y que, aunque se resintió y podría no haber conseguido llegar a la meta de haberse continuado, sí era el candidato perfecto para recorrer el camino de vuelta de tres en días en menos tiempo, ahorrando comida y energía. Así lo hicieron. Cuenta Tintín en una entrevista a Forbes Women que él fue el único que estuvo solo en las montañas. Parrado y Canessa por un lado y el resto del grupo por el otro. Deshizo el camino en menos tiempo del que tardaron en subir y lo consiguió valiéndose de su preparación e ingenio: se sentó en el suelo, juntó los pies dejando un montoncito de nieve entre ellos, y se deslizó sentado.

La detención de Carlos Páez Vilaró

Los familiares de los supervivientes nunca se dieron por rendidos. Cuando las esperanzas de encontrarlos con vida se fueron disipando, continuaron con las búsquedas, ya para devolver los cuerpos de sus hijos a casa. Uno de los hombres más incansables fue Carlos Páez Vilaró, padre de Carlitos Páez. Por su cuenta lideró expediciones y movilizó helicópteros, pero sin final feliz. El 22 de diciembre de 1972 se encontraba en el aeropuerto de Santiago de Chile para volver a Montevideo, a casa, a pasar la Navidad. Debajo de su abrigo llevaba escondido un cachorro como regalo de las fiestas a sus dos hijas pequeñas, hermanas del desaparecido. Consiguió cruzar el control y llegar a la puerta del embarque cuando una voz por el altavoz pidió su detención inmediata: «Habla la policía internacional. Detengan a Carlos Páez Vilaró». Pensó que le policía había descubierto que llevaba el animal consigo. Cuando le llevaron a las oficinas de control, le dieron la noticia más esperada: habían encontrado el avión en el que viajaba su hijo y este estaba con vida.

Para agilizar las labores de rescate, flotó helicópteros que volaron el mismo día 23 hacia ese Valle de las Lágrimas. Carlos Páez le dio al piloto dos cartas para que se la entregaran a los 13 chicos que aguardaban la llegada de ayuda, entre los que estaba su hijo. La primera carta decía así: «Anímense y tengan confianza. Les mando unos helicópteros como regalo de Navidad». La segunda de ellas fue para su hijo: «Como verás, siempre estuve pendiente de ti. Te espero con más confianza en Dios que nunca. Mamá está en camino con dirección Chile. El viejo».

Un taxi cogido a tiempo

Algo similar a Carlos Páez le ocurrió al padre de Roberto Canessa. También ese mismo día, el 22 de diciembre, tomó un taxi en Santiago para dirigirse al aeropuerto que llevaría a casa por Navidad, asumiendo que tras 72 días su hijo ya no seguiría vivo. Al subirse en él, el taxista le comentó que acababan de anunciar por la radio que dos supervivientes del avión que se estrelló en los Andes habían llegado a un campamento y habían informado de que 14 chicos más estaban con vida. Cuando el padre de Canessa preguntó por esos dos chicos que habían liderado la expedición, el conductor contestó: Nando Parrado y Roberto Canessa.

13, el número de la mala suerte

La no programada parada en Mendoza para sortear el mal temporal que impedía al vuelo 571 llegar a destino siguiendo una trayectoria directa fue sólo una de todas las señales que hacían indicar que los jugadores no llegarían a Santiago de Chile. El número 13, vinculado siempre con la mala suerte, tuvo un papel protagonista en esta historia de catastróficas desdichas.

  • El accidente del Fairchild se produjo un viernes 13. Ellos salieron de casa un jueves 12, día que también tendrían que haber aterrizado en su destino, pero al hacer la parada, los hechos se produjeron un día después.
  • El número de identificación del avión era 571 (5+7+1 =13).
  • 13 personas fallecieron en el momento del impacto del avión (inmediatamente después del choque murieron otras tres personas más).
  • 13 supervivientes son los que esperaron el resultado de la última expedición (de los 16 que sobrevivieron, tres iniciaron la marcha en busca de ayuda: Nando, Canessa y Tintín).
  • 13 eran los dólares que había en la cartera de Eduardo Strauch que apareció en la cordillera 38 años después del accidente. Un expedicionario la encontró en una de sus escaladas.
  • 13 letras contienen las palabras Old Christians, el nombre del equipo de los jugadores de rugby que iban en el avión.
  • 13 letras contiene el nombre del arriero que Parrado y Canessa se encontraron al décimo día de viaje y quien dio alerta a las autoridades de la zona: Sergio Catalán.
  • El avión C47 de la FAU (Fuerza Aérea Uruguaya) que participó en las tareas de búsqueda tenía el número 508 (5+0+8 =13).

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