Dice Mark Manson, autor de The Subtle Art of not Giving a Fuck (bestseller en la guía del New York Times) que para garantizar una relación larga, saludable y feliz es imprescindible admirar a la persona con la que se convive, respetarla y comunicarse de manera constante. También refuerza la idea de que ambos miembros deben encontrarse en constante estado de sacrificio. No cabe duda que estas pautas fueron infranqueables en la historia de amor entre el español Vicente Ferrer, fallecido en 2009, y la británica Anna Ferrer (Essex, Gran Bretaña, 76 años), presidenta y directora ejecutiva de la Fundación Vicente Ferrer.
Con apenas 20 años, la directiva y responsable de una de las ONG’s más prestigiosas del mundo, se sentó frente a la persona que le cambiaría la vida, sin ella saberlo. Quería hacerle una entrevista al completar sus estudios de periodismo en India. Era el año 1947, 20 años después de su independencia. La convicción de Ferrer acerca de la erradicación de la pobreza y la responsabilidad individual de mejorar el mundo fue tal, que Anna Ferrer quedó totalmente prendada de sus ideas.
Tras 57 años de matrimonio, tres hijos nacidos en el seno de la Fundación y una entidad sin ánimo de lucro que ha trabajando en todos los ámbitos del desarrollo humano, Anna Ferrer continúa el legado de su marido convencida de que el mundo es un lugar en el que hay que convivir con el conflicto y la maldad, y en el que, sin embargo, hay más gente buena que mala.
Se siente satisfecha cuando familias del pueblo donde trabajaba, Anantapur, al sur de India, le explican su progreso en los últimos 50 años. Nacieron sintiéndose inferiores y actualmente se igualan al resto de castas sociales tan jerarquizadas del país. Esa es la razón por la cual está aquí. Hablamos con ella por videollamada.
¿Qué proyectos tenéis en marcha actualmente en Vicente Ferrer y cuál es vuestra proyección internacional para 2024?
Los proyectos de la Fundación siempre han sido integrales. De hecho, esto ha sido algo imprescindible para el progreso de las familias en las zonas rurales. Cuando digo integrales me refiero a proyectos relevantes en el mundo del desarrollo, en áreas concretas de la vida de las personas. Por ejemplo, en India, estamos en la segunda zona del país más seca. Para nosotros es fundamental luchar contra la sequía y lograr que el planeta sea mucho más sostenible. La educación, tanto para hombres como para mujeres es el pilar principal como base de este progreso.
Somos de las pocas ONGs que tienen hospitales en zonas rurales con todas las especialidades médicas necesarias para dar servicios a familias en zonas sin acceso a sanidad de calidad. Esto ha hecho que, gracias a nuestra experiencia, podamos asesorar a ONGs en países como África, Filipinas, Nepal o Asia, apoyando y trabajando con sus comunidades más vulnerables.
¿Cuál ha sido el proyecto más complicado en el que ha trabajado? ¿Y el más gratificante?
Dificultades y obstáculos hay siempre, es normal en este tipo de trabajos. Pero lo que más años ha tardado en dar resultados es la igualdad de género. No hablo del progreso físico de las mujeres, pues son inteligentes y fuertes: estudian más que los chicos, son buenas gerentes de sus proyectos económicos, muy trabajadoras y buenas líderes. De lo que hablo es de la dificultad y la discriminación que sufren respecto a los hombres causadas por la sociedad patriarcal. Es complicado cambiar valores tan arraigados en sus corazones y mentes. Para que exista un cambio hay que trabajar mucho, concienciando con formaciones sobre igualdad y cambiando hábitos cotidianos. Es imposible hacer un discurso pensando que a nivel intelectual todo va a cambiar de pronto. Hay que dedicar mucho tiempo para tocar, sentir y ver un cambio real.
Pensando en la parte buena… Lo que más satisfacción y felicidad me genera es que una familia del pueblo (Anantapur) me explique su progreso en los últimos 50 años. Me dicen: “Anna, antes pensábamos que habíamos nacido inferiores. Hoy sentimos que somos iguales al resto de indios”.
Eso para mí, da respuesta al por qué y el para qué estamos aquí.
¿Qué diferencia a Vicente Ferrer como ONG frente al resto de entidades sin ánimo de lucro? ¿Cuántos trabajadores tienen?
Llevo 54 años en el mundo del desarrollo y somos 3.000 personas fijas trabajando día a día. Conozco muy buenas ONGs. Las hay pequeñas, medianas y grandes, con iniciativas buenísimas. La mayoría de ellas emplean su esfuerzo en dos ámbitos del desarrollo: mujeres y medioambiente, por ejemplo. La Fundación Vicente Ferrer lleva 54 años trabajando en todos los ámbitos del desarrollo, (no digo que sea el mejor método) pero realmente creo que esto ayuda a apoyar a las familias a progresar más rápido.
¿Cuál es el mayor aprendizaje que ha obtenido tras estos 50 años de trabajo en India?
Nuestro planeta tierra es un lugar con tantos conflictos, maldad y complicaciones… Sin embargo, he aprendido que hay más personas buenas que malas en el mundo y que, juntos podemos marcar la diferencia y cambiar el mundo.
¿Por qué su familia decidió enviarla a India con apenas 16 años? ¿Cuál era su contexto familiar y cómo se encontró el país en los años 60?
En 1963 el planeta era un lugar en el que se vivían muchas aventuras. Mi hermano mayor, su mujer y su hija de un año querían hacer un viaje mundial. Me invitaron, y como soy una persona muy espontánea les dije que sí. Hicimos un viaje cruzando Europa, Asia y llegando a India. Nos faltó dinero, por lo que mi hermano (ingeniero químico) encontró trabajo para que yo pudiera continuar mis estudios en Mumbai. Estudié para ser periodista y en el primer periódico dónde trabajé conocí a Vicente. Yo tenía 20 años, los mismos que habían pasado desde la independencia de la India. La pobreza era extrema.
¿Cómo se enfrentó a la entrevista teniendo en cuenta que Vicente Ferrer tenía una orden de expulsión del país?
Lo que más me impactó, sin pensar en él como un futuro novio o marido, era su convicción total de que la erradicación de la pobreza no es un sueño, y que cada uno de nosotros tenemos como responsabilidad contribuir con un pequeño grano de arena. Sus palabras me motivaron, y con 20 años sentí que yo también podía hacer algo. Esta idea tan fuerte que todos nosotros deberíamos tener, nos permite no dejar a los gobiernos e instituciones que entorpezcan el progreso humano. Hoy veo los resultados de su convicción. Somos cientos de miles de personas en la Fundación trabajando por el bien y todos los resultados, el fantástico progreso de la gente, es gracias a cada ser humano.
¿Conoce la importancia que tiene Vicente Ferrer en España? ¿Qué cree que sus hijos han heredado de él y a qué se dedican actualmente?
Vicente siempre ha sido una de las personas de referencia para hacer el bien. Muchas personas en España creen y apuestan por su convicción de las buenas acciones. No solo creen, si no que las han visto y han conocido los resultados de sus creencias en la India y en España. Todos nuestros hijos (Tara, de 53 años, Moncho de 52 y Amuna de 49) nacieron en Anantapur y fueron a la escuela también aquí, han visto de primera mano la pobreza actual y son personas de mucha compasión. Moncho, que trabaja en la Fundación y ama Anantapur (es su sitio favorito), tiene muy buenas cualidades de liderazgo. Es una combinación de Vicente y mía con sus propias cualidades. Mi hija mayor está casada y vive en Australia, pero en su grupo de amigos es la persona a la que la gente acude cuando tiene un problema. Mi hija pequeña está con nosotros en Anantapur y su marido trabaja también en la Fundación. Tiene mucha compasión con los animales y cuida a los que se encuentran en la calle.
¿Cómo recuerda su vida junto a Vicente? ¿Ha cambiado la Fundación desde que no está? ¿Qué es lo que más añora de compartir proyectos con él?
Vicente y yo fuimos muy buenos amigos. Siempre estábamos juntos. Charlábamos sobre trabajo, hacíamos bromas, reflexionamos sobre qué más podíamos hacer día y noche. La Fundación no ha cambiado desde que se fue, porque Vicente motivaba a cientos y miles de personas para trasladar su mensaje: El mundo necesita a gente haciendo el bien.
Ahora que no está, todos los que nos hemos quedado trabajamos por continuar su legado, tanto en la India como en España y en otros países. Echo de menos que no esté y poder compartir proyectos con él. Vicente siempre estaba: si quería su opinión, si tenía un problema, siempre estaba ahí. Temprano por la mañana, durante el día, por la noche… eso es lo que más echo de menos. Hay muchas personas que me apoyan en mi día a día pero él siempre será para mí único.
Imagino que con su experiencia sabrá diferenciar qué voluntarios acuden a India buscando aportar su granito de arena y cuáles participan en un ámbito menos comprometido…¿Cuál es la manera de filtrar a los voluntarios en un contexto en el que el voluntariado se está convirtiendo en una moda?
Recibimos voluntarios desde hace más de 25 años. La verdad es que todos son muy buenas personas y trabajan con muy buen corazón. Tienen compasión y son personas muy inteligentes. Cuando tienes esta combinación sabes que estás ante una gran persona. Así son nuestras voluntarias y voluntarios.
Anantapur, dónde se encuentra la Fundación y su lugar de residencia es una región rural y humilde, ¿cómo se acostumbra uno a vivir tan cerca de la mendicidad, el hambre y la diferencia de clases tan abismal?
Yo soy una persona muy sencilla por lo que soy feliz viviendo una vida simple, rural. No tengo ganas de ir a ciudades grandes ni de vivir en ellas. No necesito de cosas materiales para ser feliz. Vivo en un país en el que hay mucha diferencia entre las personas pobres y las ricas. Es difícil para mí conocer a personas que sufren, sea cual sea el motivo. Después de 60 años en la India esto me sigue quitando el sueño. No debemos aceptar estas diferencias, luchar por la igualdad y la justicia es hacer el bien.
¿Qué es para ti la felicidad? ¿Es muy diferente al concepto de felicidad que existe en occidente?
Me doy cuenta de que no comprendo bien el concepto de felicidad que existe en occidente. Para mi la felicidad es una vida simple, charlar con amigos y amigas, compartir la felicidad entre seres queridos, y el trabajo para conseguir la felicidad de las otras personas. Creo que trabajando juntos y apoyando a otras personas uno puede ser feliz y hacer feliz a los demás.
¿Qué consejo le darías a la juventud de hoy en día, en un mundo cada vez más individualista en el que poseer bienes parece tener más importancia que fortalecer valores?
En la Fundación recibimos muchos grupos de jóvenes que nos visitan. Son chicos y chicas que están estudiando bachillerato, entre 16 – 17 años. Estudian en España o en India y no suelen vivir en este campus. Quieren vivir en los pueblos. Les impacta mucho ver la diferencia, darse cuenta de que hay otro mundo. Ven como en las escuelas todos se sientan en el suelo y estudian. Aprecian mucho la visita a estas zonas del país y tienen iniciativas de recogida de fondos para apoyar proyectos. Esto les hace cambiar de visión y ver el mundo de otra forma.
¿Qué opina de la muerte? ¿Cómo se relaciona con ella tras la muerte de su marido y qué reacción tuvo la comunidad de Anantapur?
Para mi la muerte es una parte de la vida. Solo creo que toda persona tiene el derecho de morir en paz y tranquilidad. Vicente físicamente no está pero la verdad es que vive en los corazones de todas las personas de Anantapur. No necesita días especiales, él está en todas partes.