«¿De aquí cómo me voy?» fue la pregunta generalizada que se hicieron durante 72 días los supervivientes de la tragedia de los Andes, que ha vuelto a nuestras vidas 51 años después del siniestro con la película La sociedad de la nieve, de Juan Antonio Bayona, disponible en Netflix. Lo podemos intuir, porque a todos nos asaltaría esta pregunta, pero nos lo confirma Antonio Vizintín, ‘Tintín’, uno de esos 16 héroes que consiguieron salir con vida del Valle de las Lágrimas, el lugar de nombre irónico en el que cayó el avión de los uruguayos y que dio cobijo a jóvenes heridos y muertos durante casi dos meses y medio.
Con motivo del estreno, en una entrevista exclusiva para Forbes Women, Tintín comenta que La sociedad de la nieve refleja con una precisión abrumadora la realidad que allí vivieron, el abandono, el hambre, el dolor, la desesperación, el pánico, la muerte, pero también el compañerismo, la resiliencia y la fortaleza espiritual que cultivaron todos ellos, como sociedad, en mitad de la nada. Las tareas se repartieron en función de las aptitudes para cada una de ellas. A las batidas salían quienes más resistencia tenían, los enfermos eran atendidos por quienes estudiaban Medicina, el entretenimiento corría a cargo de quienes más disfrutaban contando historias. Y entre todos, un hombre fue el que destacó, por su compasión y bondad por quienes más sufrieron las consecuencias del accidente, por el espíritu inspirador que mantuvo en los momentos más complicados, por su lucha por la supervivencia del grupo. Por todos sus actos heroicos silenciosos. Hablamos de Numa Turcatti (Montevideo, Uruguay, 1947 – Los Andes, 1972).
Aquel 12 de octubre de 1972 subió al avión sin necesidad. No formaba parte de los Old Christians, un equipo de rugby que se trasladaba a Chile para disputar un encuentro deportivo, de manera que no conocía a casi nadie de sus compañeros de vuelo. Sólo a dos de ellos, sus amigos Alfredo ‘Pancho’ Delgado y Gastón Costemalle, que sí eran jugadores. Una negativa tras otra a acompañarles acabó siendo un ‘sí’ por dos razones: Montevideo iniciaba en ese momento una huelga estudiantil en la ciudad que paralizaba su rutina como estudiante de Derecho y acababa de aprobar las oposiciones como procurador. Había que celebrar.
Numa Turcatti. Un detonante para seguir vivos
«La verdad es que yo empecé a conocer a Numa en Mendoza, en la noche que pasamos allí (hay que recordar que no viajan directamente desde Uruguay a Chile, se ven obligados a hacer escala en Mendoza por el temporal). Allí conocimos a unas chicas que nos enseñaron la ciudad, a Menéndez, a él y a mí, y, como agradecimiento, las invitamos a cenar. En un lugar que vendía milanesas, una de las chicas se levantó y en un papel pone el nombre de los seis y firma «amigos por una eternidad», y vaya si así fue. Ese fue mi primer contacto con Numa, un tipo callado, reservado, con cara de bonachón. Luego ya, por así decirlo, nos volvimos a encontrar en el accidente. Recuerdo que participaba en todas las actividades porque su fuerza física y su entereza mental eran increíbles, hasta que comenzó a decaer a causa de sus heridas. Fíjate que hablando con un médico hace un tiempo me dijo que, probablemente, lo que le ocurriera a Numa fuera una septicemia [infección generalizada], de ahí su falta de apetito constante. Pero siempre apoyaba, aunque ya no saliera casi del avión. Siempre se sentía su voz», confiesa Tintín.
En palabras de Daniel Turcatti, uno de los tres hermanos de Numa (se suman Isabel y Leandro, mellizo del protagonista), «fue un tipo común y corriente. Era muy deportista, le gustaba mucho jugar al fútbol» y, precisamente, esa humildad le hizo ganarse el cariño de todos, tan rápido que acabó por convertirse en uno de los supervivientes más necesarios en lo que quedó de ese avión. Lo ratifica también Fernando Parrado, ‘Nando’, en su libro Milagro en los Andes: «Aunque la mayoría no lo conocíamos antes del accidente, en un abrir y cerrar de ojos se ganó la amistad y la admiración de todos los supervivientes».
Su excelente forma física también le involucró en una amplia mayoría de las expediciones que se hicieron durante esos 72 días en busca de vida más allá de ese foso blanco. En una de esas, tuvo que darse la vuelta y comenzar, sin saberlo, su ocaso.
Falleció el 11 de diciembre de ese año, con tan sólo 25 años y 36kg, dejando un legado de valentía y generosidad que Bayona revive en La sociedad de la nieve. También de motivación, ya que la carta que sus compañeros encontraron entre sus manos en su lecho de muerte fue el detonante para iniciar la que luego fue la batida en busca de ser rescatados, encabezada por Fernando Parrado, Roberto Canessa y Antonio Vizintín.
«No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos», rezaba la nota. En palabras de Tintín, «esa nota fue el detonante para que Nando, Roberto y yo saliéramos y nos encamináramos hacia la última expedición. Fue una gran motivación. Además, coincidió que había ‘comida’ para aguantar el viaje, el saco de dormir estaba ya cosido y había empezado diciembre, que con el deshielo en marcha nos daba opciones para conseguirlo. Fue un momento de dolor, porque Numa fue excepcional, pero fue la inflexión. Le tuvimos presente en cada momento porque, sin importarle el deterioro personal que iba teniendo, hizo lo que tenía que hacer, que fue salir de expedición siempre que se le necesitó».
«El ánimo nos lo dio Numa. No sabría decirte por qué, tal vez las ganas, pero idealizamos ese viaje pensando que tras la cumbre, al oeste, estaba Chile, con sus calles abarrotadas de gente y la vida funcionando con normalidad. Imagina cuando llegamos arriba (Monte Seler, bautizado así por Nando en honor al nombre de su padre), cuando al llegar sólo se divisaban montañas. Esa locura que hicimos de subir y esperar que en el tope íbamos a ver civilización y luego no, fue un duro golpe, pero había que seguir. Siguieron ellos, siete días más (en este momento del camino llevaban tres días de travesía), porque es verdad que muy al fondo ya no se veían más montañas, y creímos que eso podría significar que empezaba la vida urbana».
Así fue, pero pudo no haberlo sido. «No te olvides de que fue el último viaje porque salió bien, pero nosotros no lo sabíamos. Pudo haber salido como las otras veces, mal, y lo hubiésemos seguido intentando porque estábamos muy activos con salir de ahí», aclara Tintín, como también recuerda que, aunque en la película no se evidencia todo por falta de tiempo material, desde mediados de noviembre hasta la última expedición, hacíamos viajes a diario y a todas horas. Siempre tratamos de ir sacándonos las distintas supuestas soluciones que pensamos que tendrían éxito y luego no fue así: fracasó el viaje para conseguir la radio, el de la batería… Sólo empezamos a ver la luz cuando tras cada viaje a la cola del avión pudimos hacernos con materiales que nos ayudaron a hacer un saco de dormir. Esto parece una tontería, pero anteriormente al saco no podíamos hacer noche en nuestros viajes, avanzábamos pero retrocedíamos a la vez. Y este saco de dormir fue de importancia vital. Vital«, comenta Tintín en su recuerdo de aquel viaje, en el que ni siquiera buscaron caminos alternativos a la escalada de la montaña, porque les pudo más las ganas inmediatas de salir de allí.
Fue Numa una motivación y fueron tres chicos jóvenes los que tuvieron que tomar una decisión importante a los tres días de viaje. Seguirían adelante dos, retrocedería el camino uno. Tintín. Las provisiones de comida no abundaban y la decisión más inteligente fue la de avanzar con el menor número posible de personas para ahorrar alimento. A pesar de ser el más rápido, su forma física ya no era la mejor. «Subí la montaña con tan sólo 40kg, de esto me enteré 30 años más tarde, y no podía continuar. Tardamos tres días en subir pero yo tardaría menos en bajar, de manera que ahorraríamos comida tanto para ellos como para mí, que bajé sentado, deslizándome sobre la nieve y cogiendo velocidad. Fui el único que estuvo solo en la montaña, el resto estaban acompañados entre ellos. Y no, no tuve miedo. Allí no había nada. ¿Qué me iba a pasar? No había animales, no había humanos. No había vida. Fue hasta divertido deslizarse montaña abajo, porque las horas no pasaban y eso me entretuvo. Desde abajo, en el fuselaje, las emociones al ver un punto negro en la nieve deslizarse hacia ellos fueron muy diversas. ¿Era alguno de nosotros? ¿Si subieron tres y baja uno, dos han fallecido? ¿Hay peligro y no se puede seguir? ¿Qué ha ocurrido?», revive Tintín.
La sociedad de la nieve: homenaje a los que no salieron de la montaña
Tras alguna que otra reticencia por parte de la familia Turcatti, finalmente la película se montó en torno a la figura de Numa. Bayona quería hacer algo diferente a lo que ya se había hecho, dar voz a quienes quedaron atrapados por las cordilleras. Numa, uno de ellos, más concretamente, el último en perecer entre ellas. Después de aquel 11 de diciembre, nadie más murió y, finalmente, los 16 que siguieron con vida fueron rescatados unos días más tarde (Parrado y Canessa el día 22 y el resto el día 23).
Pablo Vierci, escritor y autor del libro en el que se basa la película de Bayona, participó en ella como productor asociado, de manera que fue él quien habló con su hermano, Daniel Turcatti, para comentarle los deseos del equipo de convertir a Numa en el narrador de la historia que ahora se cuenta en Netflix. En una entrevista concedida para La Nación, dice: «Sentí que el proyecto se caía al abismo cuando sus familiares me dijeron que, debido a la humildad de Numa, que se hiciera eso es algo que él no aprobaría. Pero tras una pausa me dijeron que ellos sí veían apropiado hacerle ese homenaje a su hermano». Estaban de acuerdo y la película obtuvo luz verde.
Tanta luz verde que poco tiempo después del estreno de La sociedad de la nieve, la película no sólo está en boca de todos por el nivel de detalle en la narración de los hechos, también por el actor elegido por Bayona para dar vida a Numa Turcatti, Enzo Vogrincic (Montevideo, Uruguay, 30 años).
Personaje y persona comparten su lugar de nacimiento, puede que cierto parecido físico y una actitud arrolladora ante la vida, ya que Enzo es uno de los actores de teatro mejor considerados de su país a tan corta edad, y también ante la adversidad, porque Numa fue una de las personas que más dificultades tuvo para alimentarse: mantuvo casi hasta el final de sus días su negativa a probar carne humana de sus amigos ya fallecidos, y cuando lo hizo, fue en cantidades ínfimas.
Con una extrema sensibilidad y acierto, quienes conocieron a Numa aseguran que el Enzo que vemos en la pantalla es el Numa con el que ellos compartieron tiempo. Fue una pena no conocerle. ¿O sí lo hemos hecho?