Nos adentramos en un territorio inexplorado para comprender los efectos duraderos de la pandemia y encontrar la forma de afrontar la “nueva normalidad”. ¿Volverá la vida a como era antes o los cambios son irreversibles? Es demasiado pronto para saberlo y los eventos del último año y medio han añadido nuevas incertidumbres a la situación económica y política que dificultan aún más las previsiones.
Antes de 2022, la regla general era que el consumidor acomodado tenía que hacer frente a aproximadamente el doble de la tasa de inflación del consumidor medio. Tomando 2022 como base (con una inflación mundial que coqueteaba con el 8%), esto habría significado que el Índice de Estilo de Vida que elabora Julius Baer anualmente habría superado el 15% en dólares estadounidenses. Sin embargo, teniendo en cuenta la inesperada fortaleza del dólar en 2022 y el entorno inflacionista general, esta cifra fue solo del 6%, aunque alcanzó el 13% en divisas locales.
Con este telón de fondo, y las influencias persistentes de la incertidumbre geopolítica y de los mercados, los altos patrimonios están adaptando sus hábitos de consumo y estilo de vida para aprovechar la situación mientras sea posible y prepararse para cualquier crisis futura.
Superada la pandemia, la salud personal y de sus familias se ha alzado como la gran prioridad de los altos patrimonios, que quieren dedicar tiempo a cuidarse, relajarse y mejorar su forma física. Esta “preparación para el futuro” del cuerpo y la mente se extiende también al establecimiento de mejores relaciones con la familia y los amigos, y a la creación de un entorno doméstico seguro y eficiente en el que vivir y trabajar.
No obstante, esto no significa que quieran quedarse en casa. Tras varios años de restricciones, están dispuestos a disfrutar, lo que se traduce en un mayor consumo de ocio, hostelería y experiencias sociales. También demandan productos de lujo y servicios de primera calidad y buscan recuperar los viajes de placer y de trabajo.
El panorama es de un cauto optimismo. La gente gasta más, viaja más y se cuida más, pero también se prepara e invierte para el futuro, y considera el impacto de sus decisiones. La familia, la salud y la resiliencia son las principales prioridades por una buena razón. Mientras el mundo se enfrenta al legado del virus, a unas perspectivas financieras impredecibles y una guerra en Europa, es más importante que nunca tener una estrategia sólida de gestión del patrimonio que pueda satisfacer las necesidades tanto del individuo como de sus familias durante generaciones. A medida que aumenta la complejidad entre ciudades, continentes y jurisdicciones financieras, el valor de un socio experimentado y de confianza es incalculable. Debemos disfrutar del hoy, pero estar preparados para lo que nos depare el mañana.
*Christian Gattiker, Head of Research de Julius Baer