EEUU tiene un serio dilema con su moneda. El dólar, esa pieza del sistema financiero global, es una herramienta fundamental para el comercio y la economía. Pero, ¿es mejor que sea fuerte o débil? Esta es una pregunta que la administración Trump ha enfrentado con mensajes contradictorios.
Por un lado, una moneda fuerte es símbolo de confianza en la economía de un país, protege el poder adquisitivo de los ciudadanos, refuerza el estatus del dólar como la divisa de reserva global, pero puede perjudicar a las exportaciones. Por otro lado, un dólar débil puede ser un impulso para las exportaciones estadounidenses, ya que abarata sus productos en el extranjero y estimula la industria nacional. Pero también podría erosionar la confianza de los inversores internacionales en la moneda.
La gran pregunta es: ¿qué prefiere Trump?
La respuesta no es tan simple. Durante la primera administración, Trump adoptó una estrategia mixta. Por un lado, utilizó las políticas fiscales y comerciales para intentar debilitar el dólar. La guerra comercial con China y los aranceles a productos europeos tuvieron como objetivo reducir el déficit comercial y fortalecer la industria estadounidense. Por otro lado, la reforma fiscal de 2017, con una importante rebaja de impuestos corporativos, atrajo grandes flujos de inversión extranjera, lo que paradójicamente fortaleció el dólar. Los inversores internacionales buscaban aprovechar los beneficios fiscales, aumentando la demanda por la moneda.
Sin embargo, ahora no será una tarea tan fácil. Esta estrategia no está exenta de riesgos. Un dólar muy fuerte puede perjudicar a las exportaciones estadounidenses y exacerbar los desequilibrios comerciales, mientras que un dólar demasiado débil podría erosionar la confianza internacional en la moneda.
“El dólar está demasiado fuerte y nos está matando,” dijo Trump en una entrevista en 2017. Pero al mismo tiempo, su Secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, enfatizaba que un dólar fuerte era un objetivo de largo plazo porque reflejaba la fortaleza de la economía estadounidense.
¿Cuál es el plan y qué pasará en 2025?
En los días previos a su nueva toma de posesión, el dólar está cerca de la paridad con el euro que marca mínimos no vistos en dos años. Los analistas apuntan que las expectativas de menos recortes de tipos en Estados Unidos, frente a Europa, están fortaleciendo la divisa americana. Además, las políticas esperadas de Trump, incluyendo nuevos aranceles, bajadas de impuestos y restricciones migratorias, podrían incrementar la inflación y sostener el dólar a corto plazo.
Sin embargo, no todo el mundo coincide. En Bank of America creen que la fortaleza del dólar podría ser insostenible a largo plazo, ya que un dólar muy fuerte chocaría con la estrategia de “America first”, dificultando la competitividad de las exportaciones y ampliando el déficit comercial.
La Reserva Federal entra en juego.
A lo largo del primer mandato de Trump, la Reserva Federal (Fed) también jugó un papel crucial. Sus decisiones sobre los tipos de interés afectaron directamente la fortaleza del dólar. Trump presionó repetidamente a la Fed para que bajara las tasas de interés, argumentando que esto ayudaría a debilitar el dólar y a estimular la economía. Sin embargo, la independencia de la Fed limitó la influencia directa de la Casa Blanca.
El rumbo dispar entre Estados Unidos y Europa también juega un papel crucial. Mientras la Fed podría reducir los tipos solo un 0,5% en 2025, el Banco Central Europeo planea recortes más agresivos, debilitando el euro. Esto ha llevado al dólar a niveles no vistos desde los primeros años del euro, cuando también hubo preocupaciones por el crecimiento europeo y la guerra en Ucrania.
Entonces, llegamos a la gran pregunta: ¿quiere Trump un dólar fuerte o débil? La realidad es que Trump quiere ambas cosas. Un dólar débil para impulsar las exportaciones y mejorar la competitividad internacional, pero un dólar fuerte para preservar la estabilidad financiera y atraer inversión extranjera.
¿Y qué podría pasar? Los analistas de UBS sugieren que la fortaleza del dólar podría mantenerse en el corto plazo gracias a su atractivo como refugio seguro, pero que a medida que la economía estadounidense se ralentice y Europa muestre señales de recuperación, el euro podría repuntar hacia finales de 2025.
Además, factores como un posible acuerdo comercial entre Europa y Estados Unidos para evitar nuevos aranceles, o una flexibilización fiscal en Alemania tras las elecciones, podrían cambiar las tornas a favor del euro.
La pregunta clave no es solo si Trump quiere un dólar fuerte o débil, sino si es posible tener ambas cosas a la vez.