Con el final de año, los inversores comienzan a trasladar su atención a lo que viene por delante y, la verdad sea dicha, el panorama no parece muy alentador. Después de vivir en 2022 uno de los peores años que se recuerdan, con nada más y nada menos que el peor resultado para una cartera mixta de bonos y bolsa en el último siglo, la sensación de que problemas como la alta inflación, el bajo crecimiento o el conflicto en el este de Europa vayan a terminar cuando nos tomemos las doce uvas… es ser cuanto menos optimista. Por todo ello son cada vez más los que a estas alturas se preguntan, ¿existe realmente alguna alternativa de inversión?
La pregunta, aunque sencilla de formular, es complicada de responder. Para ello, conviene primero analizar la situación en la que nos encontramos. Las ayudas que los Bancos Centrales inyectaron a las economías para paliar el parón del COVID están reflejándose ahora en altas cifras de inflación, agravadas en Europa por la crisis energética. Por ello es de esperar que continúen, tal y como ya llevan haciendo los últimos trimestres, elevando los tipos de interés para poner el freno a tanta escalada de precios. En este entorno, lo lógico sería que los bonos sigan perdiendo valor y que las compañías cotizadas en bolsa vean cada vez más complicado mejorar sus resultados empresariales. La imagen de Robert Redford en su velero sorteando tempestades en la película Cuando todo está perdido resulta muy ilustrativa a la hora de imaginarnos cómo gestionar nuestras inversiones a finales de este 2022 y en 2023.
Sin embargo, hay veces que la solución a los problemas es mucho más simple de lo que nos imaginamos. Si, como todo apunta, la bolsa puede depararnos más de un susto el próximo año… ¿Por qué no tratar de ganar dinero con esas caídas?
Antiguamente, si alguien quería ganar dinero con las caídas debía pedir a una entidad financiera que le prestara acciones, venderlas y recomprarlas antes del plazo de entrega fijado. Más tarde todo ello se popularizó con el auge de los derivados, productos cuyo valor de cotización deriva de otro y que permitieron a cualquier inversor sentirse como si fuera un gestor de hedge funds.
Sin embargo, todo esto genera un problema. Y es que vender algo “que no se tiene” a 8 para recomprarlo unas semanas más tarde a 6, conceptualmente para el gran público es algo complicado de entender. De hecho, cuanto más se invierte, más complicado es de comprender. Al final es como tratar de explicar al ganador del Tour de Francia que también se puede pedalear hacia atrás. Para facilitar este tipo de inversiones conceptualmente tan complicadas el inversor dispone desde hace un tiempo de los ETFs o fondos cotizados, y más en concreto, de los ETFs inversos.
Los fondos cotizados, o ETFs en inglés, son un producto muy popular en nuestro país, ya que permiten invertir de forma muy similar la operativa con los fondos de inversión tradicionales, con la ventaja añadida de que poderlos comprar y vender en cualquier instante, como una acción. En sus inicios este producto comenzó replicando índices bursátiles como el IBEX 35 o el S&P 500, ofreciendo unos costes comparativamente mucho más bajos que cualquier otra alternativa similar de inversión. Con el paso de los años, los ETFs han ido evolucionando, ofreciendo también la posibilidad de invertir en sectores o incluso temáticas concretas, como el envejecimiento poblacional o la automatización de procesos. Ahora también los ETFs permiten a los inversores obtener rendimientos cuando la bolsa cae, haciendo que su cotización sea cada vez mayor, cuanto más caiga el índice al que replican.
Por ejemplo, el Xtrackers S&P 500 Inverse Daily Swap (DXS3.DE) permite a sus compradores replicar de forma inversa el comportamiento del mayor índice bursátil del mundo, el Standard and Poors estadounidense. En lo que llevamos de año, este ETF ofrece una rentabilidad superior al 35%, cifras que aquellos asiduos a las aplicaciones de inversión sabrán que son difíciles de encontrar estos días. Para aquellos dispuestos no solo a invertir en las caídas sino también a pisar el acelerador, existen alternativas que multiplican el movimiento de los índices. Este es el caso por ejemplo del Lyxor UCITS Stoxx 50 Daily Double Short (BXX.FR) que no solo permite a quien lo compra aprovecharse de las caídas del mayor selectivo europeo, si no que duplica su movimiento, algo que deberemos también tener en cuenta ya que esta característica aplica tanto a las ganancias como a las pérdidas.
El riesgo para este tipo de inversiones, como es evidente, reside en dos cuestiones. La primera de ellas, específica de este estilo de inversión, es la tendencia que genera a ver la realidad mucho más negativa de lo que es, algo que nos puede llevar creer que el próximo gran crac bursátil vendrá siempre el mes que viene. No conviene olvidar que el mercado, a largo plazo, siempre tiende a subir como así nos lo ha demostrado la historia una y otra vez. La segunda, y esta sí compartida también por quienes sólo conciben la inversión en bolsa desde el prisma del mercado alcista, reside en saber ver que cualquier movimiento, ya sea al alza o a la baja, debe tener un final. Esperemos, que si lo que viene por delante es un mercado bajista, este no tarde en llegar.
*Javier Urones es CFA y Head of Sales de XTB España.