Hace un par de semanas me encontré paseando por el Soho de Londres, a una hora respetable, comportándome de forma totalmente respetable.
Entré en The Coach and Horses de Greek St para rendir homenaje a Peter O’Toole y Jeffrey Barnard, y al salir pasé por Dean St. Inusitadamente quizá, mis pensamientos se dirigieron a Karl Marx y Charles Dickens. Marx vivía en el 28 de Dean St (en aquella época la zona estaba poblada por médicos, arquitectos, editores y abogados) y Dickens había trabajado en un teatro cercano (73 Dean St).
Me preguntaba si se habrían conocido alguna vez; no hay constancia de que lo hicieran, aunque ambos tenían la misma preocupación, los efectos secundarios sociales y económicos de la revolución industrial en Gran Bretaña, especialmente la difícil situación de los desechados por la locomotora de lo que entonces era la economía más poderosa del mundo.
Por ejemplo, el libro de Dickens «Cuento de Navidad», publicado en 1843, fue seguido unos años más tarde por el Manifiesto Comunista de Marx/Engels. Hay pruebas de que en sus propios escritos, Marx se refirió a algunas de las obras de Dickens (y a personajes como el Sr. Pecksniff en el libro de Dickens de 1842 Martin Chuzzlewit, con Dickens acuñando más tarde el término «pecksniffiano» para denotar a alguien de altos principios morales). Sin embargo, aunque su atención se centró en los mismos problemas, Marx era partidario de soluciones revolucionarias y Dickens de un enfoque más comedido y benévolo.
Si se encontraran hoy, me pregunto por qué se encenderían sus pasiones colectivas.
Al comienzo del «Manifiesto», Marx escribió: «Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las potencias de la vieja Europa han entrado en una santa alianza para exorcizar este espectro’. ¿Cuál podría ser, por ejemplo, ese fantasma?
Podrían discutir cómo los dos grandes países comunistas se han convertido en Estados autoritarios y las formas en que están pesando y obstaculizando activamente la democracia europea. Dickens seguramente echaría en cara a Marx «cómo salió todo tan mal».
Marx podría intentar corregir el error de las formas comunistas escribiendo «Un manifiesto democrático», aboliendo la concentración de poder en pequeños grupos, la propiedad férrea de los medios de comunicación y los medios sociales y un uso mucho mayor de la toma de decisiones colectiva. Dickens podría urdir los juicios de líderes ingenuos (todavía quedan unos cuantos a juzgar por el cortejo a Viktor Orban) mientras luchan por sortear los obstáculos que les pusieron en el camino los antiguos comunistas.
Si la pobreza fue el mayor obstáculo de mediados del siglo XIX, quizá el mayor reto en los países desarrollados provenga de las formas en que, por primera vez en la historia, la tecnología está permitiendo enormes cambios y variabilidad en las formas en que socializamos, pensamos, nos educamos y en las que miramos. Dos de las tendencias bursátiles de 2023 –la IA y los medicamentos contra la obesidad– lo delatan.
Marx, que valoraba enormemente el aspecto social de la vida humana y que temía que el capitalismo destruyera la sociedad (todavía no), bien podría arremeter contra el poder de los medios sociales y, pronto, de las empresas de IA. Podría acumular un impresionante libro de pruebas: las formas en que los medios sociales conducen al deterioro de la sociabilidad (al parecer, la mayoría de las parejas se conocen ahora en línea y hay una epidemia de soledad), las sociedades parecen más divididas que nunca, especialmente en cuestiones de identidad y valores. Además, ahora es más posible que nunca controlar y manipular a los seres humanos a través de la tecnología.
Por su parte, Dickens podría tener dificultades para escribir sobre un mundo atomizado, en el que es tan fácil ofenderse y en el que, a pesar de la riqueza material, el desarrollo humano está retrocediendo (Oliver Twist podría elegir un camino totalmente distinto, tal vez continuando su vida en una banda de estafadores, y David Copperfield saldría de la pobreza a través del prisma de TikTok).
Si necesitáramos una prueba de la proeza y relevancia de cualquiera de ellos, es que siguen formando parte de la vida pública. Marx sigue ocupando un lugar destacado en el discurso de la economía política internacional (David Skilling y yo hemos acuñado el actual ciclo económico como «la venganza de Marx» debido a las fuerzas compensatorias del capital y la inflación) y estas Navidades, varias obras de Dickens aparecerán en los canales de televisión.
Como recomendación final, uno de mis libros favoritos de temática dickensiana es ‘Beber con Dickens’, un conjunto de recetas de bebidas navideñas de la época de Dickens, cuyo autor es su bisnieto Cedric Dickens.