El día 4 de octubre comienza la reunión de la OPEP+, y las decisiones que se tomen en ese encuentro marcarán, con alta probabilidad, el futuro de los precios. Ya nos hemos acostumbrado a vivir en un entorno de precios altos, donde comprar una botella de aceite se vuelve casi un lujo para muchos hogares españoles. Los memes sobre ello son ya un clásico y, mientras, los bancos centrales tratan de contener esta escalada de precios con el arma que parece la única capaz de frenar esta tendencia: los tipos de interés.
Sin embargo, y aunque dicha arma sí que parece que ha hecho efecto y empezamos a ver cierta contención de precios (hemos pasado de una tasa de inflación del 10% en Europa a un 4%), la economía es un puzzle de muchas piezas, siendo una de las más importantes el barril de Brent, que ha estado de fondo en muchos escenarios de crisis a lo largo de la historia económica. También China es otra de las piezas clave.
Para entender el origen de la situación actual, tenemos que irnos un año atrás, en concreto, al momento de la invasión de Rusia a Ucrania. Siendo dos de los principales exportadores de ciertas materias primas como el trigo, la guerra desencadenó una subida de precios de los alimentos (con alto riesgo de provocar hambre en ciertas partes del mundo). Los granos de trigo se quedaron durante un tiempo esperando en los puertos del mar negro, y mientras, esa falta de oferta empujaba los precios hacia arriba.
Pero aún quizá más impactante fue la consecuencia en los precios energéticos. En un intento de apoyar a Ucrania muchos países bloquearon la compra de crudo y gas a Rusia. La crisis estaba encima de la mesa con una clara consecuencia final: aumento de los precios energéticos a nivel global. Menudos dos ingredientes para el cóctel: alimentos y energía. Otras dos piezas del puzzle.
Pero este aumento de precios no venía por el lado de la demanda, sino de la oferta. Es decir, los precios no se incrementaron por un exceso del consumo, sino por escasez de oferta de determinados productos. Aquí es donde la solución se vuelve más complicada para los bancos centrales.
Un aumento de los tipos encarece el crédito (o lo frena en muchos casos) y disminuye, por tanto, el consumo (sin mencionar el aumento de costes para muchas empresas). En épocas boyantes donde los salarios y los beneficios empresariales están en auge una estrategia de encarecimiento del crédito funciona, dado que frena la demanda (por la subida tipos) y, por tanto, provoca un descenso de los precios.
No obstante, un encarecimiento del crédito en épocas de desaceleración solo lleva a una situación algo alarmante: menos consumo y menos crecimiento económico, pero con mantenimiento de altos precios (tendencia a la baja, pero aún altos para la mayoría de los hogares). De hecho, las autoridades empiezan a avisar de los riesgos. Según De Guindos el crecimiento será muy moderado, próximo al 0%, con un segundo semestre de año con estancamiento económico.
Volvamos a la OPEP+, reunión en octubre. Los precios del petróleo siguen subiendo (a pesar de un dólar fuerte, que encarece aún más su precio a los compradores cuya divisa es otra), anotándose más de un 20% de subida en verano. El barril de Brent supera los 90 dólares (habiendo rozado los 95 a finales de septiembre) pero, los socios del grupo no dan un solo atisbo de intención de cambio de política de producción para suavizar los precios. Ante los recortes de producción existentes, la consecuencia es un descenso de inventarios a nivel mundial (con costes de almacenamiento en cualquier caso cada vez más caros, debido a las subidas de los tipos). Pero la previsión de demanda en principio se mantiene estable, por lo que todo podría apuntar a una continuidad de los precios en los niveles actuales. De nuevo entonces habría impacto en la inflación.
Ahora bien, hay que meter en ese puzzle la crisis inmobiliaria en China, algo que empieza ya a hablarse y a ser tenido en cuenta. Dado que China es uno de los principales importadores de crudo a nivel mundial (entre otros, es uno de los compradores a Rusia) su crisis en el sector inmobiliario (con claro efecto dominó en múltiples sectores que dependen de él) puede impactar en la demanda, con efecto a la baja en el precio del barril.
¿Podría ser un alivio? Sí y no. Sin ánimos de ver el vaso medio vacío, hay que añadir que la crisis en China puede afectar también (por ese efecto dominó) a la economía global, por lo que volveríamos a la casilla de salida en cuanto al crecimiento.
En conclusión, los bancos centrales lo tienen difícil, si su arma solo son los tipos de interés (esto ya lo vimos en los 80, y las consecuencias fueron impactantes en las tasas de desempleo). Las soluciones que muchos economistas ya han apuntado en reiteradas ocasiones pasan por meter mano en determinados productos como electricidad o alimentos, ayudar a las empresas a generar empleo y ajustar salarios, usar energías alternativas… entre otras.
En definitiva, invertir en soluciones a largo plazo puede erigirse como la gran alternativa al contexto de mercado actual.
*Sara Carbonell, directora de CMC Markets en España