A medida que el ciclo de tipos de interés en todo el mundo se acerca a sus máximos, podríamos encontrarnos en un punto de inflexión para el mercado de bonos. O así, al menos, lo ven algunos analistas pensando en 2024. Los mercados de crédito ofrecen nuevas oportunidades en todos los sectores y, con unos rendimientos iniciales de entre el 5,5% y el 8,5%. El contexto está preparado para obtener rentabilidades totales positivas a largo plazo.
“El rendimiento inicial es con frecuencia un buen indicador de la rentabilidad total que cabe esperar de los bonos a más largo plazo. Esto supone que los inversores tienen que obtener rendimientos positivos y convincentes de sus inversiones en deuda a largo plazo en determinadas áreas de los mercados de renta fija, con la ventaja de disfrutar de una volatilidad inferior a la de la renta variable”, asegura Flavio Carpenzano, director de Inversiones de Renta Fija de Capital Group.
No hay inversores que hayan tenido más interés en el cambio de paradigma económico que se ha vivido en los últimos tres años que los de renta fija. “Las tendencias relativas a la demografía, la desglobalización y la descarbonización están redefiniendo el panorama de inversión”, analizan Julien Houdain, responsable de renta fija global sin limitaciones; Lisa Hornby, responsable de renta fija multisectorial estadounidense; y Abdallah Guezour, responsable de deuda de mercados emergentes y materias primas de Schroders.
Las dinámicas fiscales en Estados Unidos y otros mercados desarrollados siguen siendo un problema, y, al mismo tiempo, la inflación ha llegado para quedarse y las tensiones geopolíticas añaden otra capa de incertidumbre.
La inflación ha sido más alta que en la década anterior y los rendimientos, tanto reales como nominales, de los bonos de mayor calidad ahora están en máximos de los últimos 15 años. “Esto hace que parezcan baratos tanto en términos absolutos como en relación con otras clases de activos, sobre todo, frente a la renta variable”, comentan Guezour y Hornby.
La inflación y el crecimiento están perdiendo fuerza y la mayoría de los bancos centrales están llegando al final de sus ciclos de subidas de tipos. Históricamente esto ha supuesto un momento en el que invertir en renta fija ofrece la máxima recompensa.
Con este telón de fondo, los malos datos de rentabilidad que se han registrado en los tres últimos años han pasado a la historia. “Además, en cuanto a las valoraciones, tanto en términos absolutos como en relación con otras clases de activos, los bonos cotizan tan baratos como han venido haciéndolo en la última década y los rendimientos más altos ofrecen ya un importante colchón para compensar posibles nuevas bajadas de precio”, destacan Guezour y Hornby.
El nuevo paradigma
El mercado ya ha asimilado totalmente el escenario de tipos más altos durante más tiempo en un contexto en el que la inflación no acaba de remitir.
Descarbonización, desglobalización y demografía probablemente acaben desembocando en otras “Ds” con graves consecuencias para la inversión en renta fija: deuda, déficit y default.
La gestión en materia fiscal está intrínsecamente vinculada a las dinámicas de deuda. La transición hacia una nueva era en la que los costes de la financiación son más altos probablemente perpetúe un círculo vicioso que se unirá a los niveles de deuda acumulada en los próximos años.
“Es previsible un pronunciamiento de las curvas de rendimiento, que supondría una diferencia cada vez mayor entre los rendimientos de los bonos a corto y a largo plazo. De hecho, vemos valor en estrategias que aprovechan el pronunciamiento de la curva de rendimiento en varios mercados”, resaltan Guezour y Hornby.
Todo ello apunta a que las rentabilidades de los bonos serán estructuralmente superiores, pero también a que las divergencias del mercado se harán más visibles a medida en que las tendencias de las distintas regiones difieran.
Perspectivas de los principales sectores crediticios
Actualmente, los gestores están encontrando oportunidades en todo el espectro de los mercados de crédito. En cuanto al alto rendimiento, la resistencia del consumidor estadounidense ha sorprendido a algunos expertos. “Hemos visto cómo esta resistencia se manifestaba a través de la persistente fortaleza del gasto de los consumidores en viajes y ocio, lo que favorecido a los emisores de líneas de cruceros y al sector del juego”, resalta Carpenzano.
La mayor dispersión de los diferenciales también está generando oportunidades idiosincrásicas en las empresas con grado de inversión. Las valoraciones de determinadas instituciones financieras mundiales y de los bancos regionales estadounidenses más grandes y mejor capitalizados en los tramos preferentes no reflejan necesariamente los fundamentales subyacentes y se cotizan con diferenciales más amplios de lo que nuestro análisis sugiere que está justificado.
Determinados emisores del sector de los servicios públicos también ofrecen potencial, ya que se benefician de una rentabilidad estable y de mejoras en su red de distribución para protegerse frente a catástrofes naturales, como los incendios forestales.
Las valoraciones en determinados segmentos del mercado de ABS (subprime de automóviles y alquiler de coches) parecen descontando una recesión moderada, pero los tramos más senior pueden resistir una recesión más severa de la economía.
En la deuda de mercados emergentes, los gestores están encontrando valor en América Latina, donde los bancos centrales han sido más proactivos que los de mercados desarrollados a la hora de subir los tipos para atajar la inflación. “Entre los ejemplos se incluyen varios soberanos latinoamericanos en la cohorte de calificación de grado de inversión de alta calidad, como México, así como emisores con calificación de alto rendimiento, como la República Dominicana, Colombia y Paraguay”, dice Carpenzano.