La Inteligencia Artificial (IA) existe desde hace tiempo y muchas de las cosas que hacemos, como reservar viajes, consumir en las redes sociales o buscar en Internet, se basan en ella. Sin embargo, el lanzamiento de ChatGPT a principios de este año ha despertado la conciencia pública sobre la IA y esto ha provocado rápidamente diversas reacciones: desde una incipiente burbuja bursátil en los pocos valores centrados en la IA hasta advertencias de que la IA destripará a la humanidad.
Nvidia muy cara
Mi impresión es que los analistas, innovadores e inversores apenas están empezando a comprender las amplias implicaciones de la IA para las economías y las sociedades. A nivel sectorial, hay avances apasionantes en el metaverso industrial (el uso de gemelos digitales para ayudar a diseñar edificios y cadenas de suministro), la computación cuántica y de alta intensidad, los análisis médicos y la minería de datos más intensa. De hecho, los propietarios de conjuntos de datos complejos y profundos estarán entre los principales beneficiarios de la IA.
Ya parece existir el riesgo de que se produzca un marcado efecto ganador-perdedor, con un pequeño número de grandes empresas públicas e inversores privados de riesgo que controlan los proyectos de IA más atractivos, mientras que para la mayoría de los inversores es difícil acceder a empresas de IA con precios atractivos. Nvidia, la niña mimada del mercado, valorada ahora en más de un billón de dólares, cotiza a un ratio precio/ventas de 30 veces, un nivel típicamente asociado a las burbujas de activos, lo que indica que los inversores están «todos dentro».
¿Es sostenible?
En las economías, ya está claro que los profesionales altamente cualificados (por ejemplo, cirujanos y especialistas médicos) pueden mejorar sus diagnósticos mediante el uso de la IA, mientras que los trabajadores de los países en desarrollo podrían verse perjudicados por ella. Por supuesto, la IA consumirá más energía, por lo que sus credenciales «sostenibles» no son evidentes, y si se utiliza de forma incorrecta puede tener efectos sociales y políticos perjudiciales.
La reciente ley de la UE sobre la IA es un primer paso en este sentido, aunque la realidad es que la infraestructura jurídica, filosófica y de política pública que debe establecerse en torno a la IA no ha hecho más que empezar. Nótese también que la concentración de la fabricación de semiconductores en Taiwán y sus alrededores confiere al sector de la IA un perfil de riesgo geopolítico poco habitual.
En este momento, los valores individuales impulsados por la IA están muy caros y es mejor evitarlos. Sin embargo, con el tiempo se encontrarán «ganadores» en los sectores logístico, biofarmacéutico y de datos. Además, las megacapitalizaciones intentarán dominar cada vez más el sector de la IA, pero puede que ya sea demasiado tarde para que los inversores accedan a ellas.