Alberto Fesser es Presidente de La Fábrica, empresa líder en España en gestión cultural, fundamentalmente conocida por el festival PHotoEspaña. Tomó las riendas de la compañía el año pasado, tras la temprana, dolorosa e inesperada desaparición de su socio, amigo, y compinche Alberto Anaut, un visionario, y referente en la modernización de la gestión cultural en nuestro país. Pensaron desde La Fábrica que la mejor forma de rendirle homenaje era continuar con su legado. La empresa sigue, y goza de buena salud financiera. Nunca faltan tampoco proyectos. Y ahora se culmina todo ello con la reciente creación, junto al Círculo de Bellas Artes de Madrid, el “Premio Alberto Anaut. Impulso a la Cultura”, que acaba otorgarse en la primera semana de julio, prácticamente coincidiendo con el aniversario del fallecimiento de Anaut.
Para hablar de esto, y mucho más, nos sentamos con Fesser en los cómodos sofás de la biblioteca del Club Matador, uno de los proyectos más ambiciosos y exitosos salidos de La Fábrica. Ubicado en pleno corazón del elegante barrio de Salamanca de Madrid, desde su creación, hace ya 11 años, Matador se ha convertido en el club privado de referencia de Madrid, si no de España. Un sitio ideal para una cálida reunión de negocios, un gin tonic, almorzar en su estupendo restaurante, disfrutar de los eventos culturales de su repleta agenda, o para realizar una entrevista, esta…
Forbes: Cuéntanos cómo surge el “Premio Alberto Anaut. Impulso a la Cultura”.
Alberto Fesser: Ahora nos damos cuenta del mérito de Alberto Anaut. Él nunca perdió un momento en celebraciones. Si salía algo bien, enseguida decía “todo estupendo, pero, venga, ahora a trabajar”. Era inagotable. Nos tenía a todos con la lengua afuera. No tenía tiempo para reconocimientos. Pero el día que se muere, la respuesta de todo el mundo, la gente que nos llama, que nos escribe, que nos viene a ver, es tan abrumadora y tan brutal, que de repente te das cuenta de la dimensión de la figura, y de lo que ha aportado. Si Anaut no se hubiera empeñado, arriesgado, tirado a la piscina, arremangado y puesto a trabajar, ni PHotoEspaña, ni tantos otros proyectos habrían ocurrido en La Fábrica. Reflexionando sobre eso, desde La Fábrica, decidimos hacerle un homenaje, recordarle de alguna manera. Y pensar en algo que dure, que pueda suceder cada año. Crear un proyecto; no algo anecdótico. Pero yo, que conozco a Alberto, digo “no le va a gustar que hablemos mucho de él”. Y ahí viene la idea astuta: Vamos a hacer una cosa que lleve su nombre, pero que hable de otro, de alguien que a él le hubiera parecido bien.
Hay muchos premios para artistas. Pero la idea de este premio es reconocer a los intermediarios del mundo de la cultura, que hacen posible que el trabajo del artista se pueda hacer, y se pueda ver.
La cultura se apoya en instituciones, administraciones públicas, fundaciones… Pero los proyectos los sacan las personas. Personas que, tanto si están en esas organizaciones, o por su cuenta, hacen posible los proyectos culturales, muchas veces dedicando su vida o arriesgando su patrimonio; aunque no se los vea, como Anaut. Se puede contribuir desde muchos perfiles: director de una institución, comisario, emprendedor, programador, mecenas, etc. Este premio busca prestigiar el mundo cultural, señalar y poner el foco en alguien que, como Anaut, haya dado un gran impulso a la cultura desde cualquier faceta; personas que están detrás de distintos proyectos culturales.
F: En la primera edición habéis elegido a Alfonso Aijón, el creador de Ibermúsica.
AF: A mí me interesaba que el primer año no sólo el premiado se lo mereciera indiscutiblemente -que había muchos-, sino que además fuera muy didáctico porqué se lo damos. Nunca faltan perfiles de alguien muy conocido, o gran mecenas, que tiene una fortuna, y que en vez de comprarse un yate, ha hecho un museo o una colección. Y eso está muy bien. Pero no nos salía del cuerpo darle el premio a un millonario el primer día. Y de repente salió el nombre de Alfonso Aijón. A todo el mundo nos entusiasmó, porque es un tío que se inventa Ibermúsica, cuando España es un desierto cultural, en pleno franquismo, y aquí de música clásica internacional cero. Yo no soy especial seguidor de la música clásica. Pero para cualquiera que sí la siga, es un regalo que, durante décadas, haya traído aquí a las mejores orquestas y solistas del mundo. Una autoridad mundial que tenemos en España en el mundo de la música clásica. Pero además le ha dedicado su vida, ha hipotecado su casa tres veces, para sacar adelante eso… La última de las cuales se quedó sin casa. Y se ha tenido que ir a vivir a Santander, porque su casa aquí la perdió.
Él ya tiene 92 años o 93, aunque parecería mi hermano. Le pregunté cuál era su secreto para conservarse tan bien, y dice que procura seguir tres reglas: “La primera procuro caminar todos los días 8 kilómetros. La segunda, mejor pescado que carne, y en cualquier caso poca cantidad. Y la tercera es más radical: pase lo que pase nunca me enfado”. Mucha sabiduría ahí, este tío.
Además el tipo es genial. Te empieza a contar cosas, y flipas. En los años 50, al poco de terminar la Guerra Civil, debió hacer algo con lo que se significó contra el régimen, vio que le iban a “echar el guante”, y puso tierra por medio. Se marchó, y estuvo 10 años fuera, a los que no le da importancia. Y yo le pregunto “¿y qué hiciste?”. Y me dice “estuve de enterrador en Rusia, luego estuve de pastor de búfalos en Japón, y después viviendo en China antes de Mao. Y cuando vino él, tuve que salir. Así que me fui al Tíbet; pero los chinos no me dejaban más que entrar un día. Entonces conocí a un suizo de la Cruz Roja, que me dio un visado, como que yo trabajaba con él, para que me quedara tres meses. Y tras eso, cuando volvía a Madrid, hacía escala en Viena. Y el suizo me había pedido que llevara unas serpientes venenosas al zoo de Viena en una caja de cartón. Pero entonces la azafata me cambió la caja, y se salió la serpiente; y entonces tuve un lío con la policía en el aeropuerto de Viena. Eso me hizo perder la conexión, y resulta que el avión que perdí se estrelló, y se murieron todos, menos yo por no haber podido subir. ¿Y qué hago ahora? Entonces me enteré de que había una huelga de la orquesta sinfónica de Boston, y pensé que igual era una oportunidad para traerlos a Madrid. Yo tenía un amigo en Iberia, que me puso un avión, y convencí a Carmen Polo de Franco para hacer un concierto en el Escorial. Pero el avión se retrasó, y estaba doña Carmen nerviosa a las 11 de la noche paseando, mirando el reloj y que la orquesta no llegaba… Pero así empezó”. Su vida es una aventura y una peripecia increíble. Yo le dije “Alfonso, tú eres Tintín”.
F: Para jurado del premio habéis contado con gente a la vez de primerísimo nivel, y muy diversa: Ángeles González-Sinde, del mundo del cine; Javier Gomá, filósofo; Miguel Zugaza, Director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, y previamente del Prado; Rosa Montero, escritora; o Carmen Palacios, anticuaria.
AF: El mundo de la cultura es muy amplio. Y a lo mejor hay un profesional que ha hecho mucho por el teatro, que no conocemos, o por la música clásica, o por el cine, o por la poesía… Por eso queríamos tener gente de distintos ámbitos.
Y cada vez nos gusta más extender el límite de qué es cultura. ¿La gastronomía es cultura? ¡Hombre, ya te digo! ¿Y el diseño? ¡Hombre, claro! ¿Y la filosofía? ¡Pues claro! ¿Por qué no?
Además lo que hemos pensado es que sería razonable que si este año hemos sido siete miembros en el jurado, cambiar dos cada año. De manera que le das al jurado cierta continuidad, pero también cierta renovación. O sea, el año que viene nos tenemos que acordar de lo que hemos hablado este año, y utilizarlo, pero también evolucionar.
Me gustó mucho el día que nos sentamos a deliberar todo el jurado. Había veinticuatro finalistas. Lo que nos confirma que este premio es una buena idea. Hay materia prima. No es que nos vayamos a quedar en unos años sin saber a quién dárselo. No te digo que los veinticuatro fueran igual de potentes. Pero por lo menos doce o quince podían haber sido perfectamente los premios.
F: Ese afán por hacer equipos, y sumar talentos de distintos ámbitos, instituciones y empresas, como en ese jurado, parece estar en el ADN de La Fábrica.
AF: Anaut tenía esa visión: Ser abierto, buscar colaboraciones, hacer amigos por el camino. Porque La Fábrica es casi una máquina de hacer amigos. Por pura necesidad. Porque el modelo nuestro es: o buscamos amigos con los que hacer esto, o no lo podemos hacer nosotros solos, porque no tenemos los medios.
Una de las muchas frases históricas de Alberto Anaut, hablando conmigo es, “nosotros lo que mejor sabemos hacer es convidar”. Porque es verdad que si tú haces una cosa gratis a la gente le encanta. Pero si hay que pagar 5 pavos, desaparecen como las ratas. Hay industrias culturales que se sostienen, como “El Rey León”, o los “best sellers” de Planeta. Pero muchos de los proyectos culturales que nosotros acometemos (exposiciones, festivales, etc.), o son completamente gratis para el público, o éste sólo paga una pequeña parte. Y el resto son patrocinios, publicidad, ayudas públicas… Ello implica estar todo el día en la calle, llamando a puertas, y haciendo amigos. Y ese ha sido nuestro trabajo: tener la idea, ver a quién le puede interesar apoyarla, quién hace falta, y sumarla. Buscar cómplices, aliados, patrocinadores, anunciantes… Y no es fácil.
F: “Lo pintas un poco feo”. Pero, en el fondo, estás creando una red de contactos que tiene mucho que ver con el modelo empresarial del siglo XXI.
AF: ¿Cómo son ahora las empresas? Yo creo que más abiertas a la sociedad. Lo que hemos hecho, y lo que seguimos haciendo. Yo lo llamaría sociedad civil. Es decir, personas que comparten una serie de inquietudes por un tema de valor social, en este caso la cultura, y que deciden tirarse a la piscina y ponerse a hacer cosas.
Yo creo que en España nos falta mucha sociedad civil. Somos más de ¿queremos un festival de danza?, pues vamos a la puerta del ayuntamiento con pancartas. Y exigimos un festival de danza.
Sin embargo el modelo de California seguramente no es ese. Hacen una cena de cuatro “millonetis” que les guste la danza, “apoquinan”, y se pone en marcha. Y el ayuntamiento ni se entera. Y La Fábrica es un poco eso.
F: El propio Anaut decía que “La cultura es lo que nos hace ciudadanos, lo que nos hace libres, es la democracia de verdad a nivel personal”
AF: La cultura es un valor social. Y eso para mí es indiscutible. Pero además la cultura, cada vez más, se está abriendo o se está comprometiendo con otros temas de interés social. Se están programando cosas que tienen que ver con la ciencia y la educación. Y eso está muy bien.
Voy a traer el caso de Acciona, que ya es socio durante muchos años. Ellos se interesan por el tema de la sostenibilidad, y el medio ambiente. Y a partir de ahí han encontrado una manera de desarrollar su objetivo creando un vínculo entre la ecología y la fotografía. No es el arte por el arte, la fotografía por la fotografía, o el teatro por el teatro; si no predicar mi tema apoyándome en la cultura, en el arte. Fantástico.
Otro caso muy bonito y muy fácil de entender es nuestro Notodofilmfest, que tiene mucho éxito convocando premios específicos a películas sobre un tema. Por ejemplo crear un premio sobre películas que traten bien el tema del cáncer, que le quiten el estigma, puede tener sentido para la Asociación Española de la Lucha contra el Cáncer. Eso lo puedes hacer para un tema duro y de salud como es el cáncer, o sobre la igualdad de la mujer, o sobre la inmigración, o lo puedes hacer para películas que tengan como “briefing” La Rioja destino turístico, o con el Instituto de Astrofísica de Tenerife, defendiendo el derecho a ver el cielo nocturno.
Por tanto se trata de sumar temas, sumar objetivos, sumar socios para hacer posibles los proyectos.
F: Esa búsqueda de socios es esencial, porque la cultura por una parte, en muchos casos, es deficitaria, y por otra parte hay una obligación social de que exista.
AF: Es deficitaria en lo económico. Pero yo creo que todos los que trabajamos en ella entendemos que lo económico no es la motivación principal. Lo económico es necesario para que se sostenga; porque hace falta que gente trabaje en ello para que se haga bien. Y los que trabajan tienen que llevarse un sueldo a casa.
Hay varias cosas que nos han salido bien en La Fábrica. Una es apostar por cosas que lleguen al público, al máximo de gente. No nos ha interesado hacer productos culturales tan elitistas que sólo lleguen a los entendidos; que lo valoran porque ya lo conocen. Una cultura ensimismada y de autoafirmación. Me gusta mucho la cantidad de público que se acerca cada año a las exposiciones de PHotoEspaña. Anaut sí conocía bien la fotografía, al montar La Fabrica, por su experiencia en revistas. Y sabía que no estaba consideraba como merecía, y sin embargo podía llegar a estarlo. Pero yo, a pesar de que tenía mis inquietudes culturales, venía del mundo de la empresa, y si alguien me hubiese preguntado el nombre de cinco fotógrafos, no sé si habría sabido. Hubiera dicho Sebastião Salgado, Alberto Schommer… Y ahora, sin embargo, en Madrid, a nivel de gran público, hay una cultura, una sensibilidad, un interés por la fotografía.
También nos ha salido muy bien crear proyectos muy abiertos, muy participativos, y muy compartidos. Cuando empezamos esto era una “marcianaza”. En el 1998, elaboramos un dossier del primer PHotoEspaña, para presentarlo al Ministerio de Cultura, al Ayuntamiento de Madrid y a Fundación Telefónica. Los tres primeros. Pensábamos, si a estos les gusta, la cosa va bien. Y si no, lo tenemos jodido. Fuimos a Fundación Telefónica, les explicábamos que nuestro planteamiento era que hubiese 3 ó 5 patrocinadores, y les pedimos una cantidad en línea con este planteamiento. Les gustó el proyecto, y nos dijeron que se lo iban a pensar. Y a los pocos días nos llaman para decirnos que cuánto dinero pediríamos, si a cambio se convirtiesen en patrocinador único. Y, claro, se te ponen los ojos como al Tío Gilito. Sin embargo, lo pensamos, y les dijimos que no. Y salió muy bien. Porque, de haberles dicho que sí, se habría convertido en el festival de fotografía de Telefónica. Y habría durado los años que a Telefónica le hubiera entretenido hacer aquello, porque hubiese habido un cambio de Presidente o Director de Marketing. Y ahí habría muerto PHotoEspaña. Y nunca habría crecido, ni habría sido tan grande como ha llegado a ser. El modelo ha sido el otro: Aquí caben todos. Caben tanto aquellas organizaciones que por ejemplo priorizan la lucha por la igualdad de la mujer, y entonces les proponemos una exposición en línea con esos valores, de las que tenemos en PHotoEspaña. Y puede haber otra que venda motos. Entonces podemos montar un concurso de fotografía de motos. Y si otro produce cerveza, no se trata de que apoyes la fotografía porque es muy importante. Lo que voy a ofrecerte es una fiesta con su cerveza con los fotógrafos, y tu cerveza va a ganar. Es un festival que busca que todo el mundo encuentre una razón para participar. Que sea un “win-win”. No tenemos prejuicios frente a diferentes empresas e incluso frente a aparentes competidores, como pueden ser determinadas fundaciones, con los que se puede compartir y colaborar. Y eso nos ha salido bien. Tanto que una vez nos habían invitado a Zarzuela, con motivo del XV aniversario de PHotoEspaña. Fuimos gente de la organización, pero también gente del ayuntamiento, galerías, etc. Y alguien le dijo al Rey Juan Carlos: “Esta gente de PHotoEspaña ha hecho una cosa muy valiosa. No se sí ellos se han dado cuenta. Y es que todos nosotros trabajemos juntos en un proyecto”.
Otra vez, hicimos un festival de fotografía documental en Barcelona que se llamó Ojo de Pez. Y conseguimos que nos apoyaran la Diputación de Barcelona, el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat. Y en la rueda de prensa de presentación, cuando se saludan, observamos “¡ah!, ¿no os conocéis?” Así que les presentamos nosotros. Y va uno y dice en público, el muy cachondo, “Manda, “collons”, que vengan estos tíos de Madrid, para que nos tengamos que conocer”.
También nos ha pasado aquí, en un encuentro que hacemos de profesionales de la cultura que se llama Pública. Hicimos un cóctel en el Club Matador, de patrocinadores y socios, y viene la directora de la Fundación Sabadell y el director de la Fundación La Caixa ¡Y no se conocían! Están en Barcelona. Y llevan cada uno en su sitio 10 ó 15 años. Así que este modelo, de crear y favorecer contactos y colaboraciones, yo creo que a nosotros nos ha dado muy buen resultado. Y para la cultura es muy necesario porque nadie tiene recursos de sobra. La Caixa sí, tiene muchos. Pero lo normal es que nuestro sector sea muy atomizado, y muy cogido con alfileres. Entonces hay que sumar cosas.
Y hacer la guerra por tu cuenta no funciona. Me decían ayer “es que en Madrid he invitado a una cosa, y ese mismo día me dice la gente que tienen veintitrés cosas más”. Tú eres la Embajada de Holanda, y quieres dar una conferencia, aprovechando que viene un artista de Holanda aquí, ¿y dónde lo haces, a quién se lo comunicas, y quién viene? Es complicado. Si tú te sumas a una plataforma, sí funciona. Y eso hacemos nosotros. “Oye, yo hago un festival. Lo hago bien, tengo los contactos”. Así que nos funciona muy bien con embajadas e institutos culturales, porque les ofrecemos plataformas como PHotoEspaña, o como Pública, que les interesan.
F: Y esa filosofía de la importancia que le dais a las personas, la aplicáis con vuestros socios pero también con vuestra gente.
AF: Tienes que rodearte de gente buena, y no darte más importancia de la debida. Al contrario, reconocer los méritos de los otros. Apostar por crear equipo. Creo PHotoEspaña, pero voy a poner un director, un comisario, etc. Y si monto una editorial, voy a poner ahí un coordinador. Vamos creando gente especializada, formada, coordinada.
Al principio no nos atrevíamos, no teníamos un duro. Si nos salía un proyecto, contratábamos a uno para que nos ayude dos meses. Luego se iba, y lo que se hubiera aprendido del proyecto se lo llevaba puesto. Enseguida nos dimos cuenta que o creábamos un equipo que fuera acumulando esa experiencia, o nada. Ahora tenemos un equipo fantástico. No ha habido nunca otro igual. Es el mejor activo de La Fábrica. Del director, que es Óscar Becerra, hasta abajo, hay 40 o 50 personas que te dan la tranquilidad de que si te metes en una cosa, sabes que la vas a hacer bien.
F: No es fácil definir a La Fábrica. Se os conoce fundamentalmente por PHotoEspaña. Pero organizáis otros festivales, editáis libros y revistas, organizáis másters, os inventasteis el Club Matador…
AF: A Alberto Anaut le encantaba enredar en cosas nuevas. Cuando le aburría hacer una cosa bien, “ponemos a uno que lo haga y yo me voy a inventar la siguiente”. Eso era muy él.
Hacemos festivales, másters, libros… Otras organizaciones ya ofrecen cada una de esas cosas. Pero la mezcla de todas esas cosas juntas, en una empresa que está todo el rato generando proyectos, es un tanto original.
Cierto que produce una cierta dispersión. Pero también surgen sinergias. Y te singularizas. No hay nadie que pueda replicar lo que hacemos. Lo original no es cada una de las cosas que hacemos. Analizada como empresa, lo que nos hace originales a La Fábrica es el “mix”, ese puzzle.
Y luego otra cosa yo creo que es definitoria: La mayoría de las cosas las hacemos a nuestro riesgo, nos la jugamos.
Cierto que hemos desarrollado una parte de trabajo por encargo para otros, que es muy interesante por dos cosas: Una, te da oportunidad de acceder a proyectos, a temas que tú no podrías. Si a ti te dejan gestionar la actividad del Jardín Botánico, pues eso tú, si no tienes un jardín, no lo puedes hacer. O la colección del BBVA. Estos proyectos son maravillosos. O si te dicen, “oye, tengo este edificio vacío, ¿tú qué harías aquí?” Ah, pues hacemos una Casa Encendida. O una fundación, para tu empresa, o lo que sea. Es muy interesante tener la oportunidad de hacer cosas para otros. Y luego, desde el punto de vista empresarial, económico, pues complementas el trabajar a riesgo, haciendo unos libros, que a ver si los vendo o no los vendo, o un festival, a ver si encuentro patrocinio o no lo encuentro, con la seguridad que da hacer algo por encargo. Usted me contrata, paga unos honorarios, y yo lo hago.
F: Eso os viene muy bien a vosotros, pero también a para empresa; un “llave en mano”. Entregáis todo resuelto.
AF: Además es un “llave en mano” que en ocasiones incluye el espacio, los contenidos, la comunicación, un catálogo, y muchas cosas más. Otras empresas de gestión cultural, las más conocidas, lo que hacen es sólo trabajar para otros, pero sin proyectos propios.
Para nosotros eso es un complemento nada más. Nosotros siempre quisimos quitarnos la etiqueta de empresa de servicios, o peor todavía, eso que se llamaba empresa de eventos. Nosotros, para hacer nuestros proyectos, hemos aprendido a hacer una convocatoria, a construir una imagen, a organizar un acto, a producir un audiovisual, o a montar un catering. Pero no queremos vender eso suelto. Muchas veces nos han dicho, “qué bien salen vuestros proyectos siempre en los periódicos. ¿Cómo conseguís? ¿Queréis ser la agencia que lleve también lo mío?” No. Cuidamos nuestra comunicación, pero no queremos vender a los periodistas la comunicación de tu proyecto. Queremos vender el nuestro solo, porque eso nos da otra posición.
No nos interesa cualquier cosa. No sé; si tú dices, oye, vosotros que hacéis las cosas tan bien, ¿me organizáis el certamen de Miss España? ¿Me organizáis la convención de boxeo? No nos dedicamos a eso. No somos una empresa de eventos, somos una empresa de proyectos culturales. Yo creo que ese matiz es importante.
Pero si alguien me dice “¿y un premio para artistas jóvenes?” Me interesa. Me parece que tiene sentido; creo que yo puedo aportar. Venga, lo hacemos. Hago yo todo, o si quieres hacer tú la mitad, lo hacemos juntos. Pero luego yo enseñaré mi álbum de qué hace La Fábrica, y se verá que hemos hecho este premio, hemos hecho la colección BBVA, lo del Jardín Botánico, o hemos hecho no sé qué, y todo tiene sentido. No tenemos ningún proyecto que no sea interesante para el “book”. No vamos a organizar un concurso de Miss España, aunque que nos dé dinero.
F: Antes de que nos dejase Alberto, eras el máximo responsable de Fundación Contemporánea. Cuéntanos un poco sobre ella.
AF: Cuando nosotros empezamos en La Fábrica, como que te contaba antes, lo que pusimos rápidamente en marcha era la “máquina de hacer amigos”. No conocíamos cómo se hacía gestión cultural, y empezamos a intentar establecer relaciones con todo el sector. Enseguida empezamos a ser conscientes de la importancia de compartir inquietudes, intereses, carencias, oportunidades. De ahí salió la idea de que podríamos hacer algo por contribuir al desarrollo profesional de nuestro sector, y de los profesionales de la cultura. Y para ello pusimos en marcha Fundación Contemporánea en el año 2008.
Cada año hacemos un análisis del panorama cultural, que se llama Observatorio de la Cultura, con un panel de mil profesionales del sector de toda España.
También hacemos un encuentro anual que se llama Pública, donde traemos a profesionales de toda España a debatir de temas de gestión, de políticas culturales, de proyectos innovadores, de qué nos va a pasar con la inteligencia artificial, de cómo nos impacta la pandemia, o de lo que sea. Mucho tiene que ver con traer las buenas prácticas a la cultura, así como la profesionalización del sector. Otra cosa muy importante, que intentamos empujar, es la colaboración. A nosotros nos ha ido muy bien colaborando con otros, y fomentando la colaboración entre lo público y lo privado, entre empresas y administraciones, entre empresas y sus competidores, e incluso países y ciudades. A mí me divierte contar que Pública tiene un programa de debates, mesas redondas conferencias, pero que todo el programa es el señuelo para que vengan; que lo importante es los pasillos. Como cuando me cuentan dos personas cuatro años después, que se conocieron en Pública en el año 19, y uno estaba en Córdoba y el otro en La Coruña, y dijeron “¿por qué no la exposición la hago yo primero, y luego tú después, y la pagamos a medias?” Porque, ¿qué más da hacer una exposición en Córdoba que no sea de estreno, porque ya se ha visto en La Coruña? ¿Qué pierde el público de Córdoba porque ya se haya visto en La Coruña? ¡¿Qué más da?! Cosas tan tontas como esas. Hay déficit económico, y si conoces quién es tu complementario, a lo mejor lo que tú creías que no podía ocurrir, ocurre. Hacemos una encuesta; y lo que resulta de esa encuesta es que, en teoría, todos estamos de acuerdo en que es muy interesante, muy útil y muy necesario colaborar. Pero en la práctica estamos todos tan apurados con nuestro día a día, en nuestra pequeña casilla, que ni siquiera conocemos al de la casilla de al lado, que le pasa lo mismo que a mí; que podríamos compartir cosas. Nace por tanto con afán de interconectar el sector; buscar compartir proyectos.
En Fundación Contemporánea también hacemos formación. Hemos puesto en marcha dos másters de gestión cultural. Ayer me preguntaba alguien de todos los proyectos que tenemos en La Fábrica cuál es al que tengo más cariño. Pregunta jodida. ¿Qué a qué niño quieres más? Quieres a todos. Pero a mí me salió muy espontáneo decir que lo más bonito es el máster, porque llega gente como podíamos ser nosotros mismos hace 30 años, que dice “yo me quiero dedicar a la cultura, o ya me estoy dedicando, o estoy poniendo una galería, o tengo una plataforma online de artistas latinoamericanos, o mil cosas”. Nos permite compartir nuestra experiencia. Para mí es un poco pasar el testigo; que está muy bien, que ya soy mayorcito. Si algo he aprendido en todos estos años que te pueda ayudar, te lo cuento encantado. Es un máster muy “boutique”, porque son grupos de 8 o 10 personas -muy cercano-; donde no les cuentas ningún rollo patatero, si no, a razón quitado, tus proyectos: lo que sale bien, y lo que sale mal. Les presentas a tus contactos para que les puedan ayudar…
F: No parece la prioridad hacer dinero con un máster con un número tan reducido de alumnos.
AF: A veces te viene gente y te dice que es que vosotros sois tontos, porque vuestro máster en vez de hacerlo personal, lo grabáis en vídeo, lo enlatáis, lo vendéis en una plataforma, y entonces lo compran 500. ¿Qué estás contando? ¿Estás convirtiendo lo que yo hago en una “Pepsicola”? No es eso, no. Eso funcionará para otra cosa, pero lo nuestro es más artesano.
Muchas veces nos han preguntado “y vosotros, cuando pusisteis en funcionamiento La Fábrica, Alberto y tú ¿Qué importancia dais a ganar dinero?” Y la pregunta se contesta sola: si hubiésemos querido ganar dinero, no nos habríamos dedicado a la cultura.
Hay una anécdota genial, con que fuera el Presidente Mundial de Arthur Andersen, Manuel Soto. Alguien que en aquel momento era muy importante, estaba en varios Consejos de Administración… Anaut le conocía por su experiencia como periodista económico, y yo por ser “Partner” de Andersen Consulting (ahora Accenture). Le invitamos a comer, para pedirle su opinión. Le contamos con todo entusiasmo nuestros proyectos sobre qué queríamos hacer con la fotografía, montar un festival que se llamase PHotoEspaña, que queríamos publicar libros de fotógrafos… Y tras escucharnos con mucha atención, al final sentenció: “o sea que sois cojonudos ordeñando piedras. ¿Por qué no mandáis las piedras a tomar por culo y ordeñáis vacas como todo el mundo, que con lo listos que sois os vais a forrar?” Así que tras salir de la reunión no se me ocurrió otra cosa que, muerto de risa, coger el logo de La Fábrica y poner debajo “The Stone-Milking Company”. Y lo cierto es que han pasado 30 años y seguimos ordeñando piedras. Es un milagro, pero hemos hecho una cosa que tiene su mérito; que es dedicarnos a hacer cultura sin aportación de nadie, con una estructura de empresa, que tiene que generar ingresos, algunos gastos, y que al final tiene que ser mínimamente rentable para que se sostenga. Tenemos que ser capaces de vivir de eso y tener un equipo que también viva de ello. Fácil no es. Pero nos ha salido bien. Hemos pasado momentos muy malos. Las hemos pasado más putas que en vendimias. Y hemos estado a punto de irnos al garete en alguna de las crisis. En cultura no hay mucho dinero.
F: Imagino que los inicios no serían fáciles.
AF: Empezamos en el 94. Pero, ni Alberto ni yo trabajamos “full time”. Los fines de semana nos reuníamos con otros tres amigos en casa de la madre de Alberto, y de ahí sale nuestro primer proyecto, la revista Matador. El primer número sale ya en el 95. Y para eso se constituye una empresa llamada La Fábrica. Teníamos casi 20 años de experiencia, yo como consultor, y él como periodista. No éramos unos niños, y teníamos contactos y madurez. Cada uno sabíamos de lo nuestro. Pero de gestión cultural no sabíamos nada. Él sabía de periodismo y comunicación, y yo traje el Excel, como Melquiades en “Cien Años de Soledad”, que trae el imán y el hielo. Así que llegamos a la conclusión de que nos teníamos que rodear de los que saben, y de los que tienen los medios para acometer los proyectos.
Es Alberto en el que en el año 97 dice “para desarrollar el proyecto de La Fábrica nos tenemos que dedicar “full time”. Yo me despido del periódico con dos cojones”. Enseguida decidimos hacer un festival de fotografía que va a ser PHotoEspaña. La primera edición se inauguró en junio del 98. Y yo tardé unos meses más, pero también me acabé despidiendo de mis colegas de la Torre Picasso.
F: Después de acometer tantos proyectos, supongo que es una satisfacción poder descansar y disfrutar de uno de ellos, el Club Matador.
AF: Es curioso que El Club Matador ha salido de La Fábrica, aunque no es de La Fábrica hoy en día. La del club es una historia muy bonita también.
Lanzamos la revista Matador, que es un proyecto muy ambicioso de revista. Teóricamente la mejor revista posible, piensa Alberto Anaut; en contenidos, diseño y edición. Es un producto muy cuidado, muy exquisito. No es hacer una revista muy bonita para meter dentro contenidos de moda, o comentarios o reportajes periodísticos; si no para recoger trabajos de autores.
Llama la atención como algo singular: Sólo sale una vez al año, es una revista muy grande, que no cabe en ningún sitio, es carísima, y es complicada de vender un ejemplar suelto en un kiosco o una librería… Sin embargo, la revista pasa a tener miles de subscriptores, y enseguida se convierte en objeto de culto. En torno a ella se presenta con una fiesta, se hace un cuaderno de artista con un artista de primer nivel, se hace un vino con el nombre de ese artista, se hace un disco… Y se va creando alrededor de la revista una especie de comunidad, en la que hay gente muy interesante. Algunos son profesionales de la empresa, otros son pilotos de avión, o son médicos… pero comparten un interés por la cultura contemporánea, lo que representa la revista. Y llega un día Anaut y dice “he pensado que estaría bien juntarles a todos estos, ¿no? Tendríamos que hacer un Club Matador”.
La primera idea era que el Club Matador fuese un proyecto más de La Fábrica, y por tanto que tenía que ser rentable. Pero vimos que para ponerlo en marcha hacía falta mucha pasta. Lo intentamos mover como un proyecto de La Fábrica con un patrocinador, apoyos… y no nos sale.
Lo metimos en un cajón, y cada vez que vemos a uno con cara de despistado, se lo intentamos colocar. Pero nada. Y se queda varios años en el cajón. Y por fin, un día se nos ocurre la idea buena: Que el club será más o menos interesante, no especialmente porque el sitio esté muy bien, y sea muy bonito, o porque se coma muy bien… Lo que en esencia va a definir al club es quién son los socios que hay detrás. Eso es lo que va a hacer el club. Y por lo tanto será más interesante el club si, en vez de estar detrás los dueños de La Fábrica, lo democratizamos un poco.
Entonces decidimos crear un club sin ánimo de lucro, como asociación impulsada 100 socios, representantes de todos los ámbitos profesionales, pero con esa inquietud compartida por la cultura contemporánea. Renunciamos al posible negocio que pueda dar, renunciamos a tener ninguna ventaja respecto a los que vengan. Todos nosotros, los primeros, ponemos lo mismo: 10.000 pavos. Y 10.000 multiplicado por 100, reuniremos un millón, y con eso saldrá el club adelante. Ese era el planteamiento inicial. Y salió muy bien. Los 100, luego fueron 140 y luego 212, cuando hemos ampliado. Ese fue el modelo. Y ha sido el éxito del club.
F: Se parece a una ronda de financiación de una “start up”.
AF: Pero nosotros renunciamos al ánimo de lucro. Ahora hay otros clubs, y la gran diferencia para mí es que ellos tienen que ser un negocio porque hay unos accionistas que se lo quieren llevar a su casa, por lo que han puesto. Y eso te cambia todo. Te cambian estas flores maravillosas que tenemos, con gusto, por unas de plástico que duran más. ¿Cuánto nos gastamos la semana en flores? Mucho, pero hay una diferencia.
Cuando se murió Alberto y estuve en el funeral, me tocó hablar. Conté que el club era un reflejo de cómo Alberto había hecho tantos amigos por el camino en tantos proyectos. Y que lo último que se le ocurrió fue dejarnos un sitio para reunirnos a todos, porque le parecía que nos teníamos que conocer. Y un poco es eso.
F: Y da gusto ver al personal. Todos sonríen. Imagino que es su obligación, pero parece auténtico, y hay un muy buen clima.
AF: En el club trabajan 62 personas hoy. Hemos tenido una reunión ayer para agradecerles la sonrisa. El club es un sitio muy acogedor. Eso genera una distensión que es muy agradable. Y eso que el sector hostelero es muy “perro”, y con una rotación enorme. La gente se cambia de trabajo de un día para otro. Y les pagan mal, les tratan mal. Nosotros aquí tenemos muy a gala que la gente nos dura mucho. Sobre todo los más jefes están desde el principio.
Y eso es un valor de la hostia. Este año hicimos un vídeo de presentación del club para la asamblea anual de los socios. Y es muy bonito porque otros años el vídeo contaba que habíamos hecho 500 conciertos este año, que habíamos puesto 3.927 gin tonic, y habíamos traído flamenco, y no sé qué… Pero este año el vídeo es precioso. Muestra lo que sucede en el club antes de abrir las puertas a las 10 de la mañana. Ves que empieza con un tío que llega a las 8 de la mañana, que recibe al proveedor, que viene del mercado con el pescado y con la fruta. Y los músicos, que vienen con los instrumentos a ensayar… En fin, todo lo que hay detrás para que, cuando entres aquí, esté todo perfecto. También ves al personal del bar reunidos en corro, como un equipo de rugby o baloncesto, conjurándose para hacerlo bien. Aquí hay ese espíritu. Ayer teníamos reunión de la Junta de Gobierno, y citamos a todos media hora antes para agradecerles la sonrisa, y el curro que hacen. Está muy bien. Hay muy buen ambiente. Yo creo que la gente lo valora. Estar en un sitio que tiene otro alma.