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Forbes Interview | Juan Arnau Durán, creador de Monegros Desert Festival: «Cuando empezamos no estaba bien visto por nadie. A eso hemos tenido que enfrentarnos»

Con una nueva edición del Monegros Desert Festival recién finalizada con éxito absoluto, entrevistamos a Juan Arnau Durán, su artífice. Más de 50.000 espectadores, once escenarios y la actuación estelar de Wu Tang Clan, con el rapero zaragozano Kase.O como sorpresa inesperada son nuevos hitos que sumar a una historia que arrancó en 1993, pero que, en realidad, arrancó mucho antes… 150 años antes, en realidad…

La vida de jubilado no es para Juan Arnau Durán (Fraga, 1956)… Por eso se lanzó hace cinco años a escribir, en forma de novela, la historia de su familia. ¡Y qué familia! ¡Y qué novela! Se titula Bailar en el desierto (Grijalbo, 2023) y ese título no es una licencia literaria, sino una realidad al pie de la letra: él es el fundador del Monegros Desert Festival, la rave de música electrónica que se celebra desde 1993 en el desierto de los Monegros, en una finca propiedad de su familia desde tiempo inmemorial.

Pero este es sólo uno de los últimos capítulos de una historia que aún no ha acabado (sus hijos Juan y Mary Cruz están ahora al frente del negocio) y que dio comienzo, en realidad, a mediados del siglo XIX en la localidad oscense de Fraga con su tatarabuelo, Josepet Satorres.

La novela tiene, sin embargo, como punto de partida el año 2013, cuando Juan Arnau recibe una oferta para vender el Monegros Desert Festival a un consorcio estadounidense por tres millones de euros. La noche antes del viaje a Nueva York su madre –aún viva y nonagenaria en la actualidad– le hace entrega de un legado del que Arnau no tenía conocimiento: los manuscritos de la saga familiar redactados por el antecesor de cada generación que había tomado las riendas del negocio, que empezó como café (con baile ocasional) y siguió como cine, salón de baile, espacio de espectáculos de variedades (¡por donde llegó a pasar, por primera vez en España, la orquesta de Xavier Cugat!, que actuó allí en 1962). No importa destripar el final: Arnau viajó a la Gran Manzana, pero no vendió. Y SFX Entertainment, la empresa que quería comprarle los activos, quebró un año más tarde. Todo eso lo cuenta en la novela, intercalado con historias de juego y cómo perderlo todo en una timba de póker, rivalidades a muerte en plena Guerra Civil, luchas por la hegemonía comercial solucionadas in extremis por un amor real a lo Romeo y Julieta… Asistimos al nacimiento del cine mudo y el sonoro, a la aparición del fonógrafo y, años después, de los guateques y la crisis que supuso para las orquestas la aparición de las discotecas… Y ahí se acaba este primer volumen, que tendrá continuación en una siguiente novela, ya escrita, que recorre los últimos sesenta años de la larga historia familiar.

¿Qué tal ha sido la experiencia de novelar la historia familiar de los últimos 150 años?

Como no soy escritor y esto es lo primero que hago, me ha costado mucho; muchísimo, en realidad. Pero estoy satisfecho también porque lo que ha primado ha sido el entretenimiento. El libro es my fácil de leer y, además, recorres históricamente España. O sea, es la historia de España incluida en la historia del entretenimiento.

La novela abarca unos cien años, desde la juventud de Josepet Satorres, allá por el 1860, hasta 1962, con la actuación de Xavier Cugat… ¿Habrá una segunda novela que llegue hasta el día de hoy?

Sí, y ya está escrita. Con esta primera novela he aprendido mucho y ahora me toca rehacerla. Esta segunda novela es más complicada, porque es mucho más autobiográfica: es lo que nos ha tocado vivir a mi padre, a mí y a mis hijos y eso es un poco más delicado y no es tan fácil de llevar a la ficción. Todavía no sabemos qué tipo de formato le vamos a dar: si va a ser una autobiografía novelada o va a ser un algo más… más didáctico, que explique lo que ha pasado con la electrónica. Estamos debatiendo con la editorial cómo lo hacemos.

¿Qué será lo que incluirá esa segunda novela?

Los años en los que cerramos definitivamente el salón de baile con orquesta y, dos meses después, inauguramos la primera discoteca. Se habla de la evolución del entretenimiento, de la irrupción de las discotecas, las macrodiscotecas, los clubs y las raves. Ha habido un cambio radical en la forma de entretenerse y de relacionarse entre la juventud.

El salto del salón de baile a la discoteca, en los años sesenta fue algo revolucionario, un cambio radical. Mi padre siempre decía que ahí fue cuando se liberó la mujer: fue el primer gran cambio social, porque la mujer comenzó a bailar sola y podía fumar. No estaba sometida a que los chicos la sacaran a bailar. Y eso no queda tan lejos: estamos hablando de finales de los sesenta. Fue un cambio revolucionario, y mucho más en un pueblo como Fraga.

Después tenemos la aparición en Nueva York de Studio 54. Yo acudí allí por primera vez con la idea de conseguir la música que se ponía allí. Era una obsesión que tenía yo y conseguimos que nos mandaran cintas de casete. Estamos hablando todavía de tiempos de Franco, una época de aislamiento total de los jóvenes de España con respecto a lo que estaba sucediendo en el resto del mundo, aparte de Ibiza, que era un rincón aparte.

Después llegó la época de los años ochenta y la movida madrileña, y más tarde la aparición de la música techno y la música house, los primeros festivales ilegales, los primeros clubs underground de Berlín y de Londres. Todo eso lo he vivido en primera persona: yo he corrido mucho delante de la policía en raves de Mánchester, en Liverpool, en Múnich, cuando viajaba para localizar a los disc jockeys y convencerlos de que tenían que venir a Fraga.

¿Cómo se llega a la creación del Monegros Desert Festival?

Fraga era parte de las rutas del bakalao que iban a Valencia. Ahora, hacer bailar música electrónica parece una cosa normal, pero entonces era totalmente transgresor. Nuestra primera edición fue totalmente ilegal. Sabíamos que había que pedir permiso para eso, pero no lo hicimos y tampoco pensábamos que aquella primera fiesta desembocaría en lo que es hoy el Monegros Desert Festival o en la aparición del Sónar. La música electrónica entonces no era entendida por nadie. Contábamos hasta con la oposición de los comentaristas musicales, que veían en el rock casi la única música revolucionaria transgresora, cuando, en realidad, ya estaba establecida en muchas partes del mundo.

Nosotros empezamos a traer a Jeff Mills y un día me llamó el concejal de Cultura y me dijo: “Oye, Juan, es que desde el Ayuntamiento no estamos de acuerdo con tu festival”. “¿Y por qué no?”, les dije, y me contestó que teníamos que poner “música para la gente de Fraga”. Yo me reía… “¡Ah!, ¿es que son diferentes de la gente del resto del mundo?”

No estaba bien visto. Se asociaba la música electrónica con las nuevas drogas de diseño. ¿Qué pasa? ¿Que lo de “sexo, drogas y rock and roll” es lógico y normal? No estaba bien visto, ni por los medios de comunicación, ni por los políticos, ni por la sociedad más tradicional. Y a eso hemos tenido que enfrentarnos.

¿Se ha logrado transformar la sociedad fraguense?

No, la sociedad de Fraga no, pero sí ha servido para que los jóvenes de Fraga disfrutaran allí mismo, en el pueblo, de las nuevas tendencias que estaban ocurriendo en todo el mundo. Y ha sido así siempre, a lo largo de toda nuestra historia familiar. A través del casino hacíamos actuaciones “picantes” y el casino era una especie de tapadera. El teatro también estuvo mal visto. Luego el cine, parece mentira, pero también estaba mal visto, cuando el teatro ya estaba bien visto… También estaba mal visto que la gente bailara bailes que no fueran tradicionales y mucho más los bailes que importamos desde el otro lado del Atlántico: el swing, el foxtrot, el jazz… Todo este tipo de bailes que ahora nos parecen bailes clásicos y tradicionales, fuero, en cambio, muy, muy revolucionarios y siempre asociados a drogas, el alcohol, el opio, la heroína.

En la novela explica como se consiguió traer a España por primera vez a la orquesta de Xavier Cugat

Xavier Cugat estaba triunfando en los casinos más importantes de Los Ángeles o Las Vegas, y mi abuelo fue a buscarlo para traerlo a Fraga con toda la orquesta… En aquel tiempo era como si hace veinte años trajéramos a Bruce Springsteen a Fraga. Xavier Cugat era la figura más representativa de las grandes orquestas de entonces. Algo espectacular. No sería muy pretencioso decir que hemos contribuido a la apertura de la mente de los jóvenes sin tenerse que mover de Fraga

En el libro dice que ha quebrado varias veces, hasta el punto de ver cómo se llevan los muebles de su casa.

Sí, es verdad. A mi mujer no le gusta que lo cuente, porque además ella no lo sabía. Un buen día estábamos tranquilos, en casa, y llegaron los del juzgado y nos embargaron los muebles y se los querían llevar, pero no cabían en el ascensor y los tuvieron que dejar. Al final, cuando iban a volver a venir con medios para llevárselos ya habíamos conseguido solucionar un poquitín el tema y no tuvieron que llevárselos.

Los bancos se quedaron con todas las industrias. Tuvimos gasolineras, empresa de transporte, fábricas de harinas, de piensos, ganado, granjas de pollos. Lo único que nos quedó fue el cine Florida, porque el cine Victoria también lo habíamos cerrado y la discoteca Florida también estaba embargada. Yo estaba muy, muy desengañado del mundo empresarial, pero gracias a mi mujer y a mi padre, que decidieron continuar, mano a mano, con el negocio de la discoteca llegamos a salir adelante.

Reconvertir el cine en club nos costó en aquellos tiempos cerca de 150 millones de pesetas, una barbaridad. Y no los teníamos. Lo hicimos gracias a la gente de Fraga, los industriales de Fraga, que nos prestaron su crédito. Nadie nos exigió que le pagáramos nada al contado. Ni constructores, ni electricistas, ni fontaneros. Lo hicimos a crédito, sabiendo todos los industriales que nosotros debíamos en aquellos tiempos casi millones de pesetas.

La vida del empresario es así. Hay gente que está para ser funcionario noblemente, y otros que estamos para sufrir como empresarios. Ser empresario y no sufrir es imposible. Si te dedicas a ser empresario has de estar dispuesto al riesgo, a sufrir cada día de tu vida. Pero nosotros somos más emprendedores que empresarios. Nos gusta más emprender, empezar cosas nuevas. Yo creo que es por la insatisfacción que tenemos siempre encima y que yo he visto en mi casa. Nunca disfrutamos. No celebramos nunca nada. No nos gusta celebrar nada. Cuando conseguimos algo ya estamos pensando en cambiarlo, en hacer cosas nuevas. Yo lo aprendí de mis abuelos, de mis padres, y mi mujer lo ha aprendido de mí y mis hijos de nosotros. Nunca nos damos por satisfechos con lo que hacemos.

Nunca hemos tenido chalets, ni hemos ido a esquiar ni hemos ido a veranear. Una cosa bastante triste, por otro lado, porque yo no hago ningún deporte, ni sé esquiar, ni sé navegar, pero tampoco lo hecho en falta y estoy bien como estoy.

¿Y entonces para qué se vive?

Yo he vivido siempre de cara a los demás. Siempre me ha gustado estar viendo como bailaba la gente, como hacemos felices a la gente, como sonríe la gente. Nos hemos alimentado mucho de esa juventud. Yo siempre digo que somos mucho más jóvenes que el resto. Mi padre murió con 85 años y siempre digo que era la persona más moderna que he conocido en mi vida. Mi padre y  mi hijo, por ejemplo, que era su nieto, se entendían perfectamente y hablaban el mismo idioma, de personajes de música totalmente underground.

¿Por qué se quiebra?

Se quiebra, en ocasiones, por adelantarte mucho. Con la música electrónica, por ejemplo, lo pasé muy mal cuando pasamos de la música disco a la música bakalao. Y ahí morimos de éxito porque venían a cada sesión 4000 o 5000 personas. Luego, con la aparición del Sónar en 1993, nos dedicamos durante tres años a traer discjockeys internacionales de primera fila. No nos asociamos con el Sónar, pero lo pasaba en el Sónar lo trajimos durante tres años a nuestra discoteca Florida y perdimos todo lo que habíamos ganado con la música bakalao, más todos los otros negocios que teníamos, que eran los negocios principales. Porque nosotros no venimos de la música, nuestro negocio familiar principal, era la industria de la molinería: éramos fabricantes de harinas y piensos. Todo aquello se fue al traste precisamente para continuar ofreciendo cosas muy progresistas y muy innovadoras y transgresoras en nuestro salón de baile.

¿Qué planes tiene ahora?

Con la novela se me ha abierto un mundo nuevo. Ahora estoy detrás de convertirla en una serie de televisión, una de las cosas que nos faltaban para seguir entreteniendo a la gente.

La novela atraviesa de manera transversal muchas épocas que pueden interesar a gente de 70 y 80 años, pero también de 20 y 30 o de 50 y 60, porque habla de los espectáculos que han conocido todas y cada una de estas generaciones.