A 1 de octubre de 2023, las mujeres que lideran como máximas ejecutivas una empresa de relojería se cuentan con los dedos de una mano. Y eso, en un sector tan tradicional que aplica métodos centenarios en la fabricación de sus productos, se considera un logro.
“Hay una evolución positiva: cada vez más mujeres jóvenes con talento desempeñan papeles clave y activos en el mundo de la relojería y hay más mujeres interesadas en este campo, pero es más o menos un mundo de hombres. Aún somos muy pocas en el universo bastante conservador de los relojes de lujo”, dice Caroline Scheufele, copresidenta de Chopard junto a su hermano Karl-Friedrich y directora creativa de la firma.
La desigualdad se manifiesta en las principales escuelas de relojería, en las que las jóvenes suman un tercio de los estudiantes, aproximadamente, si bien el número ha crecido en los últimos años. Cuando se gradúan y acceden al mercado laboral, encuentran en los talleres muchas batas blancas femeninas concentradas en pulir y encajar piezas diminutas con las manos.
El censo de la Convención patronal de la industria relojera suiza apunta que las mujeres ocupan el 43% de los puestos de trabajo. Pero conforme ascienden en la cadena de mando empiezan a echar en falta referentes femeninos más allá de las ejecutivas que han heredado empresas familiares, como Caroline Scheufele. Ellas ostentan únicamente el 17% de los puestos directivos.
El ejemplo de Betty Fiechter
Uno de los espejos históricos en los que mirarse ha sido Betty Fiechter. En 1933, cuando las mujeres no tenían ni voz ni voto en su Suiza natal (el sufragio femenino se instauró a nivel federal en el país en 1971), se convirtió en la primera consejera delegada de una relojera, Blancpain. Fiechter era la colaboradora más estrecha de Frédéric-Emile Blancpain, perteneciente a la séptima generación de la familia fundadora, y cuando éste falleció, ella se erigió también en copropietaria de la marca junto a otro empleado, André Léal.
Bajo su mandato, y con la ayuda de su sobrino Jean-Jacques Fiechter, alumbró piezas icónicas como el Fifty Fathoms de 1953, considerado uno de los primeros relojes de buceo, y el Ladybird, presentado en 1956 como “el movimiento redondo más pequeño de su tiempo”.
Hoy las miradas están puestas en la suizo-italiana Ilaria Resta, designada este año como directora ejecutiva de Audemars Piguet, cuarta enseña relojera del país helvético por ingresos. No procede de la relojería, ni siquiera del lujo (trabajó para Procter & Gamble durante más de dos décadas), y sustituirá el próximo 1 de enero a François-Henry Bennahmias, quien ha llevado a la compañía a sus cotas más altas de popularidad y ventas.
Resta cuenta con su propio espejo: Jasmine Audemars, la discreta presidenta de la junta directiva de Audemars Piguet entre 1992 y 2022 y todavía presidenta de la Fundación AP, garante de los valores de una de las pocas firmas relojeras que permanece en manos de las familias fundadoras (desde 1875). Y también tiene “en casa” el ejemplo de Anne-Gaëlle Quinet, directora de Complicaciones de Audemars Piguet, una de las pocas mujeres que ha alcanzado esa posición en la industria.
A su vez, en la lista de referentes de Quinet ocupa un lugar primordial la diseñadora de relojes Jacqueline Dimier. “Allanó el camino al crear un tourbillon [un mecanismo que lidia contra el efecto negativo de la gravedad en los relojes mecánicos] ultradelgado de cuerda automática y sin género en 1986, cuando todos los relojes para mujeres debían portar un movimiento de cuarzo. Personalmente, nunca creí que los relojes fueran específicos de un género. Más tarde, otras mujeres creativas dieron vida a un nuevo segmento, el movimiento con complicaciones combinado con un toque femenino, en cuanto a la diversidad de colores y a la armonía en la estética en general”, dice Anne-Gaëlle Quinet.
También los relojes están madurando. Durante mucho tiempo, los dirigidos a la mujer se limitaban a replicar los modelos para hombre, pero con un tamaño más reducido, abundancia de piedras preciosas, movimientos de cuarzo (con pila) y ausencia de complicaciones (esas funciones que van más allá de dar la hora y los minutos).
Las que allanan el camino
Actualmente, las clientas, que compran sus propios accesorios y no esperan a que ellos se los regalen, se interesan cada vez más por los mecanismos complejos. Según un informe de la consultora Allied Market Research de 2021, las ventas a mujeres de relojes con un precio superior a 1.200 dólares (unos 1.125 euros) sumaron 23.700 millones de dólares en 2019, una cifra que se estima que aumente hasta los 26.700 millones de dólares en 2027.
Estas predicciones están llevando a relojeras históricamente masculinas a atender al público femenino. Lo acaba de hacer Breitling, que ha tomado su icónico Navitimer para pilotos y lo ha empequeñecido hasta los 32 y 36 mm de diámetro. Otra que antes mostraba un exceso de testosterona, Panerai, ofrece artículos de tamaño más comedido, como los Luminor Due de 38 mm que lanzó en 2018 pensando en ellas.
En general, las marcas quieren crecer en ventas con una extensión transgénero, aportando relojes masculinos dirigidos a mujeres y otros unisex. Pero, ¿saben los directivos lo que quieren las mujeres, como pueden saberlo Catherine Rénier, consejera delegada de la firma Jaeger-LeCoultre, o Nayla Hayek, presidenta de la junta directiva del grupo Swatch y consejera delegada de Harry Winston? ¿Y son mujeres las que diseñan los relojes para mujeres? Están Marie-Laure Cérède, directora creativa de joyería y relojería de Cartier, Cécile Guenat, directora de creación y desarrollo de Richard Mille, y pocas más.
Tampoco abundan las profesionales relojeras que deciden emprender y establecer sus propias marcas. En esta área destaca Fiona Krüger, detrás de los relojes Skull con forma de calavera que lanzó en su primera colección, en 2013, y de algunos encargos realizados para las enseñas Speake Marin, Fabergé y L’Epée 1839. Y la alemana Eva Leube, que en cuanto salió de la escuela de relojería comenzó a trabajar en una empresa familiar de relojes antes de hacerlo en Chronos Master Watchmakers, Rolex y Ulysse Nardin, y después montó su propio taller para hacer realidad su visión de un reloj curvo. Y Christine Hutter, fundadora y directora ejecutiva de la independiente Moritz Grossmann, marca alemana de la que compró los derechos de explotación.
Sí, la nómina de mujeres en la relojería sigue ascendiendo, incluso han surgido influyentes femeninas en este terreno en las redes sociales. Aunque nadie duda del largo camino que queda por recorrer para alcanzar algo parecido a la igualdad.