‘No’ es una de las palabras que más veces ha repetido Barbra Streisand (1942, Nueva York) desde que su nombre entró a formar parte de ese puñado de referencias de la gran pantalla y los escenarios. La razón de esta negativa no fue otra que su oposición a operarse la nariz, grande, imperfecta, llamativa, que le impediría llegar a lo más alto del cine y de la música, según los expertos. Sin embargo, desde la cima, Streisand pasa revista a su vida personal y profesional en su autobiografía, y lo hace orgullosa de su decisión de no pasar por quirófano.
My name is Barbra es el nombre que reciben sus memorias, a la venta desde este 7 de noviembre. Las mismas que ha escrito de su puño y letra y sin saltarse ningún aspecto de su vida, por escabroso que le resultara. En ellas, la artista pasa revista a sus 81 años y se sincera en voz alta sobre algunos de los momentos más importantes de su vida, a veces por sus consecuencias positivas en su carrera y otras por todo lo contrario, por el dolor que provocaron y que, todavía hoy, le siguen persiguiendo: como la incapacidad para creerse los elogios después de tantos insultos recibidos.
Barbra Streisand es una de las grandes leyendas vivas de la música y del cine. Ha compuesto canciones que han pasado a la historia y ha defendido en escenarios y también ha protagonizado películas que nos han hecho sentirla como lo que es, una referencia de la pequeña y gran pantalla. Tanto es así que es una de las pocas artistas que puede presumir de haber ganado el codiciado EGOT (Emmy, Grammy, Oscar y Tony). En cuanto a su vida personal, esta nacida en Brooklyn, Nueva York, el 24 de abril de hace más de ocho décadas, se define como una mujer sencilla, pasional, luchadora y perseverante. No tenemos ninguna duda. Para consideración de estrella ha necesitado de un trabajo duro durante más de seis décadas de vida pública, ha tenido tantos amantes como ganas, lleva más de 30 años compartiendo su vida con el también actor James Blumi, ha sido cabeza de una multitud de reivindicaciones y causas sociales y siempre se ha mostrado con las ideas muy claras, aunque las consecuencias de ser tan tajante le sigan pasando factura.
Es precisamente de sus traumas el sentimiento en torno al cual gira esta autobiografía, casi todas ellas relacionadas con las insistentes presiones que recibió durante años por parte de la industria musical y cinematográfica para operarse la nariz. Su negativa le valió retiradas de contrato y la pérdida de la confianza de agentes que no vieron posibilidades de éxito en su carrera si no accedía a modificar su rostro. En palabras de Streisand, «a veces sentía que mi nariz obtenía más prensa que mi propio talento». Y no se equivoca, porque son muchas las generaciones que reconocen a la famosa como «esa cantante y actriz de nariz grande». Orgullosa de su perfil, Streisand reconoce en este libro que su nariz le valió tantos insultos a lo largo de su vida que, a pesar de negarse a entrar en quirófano y mostrarse firme en la idea y ajena a las críticas, cada insulto supuso un continuo goteo de razones para ser hoy una mujer de baja autoestima. «Me insultaron tanto y tantas veces que ya ningún elogio me provoca reacción. No me los creo», se confiesa la estrella en sus memorias.
Un sinfín de revelaciones personales y profesionales que han hecho que este libro ya ocupe el tercer puesto en la lista de los más vendidos en la web de Amazon en Estados Unidos. Su entrega en estas memorias permiten descubrir a la multifacética artista en todos los momentos clave de su vida. Y en palabras de la editorial, Penguim Random House, Streisand lo hace de manera «auténtica, cautivadora, franca y encantadora».
Tan franca como el amplio relato que ofrece sobre una de las parcelas más discretas de la cantante, su vida amorosa. En My name is Barbra pasa revista a sus grandes amores –algunos de ellos grandes figuras conocidas como Marlon Brandon, Don Johnson, Steve McQueen y Ryan O’Neal–, algunos escarceos –como el que mantuvo con el rey de Inglaterra, Carlos III, y el exprimer ministro de Canadá, Pierre Trudeau–, y su fiel y leal compañero de vida desde la década de los noventa, su segundo marido, James Brolin. Junto a él y su hijo, Jason Gould, su vida pasa de la manera más tranquila y feliz posible.
Aunque reconoce que su vida ya no está sujeta a sobresaltos –si es que alguna vez lo estuvo– y que le gustaría vivir experiencias más atrevidas y memorables, se siente satisfecha con ella a los 81 años. Así lo demuestra esta biografía tan detallada desde su infancia en uno de los barrios más conocidos de Nueva York hasta sus inicios en Broadway, al igual que su etapa más efervescente en la pantalla y los escenarios.