En el informe publicado en 2021 por la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) se estimaban que se habían alcanzado los tres principales objetivos climáticos y energéticos propuestos por la Unión Europea para luchar contra el cambio climático para el periodo 1990-2020, conocidos como objetivos climáticos 20-20-20. Esta directiva europea pretende reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 20% respecto a los niveles de 1990; aumentar la cuota de uso de energías renovables hasta el 20%, y mejorar la eficiencia energética en un 20%.
Ahora, el siguiente objetivo pone el foco en reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en al menos un 55% de aquí a 2030, en comparación con los valores de 1990 y convertir a Europa en el primer continente climáticamente neutro para 2050. El logro es impresionante y la exigencia va en aumento: para hacerse una idea del reto que supone, durante el periodo 1990-2020 el conjunto de los países de la UE redujeron -53 toneladas métricas equivalente de dióxido de carbono (Mt CO2e) al año; para esta década de los 20´s, deberán hacerlo en -137 Mt CO2e/año.
El segundo objetivo principal, la participación de las fuentes renovables en la energía utilizada, ha venido subiendo un +0,7% anual y ahora tendrá que subir a un +1,1%. Este compromiso incluso puede ser más exigente porque la Unión Europea plantea nuevos objetivos que requerirán que al menos el 45% de toda la energía proceda de fuentes renovables en lugar del 32% actual.
Por último, el objetivo de eficiencia energética exigirá reducir el consumo de energía significativamente. Con estos datos podemos decir que la UE estaba en el buen camino para conseguir sus objetivos de descarbonizar su economía, dinámica que puede truncarse por la invasión rusa de Ucrania.
Cuando la UE diseñó la transición hacia una economía menos dependiente de los combustibles fósiles el gas jugaba un papel destacado como una fuente de energía necesaria durante el período de transición. Se trata de una fuente de energía más limpia que el carbón o el fuel y que sirve perfectamente como energía base en los momentos en los que no hay sol o viento. Además, los europeos tenemos al mayor productor mundial de gas en la puerta de casa y a precios asequibles.
Una dinámica política que pone en duda la agenda climática
Con la invasión de Ucrania por parte de Rusia existe el riesgo de revertir más de dos décadas de caída en las emisiones de gases de efecto invernadero, todo un paso atrás en la lucha contra el cambio climático. Una de las primeras medidas de la UE ante la invasión fue eliminar toda dependencia del gas ruso, que representaba más del 40% del consumo de gas según datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). El problema, a diferencia del petróleo, es que no existe sustituto para el gas natural procedente de Rusia. Se trata de un mercado relativamente más pequeño que el mercado del petróleo, donde la mayor parte del gas se transporta por oleoductos que son muy difíciles de redirigir y cuya única alternativa pasa por aumentar las exportaciones de Gas Natural Licuado o GNL a un precio muy superior al gas tradicional. Por si esto fuera poco, el estallido de la guerra llevó los precios de la electricidad a nuevos máximos en Europa, y ahí nos dimos cuenta de que el precio del gas y de la electricidad están estrechamente relacionados.
El empobrecimiento de Europa por la crisis energética es inevitable. La situación ha formado un consenso político y social de que los niveles de precios actuales son insostenibles y suponen una amenaza existencial para muchas industrias europeas y una pérdida de competitividad frente a Estados Unidos, China, Japón, Corea del Sur, etc. Por ello, se están barajando alternativas hasta hace poco fuera del debate público. Medidas tales como recurrir al carbón para reactivar las centrales eléctricas, eliminar los límites de uso para los combustible más sucios o el renacimiento verde de la energía nuclear con iniciativas que van desde la suspensión de la eliminación progresiva de antiguas centrales nucleares, el aumento de la vida útil, o nuevos proyectos de construcción, todas ellas opciones a valorar porque nadie quiere pagar más y las energías de origen renovable no son suficientes para las necesidades actuales. Las medidas por el lado de la demanda han recibido menos atención, pero han sido significativas con ahorros del 10% interanual en la demanda de gas de empresas y hogares en el período de enero a octubre de forma general y para el conjunto de UE.
Debemos aceptar que habrá una desviación de los objetivos climáticos y energéticos a corto plazo, con medidas dolorosas pero necesarias, como la puesta en marcha de centrales eléctricas de carbón, hasta que lo europeos encontremos una solución estructural a los problemas. La nueva realidad geopolítica ha obligado a la Comisión Europea a establecer planes para eliminar la dependencia de los combustibles fósiles de Rusia y hacia ese objetivo van las soluciones establecidas en el Plan RePowerEU para acelerar el despliegue de las energías renovables, reducir la demanda de gas y fomentar el ahorro de energía, en parte gracias a la financiación que ofrece el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia (MRR), entre otros.
Todo hace pensar que a medio plazo se va a acelerar el ritmo de la transición hacia una economía más verde, se va a reconsiderar la decisión de abandonar la energía nuclear, va a aumentar la dependencia energética de los EE. UU. y perderemos algo de competitividad por los costes energéticos más altos con un empobrecimiento generalizado del continente. Como la historia del maestro Zen ,“Ya se verá…”
*Daniel Mayor, asesor patrimonial de Portocolom AV.