A veces es complicado prever qué ocurrirá en los mercados. Lo que hace, por ejemplo, siete años parecía importante desde una perspectiva macroeconómica o política era, desde un punto de vista retrospectivo, menos duradero o consecuente. Asimismo, los intentos actuales de adivinar la dirección a corto plazo de los mercados parecen condenados al fracaso, lo que no significa que no debamos analizar el panorama de inversión para la renta variable europea.
A corto plazo prevemos un panorama difícil a medida que los confinamientos se mantengan o se intensifiquen. Alienta pensar que las empresas y los consumidores se adaptarán a la situación mejor que en primavera. Al mismo tiempo, creemos que el apoyo fiscal de los gobiernos se mantendrá, mientras que los bancos centrales deberían seguir con una política monetaria extremadamente flexible. Por último, y lo que es más importante, creemos que el actual despliegue de las vacunas compensará la mayoría de los efectos negativos.
Las perspectivas a medio plazo parecen más brillantes. Cada vez habrá más población vacunada, por lo que se podrían suavizar muchas restricciones. Por lo tanto, esperamos ver un repunte significativo en las previsiones de crecimiento de los beneficios económicos y empresariales. Esto incluye algunas de las áreas más afectadas del mercado. Al ser una opinión compartida, los inversores están descontando en el precio al menos una parte de esta tesis. Y una vez más, esto incluye muchas de las compañías que menos han contado con el favor de los inversores en 2020.
¿Y qué hay de 2022? Sabemos que el telón de fondo de muchos negocios será diferente cuando salgan de la crisis. El confinamiento ha alterado permanentemente los patrones de consumo y de comportamiento. Es probable que la adopción de nuevas tecnologías siga siendo una cuestión dominante. Creemos que este cambio continuará impulsando a los ganadores y perdedores en términos relativos.
Desde una perspectiva macro, podríamos entrar en un nuevo ciclo económico. Las actuaciones sucesivas de los bancos centrales y la mayor velocidad del dinero podrían provocar una vuelta de la inflación. Igualmente, sin embargo, el impacto de la COVID-19 podría ser el de un desastre natural en lugar de una recesión. En este escenario, la economía sigue estando en niveles de ciclo tardío con un impulso, en lugar de en el ciclo temprano con años de auge por delante. En ese caso, los modelos de negocio robustos y los balances sólidos serán la clave.
Por lo tanto, nuestro escenario central a largo plazo sería un entorno de bajo crecimiento, bajos tipos de interés y probablemente baja inflación. Sin embargo, el riesgo de una mayor inflación ha aumentado. El rango de resultados probables no ha cambiado, pero la probabilidad de que surjan diferentes escenarios se ha alterado.
¿Cuáles son las implicaciones para los inversores?
En conjunto, seguimos favoreciendo las carteras bien equilibradas. Los inversores deben buscar el éxito en diferentes entornos, lo que implica la participación en cualquier subida potencial, junto con una sólida protección en las caídas. En este clima, los inversores premiarán a las compañías que tienen un fuerte poder de fijación de precios. Aquellas que ofrezcan opcionalidad en un mundo de mayor inflación también resultarán muy populares.
En términos relativos las perspectivas a largo plazo de la renta variable europea parecen más interesantes de lo que lo han sido en la última década. A favor de la región se mueven tres tendencias clave. En primer lugar, es un líder en el capitalismo responsable. En segundo lugar, las empresas europeas cuentan con uno de los capitales intelectuales más fuertes del mundo. Por último, muchas siguen estando bien situadas para aprovechar la digitalización en curso de la industria.
De forma combinada, estos factores señalan que Europa tendrá sus velas desplegadas para aprovechar los grandes vientos de cola de 2020, y no irá detrás de las ráfagas que impulsaron la rentabilidad de la renta variable en la década de 2010.
Ben Ritchie es el director de renta variable europea de Aberdeen Standard Investments. Se unió a la firma en 2002. Ben se licenció en Historia Moderna y Políticas en el Pembroke College de la Universidad de Oxford y es CFA Chaterholder.