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¿Es tan fuerte el S&P 500 como parece?

2024 ha sido un año extraordinario en Wall Street. Las bolsas no han dejado de subir y los inversores están disfrutando de una gran fiesta bursátil. El S&P 500, el gran termómetro del mercado estadounidense, ha subido más de un 20%, dejando a muchos preguntándose si estamos viviendo una racha imparable o una ilusión pasajera. Con los grandes bancos de inversión yendo de la mano en sus pronósticos, el optimismo está por las nubes. Pero, como siempre, no todo es lo que parece.

Los grandes bancos de inversión, como Goldman Sachs y Bank of America, tienen claro que el índice todavía tiene recorrido. Goldman proyecta un S&P 500 en 6.500 puntos para finales de 2025, lo que implicaría una subida del 7,5% desde los niveles actuales. Incluso anticipan un aumento del 11% en los beneficios de las empresas del índice para ese año, gracias a la mejora en los márgenes y a un entorno económico más estable. Bank of America no se queda atrás y sitúa al índice en 6.666 puntos, augurando un crecimiento del 10%. 

Todo esto sería perfecto, de no ser porque ambos coinciden también en que las valoraciones actuales están peligrosamente altas. El S&P 500 cotiza a más de 28 veces sus beneficios y cinco veces su valor en libros, cifras que lo colocan en el percentil 93 desde 1976. Dicho de otro modo, en más del 90% del tiempo desde esa fecha, el índice ha estado más barato. Bank of America advierte que estas cifras podrían traducirse en una rentabilidad anualizada de apenas un 1%-2% durante la próxima década. Goldman Sachs tampoco pinta un panorama mucho más alentador, y prevé un crecimiento nominal del 3% anual. ¿La conclusión? Los próximos diez años podrían ser de los peores en la historia del índice.

Con estos números en la mesa, algunos veteranos están actuando con cautela. Warren Buffett, el célebre inversor, no parece dejarse contagiar por el optimismo generalizado. En los últimos dos años, su empresa, Berkshire Hathaway, ha vendido más de 600 millones de acciones de Apple, reduciendo su participación en dos tercios. Mientras tanto, ha acumulado más de 325.000 millones de dólares en efectivo, destinando gran parte de ello a letras del Tesoro a corto plazo.

“Cuando todos los demás están entusiasmados, yo prefiero ser prudente”, ha dicho en más de una ocasión. Su mensaje es claro: el mercado está diseñado para que los inversores compren y vendan constantemente, generando comisiones para los intermediarios, no necesariamente para que obtengan beneficios a largo plazo.

Pero volvamos a lo que está detrás de este optimismo desbordado. Hoy, el S&P 500 no es el mismo índice que hace 20 o 30 años. La mitad de su ponderación corresponde a empresas tecnológicas y de atención médica, sectores con altos márgenes y baja deuda. Además, el índice no es estático. En promedio, un 36% de sus componentes cambian cada diez años, lo que le permite adaptarse a las tendencias del mercado. Gigantes como Meta y Tesla son ejemplos de empresas que se han incorporado en los últimos años, aportando frescura y crecimiento.

El motor principal de este auge ha sido, sin duda, la inteligencia artificial (IA). JPMorgan estima que las grandes tecnológicas gastarán más de 500.000 millones de dólares en esta área solo el próximo año, impulsando la productividad y los márgenes en sectores clave. Sin embargo, no todo el mundo está convencido de que estas inversiones masivas darán los frutos esperados. 

Además, hay otro dato que invita a tener los pies en el suelo. Las acciones estadounidenses están mucho más caras que las de otras regiones. Mientras el S&P 500 cotiza a 22.5 veces los beneficios previstos, Europa y Asia están por debajo de 14 veces. Esta diferencia, refleja la creencia de que la economía de Estados Unidos será más productiva e innovadora que cualquier otra. Aunque hay razones para esta confianza, los excesos de confianza del pasado han demostrado que ninguna ventaja es eterna.

El mercado recuerda peligrosamente a los días de gloria previos a la burbuja puntocom. Entonces, como ahora, las valoraciones estaban por las nubes y las expectativas tecnológicas eran infinitas. Y aunque las empresas actuales son más sólidas y rentables que las de aquella época, los paralelismos son innegables. Las valoraciones representan una parte importante de las subidas recientes y, como entonces, los mercados podrían estar construyendo expectativas difíciles de cumplir.

Por ahora, las valoraciones elevadas no parecen ser un freno inmediato. Como dicen algunos analistas, los valores caros pueden volverse aún más caros. La historia ha demostrado que los mercados pueden mantener su inercia alcista mucho más tiempo del que los escépticos pueden imaginar. Pero cuando llegue la corrección, los que no estén preparados podrían sufrir las consecuencias.

La pregunta no es si el mercado puede empezar a corregir, sino cuándo. ¿Dentro de una semana, seis meses, 1 año? Hasta entonces, el consejo de Buffett sigue siendo válido. Las grandes oportunidades no se encuentran siguiendo titulares alarmistas ni predicciones excesivamente optimistas. Comprar barato, vender caro y mantener la calma sigue siendo el mejor antídoto contra las subidas vertiginosas y las inevitables caídas.

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