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Así funcionan las aportaciones periódicas: la estrategia más estable para el futuro

Las aportaciones periódicas sirven como un vehículo de ahorro que permite realizar inversiones en fondos o planes de pensiones de forma sistemática.

Invertir puede ser un desafío. Incluso los inversores experimentados que intentan sincronizarse con el mercado para comprar en los momentos más oportunos pueden quedarse lejos de sus resultados esperados. ¿Hay alguna fórmula con la que conseguir rendimientos estables evitando los ruidos del corto plazo? Una potencial estrategia tiene que ver con lo que se conoce como las aportaciones periódicas para generar interés compuesto a futuro.

La definición de las aportaciones periódicas es clara. Sirven como un vehículo de ahorro que permite realizar inversiones en fondos o planes de pensiones de forma sistemática. A la hora de valorar este tipo de aportaciones suele aparecer el debate sobre si son más rentables que invertir una cantidad de dinero concreta y considerable en un único movimiento.

No obstante, las cifras hablan por sí mismas y hacen que la balanza se decante claramente por la opción de efectuar una serie de aportaciones más reducidas de forma regular. “Esto se debe a que al diversificar los momentos en los que se realizan las aportaciones se logra neutralizar el riesgo propio de cada inversión, ya que se consigue amortiguar los vaivenes propios del mercado”, apuntan desde Fidelity.

Asimismo, con las aportaciones periódicas podemos beneficiarnos del interés compuesto, algo que el propio Einstein definió como la fuerza más poderosa del Universo. Un concepto en el que se profundizará más adelante. Yendo por partes, ¿cuáles son los puntos favorables de utilizar esta manera de invertir con el paso del tiempo?   

Todos tenemos metas de ahorro. En este sentido, las aportaciones periódicas se han convertido en una herramienta óptima para minimizar riesgos. Con este tipo de aportaciones, la incertidumbre ligada a si se elige un buen momento para entrar en el mercado disminuye por el simple hecho de hacerlo en diferentes puntos del ciclo económico.

Por ejemplo, si hacemos aportaciones periódicas durante doce meses, el precio de compra final será el promedio de estas doce aportaciones y, por lo tanto, el resultado de la inversión no quedará condicionado por un momento puntual y único de compra. 

Siendo más concretos, la probabilidad de sufrir pérdidas en una inversión se reduce “a la mitad al cabo de diez años frente al primer ejercicio y un 36% al cabo de cinco años”, según estudios elaborados por Wealthfront. Y es que, a corto plazo, la bolsa puede subir o bajar.

Eso sí, en horizontes de inversión más alargados, tiende al promedio, que es 9,87% en el caso del S&P 500, sumando dividendos, en Wall Street. Dicho de otro modo, la clave en este punto reside en saber aceptar los cambios a corto plazo para centrarse en la rentabilidad a largo plazo.

“Las aportaciones periódicas se basan en la transferencia que decides libremente realizar desde tu cuenta bancaria a tu plan de ahorro e inversión cada cierto tiempo y de forma automática, a partir de la periodicidad que consideres más adecuada para tus intereses”, argumentan desde Caser.

El hábito del ahorro

Otra de las ventajas de las aportaciones periódicas es que convierten el ahorro en un hábito Una acción se convierte en un hábito cuando se realiza por costumbre, de forma natural, espontánea y sin que suponga un gran esfuerzo para el sujeto. Lavarse los dientes o ponerse el cinturón al entrar en un coche son buenos ejemplos de hábitos que se llevan a cabo de manera incosciente.

Dicho esto, ahorrar puede convertirse en una costumbre si logramos automatizar la aportación económica mes a mes. Se trata de ir construyendo y acumulando un patrimonio poco a poco de manera pautada y preestablecida, lo que implica un menor grado de esfuerzo para conseguir el objetivo planteado. Aquí es donde entra en juego el concepto de preahorro, esto es tan sencillo de explicar cómo apartar una cantidad concreta de los ingresos a principio de cada mes. 

Eso sí, a la hora de llevarlo a la práctica, nuestro cerebro tiende a sabotearnos. Esto se debe a que, a priori, estamos diseñados para buscar el beneficio en el corto plazo. En un famoso estudio llevado a cabo con niños por la Universidad de Stanford de Estados Unidos, se les se les pidió que decidieran entre comer en ese momento el caramelo que tenían delante o esperar a que el investigador saliese de la sala y les diera uno más; pues bien, apenas el 30% de los niños logró combatir la impaciencia.

A la preferencia que tiene nuestra mente por la recompensa inmediata hay que sumarle la dificultad que va asociada a la toma de decisiones financieras, y especialmente la de invertir. Sin embargo, la necesidad de ahorrar y de rentabilizar nuestra inversión es una realidad, por eso mismo, automatizar la decisión de inversión y, por lo tanto, ahorrar previamente, es una de las opciones más recomendadas por los expertos. 

Por minúscula que sea la cifra destinada al vehículo de inversión, al hacerlo de forma recurrente y automatizada se acaba convirtiendo en un hábito de ahorro y sin el esfuerzo que implica la toma de decisiones en cuanto a inversión.

La magia del interés compuesto

Las aportaciones periódicas, además de ayudarnos a acumular capital, aportan el beneficio del interés compuesto. Se dice que cuando preguntaron a Einstein por la fuerza más poderosa del Universo, sin titubear, respondió: “El interés compuesto”.

Se trata de las ganancias que se dan sobre el dinero invertido inicialmente debido al efecto multiplicador; en otras palabras, es lo que sucede cada año cuando se reinvierten los intereses que se generan con la inversión. Esto es lo que financieramente se conoce con el nombre de capitalización.

“Como siempre invertimos la misma cantidad de dinero, cuando los precios suban compraremos menos cantidad, y cuando bajen, más. Así nos aseguraremos de comprar a un valor medio (ni muy caro, ni muy barato) y esto facilitará, en el largo plazo, generar ganancias”, concluyen desde ING.

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