Al arrullo del río Sena y bajo el puente Alexandre III de París el lujo silencioso quedó herido de gravedad un 25 de enero de 2024.
Cuando la tendencia más deseada y necesaria en moda hasta la fecha –por su sentido de la estética minimalista y por la defensa de la circularidad de las prendas al apostar por los fondos de armario– parecía que se abría paso y hasta se acomodaba en una industria, a priori, en constante estado de cambio, el exceso ha vuelto a abrirse paso. Ha sido John Galliano el artífice del golpe de efecto que nadie vio venir. Al menos, no ahora, porque la discreción parecía ser la mano que mecía la cuna y la desmesura cosa del pasado. Pero nada es definitivo si el hombre que salió de forma precipitada de Dior, en 2011, para entrar más pausadamente en Maison Margiela, tres años después, exhibe en la clausura de la Alta Costura primavera-verano 2024 de París su espíritu teatral e historicista del que siempre ha sido practicante.
Más como una obra de arte que como una colección de moda al uso –de esas que tantas veces al año pasan por nuestra retina pero no dejan calado en nuestra memoria–, el show de Galliano para Maison Margiela podría haber sido ideado con pincel y caballete. Ambientado en un local de sofás desgastados y mesas de billar viejas, oculto bajo unas escaleras cercanas al puente Alexandre III, los personajes que por allí desfilaron tomaron su inspiración de las gentes procedentes de los bajos fondos parisinos. El artista recreó la figura de esos hombres de dudosa reputación que se paseaban por la belle époque vestidos como recién salidos de una pelea callejera, esas mujeres de las calles a medio vestir tras un encuentro sexual, gangsters de mirada desafiante envueltos en cárdigans desteñidos.
Hablamos de un desfile de moda, de diseños excesivos y melodramáticos, del resurgimiento de los códigos hiperreconocibles de Galliano y del John más puro y poético.
Un universo dispar con la silueta de reloj de arena como hilo conductor de una colección que a los corsés extremos, las caderas abultadas y los vestidos transparentes, se sumó el maquillaje de Pat McGrath, de pieles brillantes, trabajadas como efecto porcelana, con mejillas muy marcadas y bocas diminutas; tirabuzones, recogidos y cardados el estilo demi-mondaine, como los retratos que acostumbramos a ver colgados de las paredes de un museo. Hablamos de un desfile de moda, de diseños excesivos y melodramáticos, del resurgimiento de los códigos hiperreconocibles de Galliano y del John más puro y poético, que desde sus comienzos en la Haute Couture, allá por los 2000, sus creaciones invitaban a soñar y a seguir creyendo en la excepcionalidad.
Tras esta invitación onírica la crítica no tardó en verter su opinión: más Galliano que nunca, John está de vuelta. Y sin entrar en el debate que termina con la obligación de elegir una industria de propuestas discretas o sobredimensionadas, la reinvención de las marcas y de sus directores creativos está dando como resultado colecciones y campañas a la altura de auténticas piezas de museo.
Tendencia ‘fashion’
Lo último de Maison Margiela no es la excepción, aunque sigamos febriles con lo contemplado. En la misma semana, las esculturas de Jacquemus salieron a pasear. No hubo ademanes intrínsecos en este paseo. Todo lo que vimos fue lo que quería que viéramos: una selección de prendas de corte primaveral llamada Les Sculptures y presentada en la Fundación Maegh, un emblemático recinto artístico situado en el sur de Francia.
Que los creadores más contemporáneos rindan culto a sus fuentes de inspiración es otra forma de seguir demostrándoles lealtad. En esta ocasión, las siluetas que resaltan los hombros y reducen el torso, que juegan con lo cóncavo y convexo, son una muestra del interés de Jacquemus por los orígenes, que, para él, se cuentan en el arte. Esta fundación conserva obras de Miró, Braque y Giacometti, entre otros, y a ellos va dedicada su propuesta. Y no es el única marca que busca alimento creativo en esta disciplina. Ferragamo mandó un mensaje con su campaña Renaissance: el Ranacimiento es el mejor símbolo de renacimiento, de comenzar de nuevo una y otra vez si con el gesto se aporta un valor añadido. Firmas como la italiana han sabido darse cuenta del secreto, y para la campaña mencionada se valió de pinturas cortesía de Le Gallerie degli Uffizi.
Esculpir la mente hasta el detalle para entender que el arte, sinónimo de tradición e innovación, puede ser un diccionario de ideas en el que apoyar lo nuevo que vendrá, es la mayor pieza artística en la que trabaja la industria. El objetivo está claro y el resultado será lo que pensábamos: la belleza está en la tradición.