El primer semestre de 2025 ha sido uno de los más inusuales de los últimos años en los mercados financieros. Tanto el S&P 500 como el Nasdaq llegaron a caer cerca de un 19% y un 20% respectivamente en apenas unos meses, empujados por el temor a una recesión en Estados Unidos, la incertidumbre política tras el regreso de Donald Trump a la presidencia y una Reserva Federal (Fed) aún poco flexible. Sin embargo, en las últimas semanas el sentimiento ha dado un giro significativo.
Las bolsas estadounidenses han cerrado junio en máximos históricos. Según datos de Bank of America, el volumen de compras netas en compañías tecnológicas durante este mes ha sido el mayor en diecisiete años. Además, el flujo de capital extranjero hacia activos estadounidenses ha alcanzado los 136.000 millones de dólares en lo que va de año, con el 70% de esas entradas concentradas en las últimas cuatro semanas. El dinero, que había salido de Estados Unidos en los primeros meses del año, ha comenzado a regresar con fuerza.
El giro del inversor institucional
Uno de los elementos más relevantes de este cambio ha sido el comportamiento de los grandes fondos institucionales. Durante buena parte del semestre, estos inversores mantuvieron posiciones de cobertura o directamente cortas frente al mercado, especialmente ante las dudas sobre el rumbo económico del país. En mayo, las ventas netas de acciones por parte de institucionales alcanzaron los 8.000 millones de dólares, según cifras de Bank of America.
Al mismo tiempo, los inversores particulares tomaban la dirección opuesta. Durante el mismo mes, los minoristas compraron 1.600 millones de dólares en acciones, en un comportamiento inverso al habitual. Este tipo de divergencias entre ambos perfiles de inversor suelen marcar puntos de inflexión. Las recientes subidas estarían en parte explicadas por la capitulación de esos inversores profesionales, obligados a cerrar posiciones bajistas y a recomponer carteras en un mercado que sigue subiendo.
Las tecnológicas recuperan el liderazgo
El renovado apetito por el riesgo se ha concentrado especialmente en el sector tecnológico. Nvidia ha liderado este movimiento con una revalorización cercana al 10% en la última semana de junio y más del 50% desde los mínimos de abril. La compañía ha alcanzado máximos históricos y ha superado a Microsoft como la empresa de mayor capitalización bursátil del mundo con 3,8 billones de dólares.
El efecto arrastre ha sido claro. Empresas como Meta, Amazon, Microsoft y Alphabet han registrado también avances significativos en las últimas semanas. Morgan Stanley ha señalado que el flujo hacia grandes tecnológicas refleja un cambio de percepción estructural, en un entorno donde la inversión en inteligencia artificial sigue siendo uno de los motores más sólidos de crecimiento empresarial.
Un contexto macro más favorable
Al mismo tiempo, los datos económicos más recientes en Estados Unidos han sorprendido positivamente. El PIB del primer trimestre registró una caída anualizada del 0,5 por ciento, aunque ajustando el efecto puntual de las importaciones anticipadas, el crecimiento subyacente habría sido del 1,9%. La inflación, aunque todavía por encima del objetivo de la Fed, ha comenzado a estabilizarse. El deflactor del gasto personal subió en mayo un 2,3% en su versión general y un 2,7% en la subyacente.
El petróleo, por su parte, ha caído más de un 12% en pocas sesiones, lo que contribuye a aliviar presiones sobre los precios. En este entorno, algunos miembros de la Fed ya han abierto la puerta a una posible bajada de tipos de interés en julio. El Banco Central Europeo, por su parte, podría situarlos por debajo del 2% tras un recorte reciente de un cuarto de punto.
Bank of America no ve impedimentos relevantes para una continuidad del ciclo alcista, mientras que Morgan Stanley proyecta tipos de interés por debajo del 3% en 2026. La posible exclusión de los bonos del Tesoro del cómputo exigido en los coeficientes de liquidez bancaria en Estados Unidos para amortiguar los efectos del déficit y la deuda también podría facilitar una expansión del crédito y reforzar el flujo hacia activos de riesgo.
El factor estadístico y la deuda como riesgo latente
Julio es, históricamente, uno de los meses más alcistas del año en la bolsa estadounidense. Desde 1948, los datos muestran que tras caídas cercanas al 20% seguidas de recuperaciones rápidas, el S&P 500 ha obtenido retornos medios del 19% en los doce meses posteriores.
Sin embargo, no todo apunta a una trayectoria sin sobresaltos. El déficit público de Estados Unidos ha alcanzado un récord mensual en mayo, con una economía creciendo al 2% y una ratio deuda/PIB que ya supera el 120%. Según Juan Carlos Ureta, presidente ejecutivo de Renta 4, “el problema de la deuda se mantiene como el gran elefante en la habitación”. El mercado, de momento, parece mirar hacia otro lado, apoyado por una narrativa de dinero fácil y confianza en la intervención de los bancos centrales si fuera necesario.
Expectativas en ascenso y una narrativa dominante
La relación entre expectativas, política monetaria y flujos de capital ha dominado la evolución reciente del mercado. La narrativa, como apunta el propio Ureta en un comentario reciente, se ha impuesto a los fundamentales en la dirección del mercado: “en las nuevas bolsas de Trump, realidad y relato se confunden”. En este entorno, el denominado “efecto Peter Pan”, acuñado por el exgobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, vuelve a adquirir relevancia. Según ese concepto, si los agentes económicos creen que todo va a ir bien, los mercados pueden sostenerse en esa convicción colectiva, al menos durante un tiempo.
La combinación de señales técnicas, macroeconómicas y monetarias ha construido un entorno complejo, pero potencialmente favorable para la renta variable. Aunque las tensiones geopolíticas, el endeudamiento y los riesgos regulatorios siguen presentes, el regreso del capital internacional y la reactivación del interés institucional marcan un punto de inflexión que los mercados empiezan a descontar.
