Imagino que todo lo que se podía decir sobre la participación de Chanel en Eurovisión se habrá dicho ya cuando esta columna se publique, como cada lunes. La mejor posición de España en 27 años, una soberbia actuación combinando una agilidad que envidian mis ortopédicas caderas y una voz excelente a 180 pulsaciones, la enésima constatación de que Twitter no es el mundo real, lo injusto que puede llegar a ser pagar con puntos de Eurovisión nuestra mala conciencia, la sempiterna Laura Pausini, el parecido del cantante británico a tu profesor de yoga, lo que pasó en Benidorm… En mi caso, si algo me llamó la atención de la estupenda interpretación de la cantante española, fue que refrendó la importancia de algo que a veces se nos olvida: romper el bloque.

Hubo algunas excepciones. Rumanía, a quien de repente le dio por cantar en castellano y volarnos la cabeza a todos; Francia, que realizó un aquelarre en bretón que no creo que racionalmente pueda emocionar a nadie; Moldavia, casi indefinible, pero pegadizo. Todos ellos recurrieron a la excentricidad, que es algo distinto a romper el bloque. Si lo comparásemos publicitariamente, estos países llevaron el “En Canalcar compramos tu coche”. Ruido e incluso molestia, pero poco contenido. Más que romper el bloque, lo partieron por la mitad. Romper el bloque es precisamente lo que hizo Chanel. En una gala anodina repleta de baladas de medio pelo, en la sólo faltaba que apareciese Álex Ubago para coronar la noche, prendió fuego al escenario con una actuación hipnótica sin fallo.

Con “SloMo”, la artista de origen cubano logró lo que consiguen las campañas que entienden el medio televisivo: que levantes la cabeza del teléfono móvil, que te olvides de las ganas que tienes de hacer pis para ver un anuncio, que decidas que ya recogerás luego el desorden del salón y quedarte delante de la pantalla, que pienses mañana la ropa que te pondrás porque hay algo que merece la pena ser visto. Puede que la letra de la canción no emocionase a Quevedo, pero hay muchos elementos que la convierten en una alternativa fresca, más allá de una seductora interpretación. A tenor de las reacciones de la gente en Turín, el público enganchó con el tema entre tanta canción terapia. Eso es romper el bloque, hacer muy bien algo diferente a lo que hace la mayoría.

A veces me pregunto por qué en las marcas decidimos seguir las convenciones con tanto ahínco. Si el marketing es encontrar la forma de que mi producto destaque más para ser comprado, ¿por qué decir lo que todos dicen y de la manera que todos lo dicen? ¿No deberíamos intentar que nuestro mensaje fuese tan sugestivo que olvidásemos que queremos ir al baño? 

Puede que Chanel no ganase, pero nos dio una lección que siempre debería ir primero, “nunca secondary”: cuando quieras destacar, rompe el bloque.

Feliz lunes y que tengáis una gran semana.