Cuando Britney Spears se afeitó la cabeza en 2007, instantáneamente se convirtió en un blanco de bromas y crueldad. Los presentadores de programas de entrevistas nocturnos la criticaron y la gente en las por entonces nacientes plataformas de redes sociales se rió de ella. Y como remate, hasta prestigiosos periodistas se pronunciaron al respecto.
Spears nunca dio una explicación real de su elección, tampoco es que tuviera la obligación de hacerlo. Pero con sus tan esperadas memorias, La mujer que soy, ya publicadas, Spears por fin recupera las riendas de su vida y toma el control de una argumentación inquietante sobre la salud mental, que ha afectado a mujeres como Spears, que saltaron a la fama temprano y fueron castigadas por los medios de comunicación cuando traspasaron los límites predeterminados.
Una oportunidad de hablar por sí misma
Sus memorias contienen muchas revelaciones sobre su vida personal, incluido el titular más importante hasta el momento, que se realizó un aborto mientras mantuvo una relación sentimental con Justin Timberlake, quien le dijo que no quería ser padre.
Sin embargo, uno de los pasajes más interesantes trata de la cabeza rapada. En ese momento, Spears estaba en medio de un divorcio, los paparazzi la acosaban constantemente y era un elemento básico en las revistas semanales de chismes de celebridades, que alcanzaban el clímax gracias a jóvenes artistas populares como ella y Lindsay Lohan. Estas revistas sugirieron que Spears, Lohan y similares deberían comportarse y estar agradecidos por su popularidad y no los trataban como personas sino más bien como marionetas del público.
En sus memorias, Spears revela que afeitarse la cabeza representó un intento por recuperar el control sobre su propio cuerpo, que había sido controlado por otros (y contemplado por los ojos de muchos) desde que comenzó a actuar en un escenario cuando era adolescente. Otras chicas tuvieron la oportunidad de probar diferentes looks y personajes mientras atravesaban la adolescencia, pero ella no tuvo esa oportunidad. Spears, que ya era el centro de atención en The Mickey Mouse Club a la edad de 11 años y rápidamente saltó a la fama con el lanzamiento de …Baby One More Time, no pudo ser una jovencita del montón.
De hecho, apenas un año después de afeitarse la cabeza, su padre, Jamie, la obligó a someterse a una tutela estricta, quien utilizó su decisión sobre su cabello como una de las razones para hacerse cargo de todo, desde sus finanzas hasta su dieta y la frecuencia con la que podía ver a sus hijos (cuando la cantante ya los tuvo).
Y sí, Spears hizo apariciones públicas desde que se rapó, pero siempre estuvo bajo el control de su padre y no pido hablar ni expresarse como le hubiera gustado. No recibió ayuda de nadie, ni siquiera los presentadores de programas de entrevistas o periodistas le dieron una oportunidad justa, infantilizándola con sus preguntas o descartando sus respuestas como si dijeran «quédate en el papel de cosita bonita y será mejor para todos».
Nadie tomó en serio a Spears entre principios y mediados de la década de 2000, y las memorias dejan claro que no fue culpa suya.
Recuperando su salud mental
Es importante ofrecer a mujeres como Spears y Lohan, a quienes los medios injustamente trataron con la misma dificultad durante sus años de formación, una plataforma para abordar estos males de los medios. El libro de Spears es impresionante por su desorden: no afirma tener todas las respuestas ni haber resuelto problemas de salud mental, que sin duda se derivan en parte de la forma en que ha sido tratada. Pero se enfrenta a esos problemas en sus propios términos, como ella quiere, y obtiene una victoria casi tan importante como la que logró hace dos años, cuando un juez puso fin a la tutela asfixiante de su padre luego de años de demandas de sus fanáticos para ‘liberar a Britney’.
Ella gana el control de su historia, lo cual es necesario para seguir adelante, eso sí, pero nadie puede terminar la lectura de estas memorias pensando que Spears se ha curado por completo. Ella admite valientemente que todavía tiene trabajo por hacer, algo novedoso si se compara con las biografías de otras celebridades.
Con su libro, Spears nos recuerda que, como sociedad, nunca hemos considerado plenamente el daño que puede causar la fama alcanzada desde jóvenes y cómo afecta la salud mental. La evidencia nos sigue golpeando en la cara, pero los medios continuamente hacen la vista gorda. Esta memoria exige algo mejor.