Donald Trump ha regresado a la Casa Blanca, y con apenas unas horas en el cargo, ya ha comenzado a hacer ruido. En su estilo característico, firmó varios decretos que marcan el inicio de una agenda cargada de confrontaciones comerciales y restricciones migratorias. Pero lo que realmente ha encendido las alarmas en los mercados es el anuncio de aranceles del 25% sobre Canadá y México, programados para entrar en vigor el 1 de febrero.
La excusa oficial es combatir el flujo ilegal de drogas e inmigración desde sus países vecinos, aunque detrás de esta medida hay mucho más que simples preocupaciones de seguridad fronteriza.
¿Por qué Canadá y México?
Canadá y México son los socios comerciales más cercanos de Estados Unidos, pero también los más vulnerables. En una maniobra clásica de “America first”, Trump busca aprovechar esta presión inicial para enviar un mensaje contundente al resto del mundo: todos están en su radar. La medida se anunció después de un día de especulaciones, donde los mercados inicialmente respiraron aliviados ante la ausencia de medidas radicales, solo para ser golpeados por esta nueva táctica.
El impacto ya se siente. El dólar, que había comenzado el día a la baja, se disparó tras la confirmación de los aranceles, generando volatilidad en divisas y en el precio del petróleo, que cayó cerca de un 2%”. El dólar canadiense y el peso mexicano cayeron más de un 0,8% respectivamente frente al dólar estadounidense.
¿Y qué pasa con China?
Curiosamente, Trump ha mostrado más moderación con China de lo que muchos esperaban. Aunque durante la campaña su retórica fue feroz, en sus primeros días en el cargo ha optado por abrir la puerta a negociaciones. Incluso ha ordenado una investigación para evaluar si China ha cumplido con el Acuerdo de Fase 1 de 2020, aquel acuerdo en el que prometió aumentar sus compras a Estados Unidos para reducir el déficit comercial.
Sin embargo, China no cumplió. Según datos de PIIE Research, China apenas alcanzó el 60% de sus compromisos. Esto deja la mesa puesta para que Trump vuelva a la carga con más restricciones y, posiblemente, aranceles que compliquen aún más las relaciones entre ambas potencias.
Europa, en alerta máxima
Sin embargo, China no es el único objetivo; Europa también teme una ofensiva comercial de Trump. El presidente ya ha sugerido aranceles del 20% sobre las importaciones de automóviles europeos, un golpe directo al sector automotriz, que destina el 20% de sus exportaciones a Estados Unidos.
Este sector, ya presionado por la transición hacia los vehículos eléctricos (VE) y la feroz competencia china, ve en Trump una amenaza que podría agravar su situación. De hecho, la UE impone un arancel del 10% a los automóviles importados, pero teme represalias si las medidas de Trump se materializan. Incluso un arancel del 10% perjudicaría significativamente a los exportadores europeos, y las amenazas de un arancel del 60% a productos chinos podrían generar presiones para que Europa siga un camino similar.
La incertidumbre también afecta al sector energético. Trump busca que Europa compre más petróleo y gas estadounidenses, algo que choca con la realidad de que muchas naciones europeas carecen de infraestructuras adecuadas, como plantas de regasificación, para absorber este cambio. Esta situación se agrava en un contexto de tensión económica, donde la dependencia energética sigue siendo un punto crítico tras la disminución del suministro de gas ruso.
Además, el impacto político no pasa desapercibido. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y António Costa, presidente del Consejo de la UE, han expresado su intención de cooperar con la nueva administración estadounidense. Sin embargo, la llegada de Trump genera preocupación en Europa por el posible fortalecimiento de los partidos de extrema derecha, especialmente en Alemania, donde las elecciones de febrero podrían convertirse en un punto de inflexión.
Por su parte, la estrategia de Trump parece subrayar su preferencia por las negociaciones bilaterales, en detrimento de los acuerdos con organismos como la UE. Esto quedó claro en su decisión de invitar a la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, a la inauguración presidencial, mientras que no se extendió la misma cortesía a representantes de la UE. Esta postura unilateral complica las relaciones y refuerza las dudas de la comunidad empresarial europea. Según una encuesta de AmCham, el 90% de las empresas estadounidenses que operan en Europa prevén un deterioro en las relaciones comerciales bajo el mandato de Trump.
El tablero geopolítico en 2025
El regreso de Trump no solo agita la política comercial. Su círculo cercano, compuesto por tecnoligarcas como Elon Musk, Peter Thiel y David Sacks, promete una revolución tecnológica que incluye un fuerte enfoque en criptomonedas e inteligencia artificial. Esta combinación de políticas disruptivas y agresivas podría cambiar las reglas del juego global. Por ejemplo, la llegada de Trump ha generado un renovado interés en las criptomonedas. Incluso se rumorea que Trump y Melania podrían lanzar su propia criptomoneda, lo que ya ha desatado euforia en los mercados cripto.
Por otro lado, Trump ha suspendido temporalmente la prohibición de TikTok en Estados y ha ordenado la salida del acuerdo climático de París y de la Organización Mundial de la Salud.
Trump también ha prometido impulsar el desarrollo energético estadounidense y revocó medidas que habían bloqueado de hecho las perforaciones en la mayoría de las aguas costeras de Estados Unidos. Los precios del petróleo cayeron, y el West Texas Intermediate cayó por debajo de los 77 dólares el barril.
¿Qué esperar ahora?
Todo esto es solo el principio. Trump todavía no ha desplegado toda su artillería, pero el mensaje es claro: Estados Unidos está listo para sacudir el tablero global, y todos tendrán que adaptarse. Como apuntan desde Julius Baer: “los aranceles y la geopolítica serán las herramientas clave para alcanzar acuerdos. Habrá mucho ruido, pero también oportunidades”. Lo iremos viendo.