“Nunca es demasiado tarde para empezar a invertir”. Esta frase se ha convertido en la cabecera de casi todos los planificadores financieros cuando se encuentran nuevos clientes que dudan si comenzar a buscar la rentabilidad de sus ahorros, a pesar de la edad y de las retribuciones mensuales.
Es ese segundo aspecto, el del sueldo, el que trae de cabeza a más de uno y más de dos. “No gano lo suficiente como para tener una cartera de inversión”, “no se puede invertir si se cobra el salario mínimo”, “la inversión es para ricos” … Este tipo de sentencias son bastante comunes entre los ciudadanos de a pie. Pero, ¿en realidad es así o sí que es posible tratar de rentabilizar los ahorros por escasos que estos sean?
1. Definir los objetivos
La casa, en este caso entendida como los inicios en el mundo de la inversión, se debe construir por los cimientos. Lo primero de todo es tener claro que sí es posible arrancar desde cero, más allá del nivel salarial del que se disponga. Primero, hay que entender cuál es nuestro perfil inversor. “Es decir, nuestro grado de aversión al riesgo, cómo responderíamos ante perdidas en nuestra inversión”, destaca Alfredo Rodríguez, analista financiero independiente.
“También definir nuestros objetivos con la inversión y las necesidades de liquidez que prevemos”, apuntan desde Renta 4. La cuestión es si con los 1.050 euros brutos de salario mínimo en España se ha de ahorrar mes a mes con una buena planificación financiera –eliminando gastos superfluos y con buenos hábitos de ahorro– de cara al largo plazo, o trazar objetivos tangibles para el medio plazo.
“Es importante también ser realistas en cuanto a nuestra situación financiera y el importe disponible para ahorrar”, describen desde la entidad. Por tanto, es fundamental destinar a construir una cartera de inversión un porcentaje que no comprometa a la economía personal, que puede rondar el 30% del dinero que seas capaz de ahorrar a final de mes.
2. Medir los hábitos individuales y automatizar las inversiones
Bajo este prisma se puede pensar en empezar a invertir los ahorros. Todo ello, teniendo en cuenta que los hábitos siempre son importantes: diseccionar entre gastos fijos, gastos variables y ahorro. La suma de las dos primeras partidas ha de suponer el 80% del sueldo, mientras que, al ahorro, según los asesores patrimoniales, se aconseja destinar el 20% del total. O, al menos, el 15%.
“Las transferencias automáticas hacia fondos indexados haciendo aportaciones pequeñas –que se pueden hacer desde 20 euros al mes en algunas plataformas–, pueden ayudar a ir rentabilizando poco a poco el ahorro y casi sin que nos demos cuenta”, explica Carlos Galán, influencer financiero.
Por tanto, una buena fórmula para iniciarse en el ahorro vinculado con invertir es mediante fondos de inversión. “Esto son instituciones de inversión colectiva, donde muchos distintos inversores invierten sus ahorros para que sean gestionados por profesionales, según unas políticas de inversión bien definidas”, dice Galán. “Son instrumentos muy transparentes, regulados y que, en general, ofrecen liquidez diaria”, concreta.
3. Establecer un plan periódico
Se puede, además, unir a esta cesta de fondos un plan de ahorro periódico, a través del cual, mensual o trimestralmente, invertir automáticamente pequeños importes.
Con esta disciplina de inversiones periódicas, se asegura un mayor patrimonio futuro. Además, añade una mayor estabilidad a nuestra inversión, al darnos un precio medio ponderado de entrada menos afectado por la volatilidad de momentos concretos de mercado. Asimismo, añadirá una mayor estabilidad a nuestra inversión, al dar un precio medio ponderado de entrada menos afectado por la volatilidad de momentos concretos de mercado.
A través del plan de ahorro periódico se van haciendo pequeñas compras automáticas a lo largo del tiempo. Cuando el mercado caiga, con el mismo importe periódico, se podrá adquirir un mayor número de participaciones de los fondos (porque estas valdrán menos). En cambio, cuando el mercado suba, se podrán comprar menos participaciones, pero las que se hayan comprado antes, valdrán más.
4. Marcar horizonte de inversión y riesgos
En última instancia, toda cartera debe tener unos objetivos determinados. Los principales a definir son su índice de referencia y el horizonte temporal. Por ejemplo, una cartera centrada en preservar el capital antes que en tener grandes, podría tener un objetivo de rentabilidad anual igual a la inflación más un 2%. La meta de una cartera más agresiva podría ser batir al S&P 500.
El otro punto fundamental es definir un horizonte temporal. Esto tiene que ver con saber cuánto tiempo se va a estar sin necesitar ese dinero para que esté invertido. La inversión en bolsa está demostrada que es la más rentable a largo plazo, por lo tanto, cuanto mayor sea el horizonte temporal, más posibilidades tienes de generar rentabilidad.
5. Recurrir al asesoramiento financiero
No obstante, siempre está el consejo de ponerse en manos de un experto para que pueda, con ayuda de todo el análisis previo, proponernos una cartera con la distribución de activos adecuada para los intereses de cada uno. “Es decir, una cartera compuesta por los distintos activos a nuestra disposición (principalmente mercado monetario, renta fija y renta variable) en la adecuada proporción”, comentan desde Renta 4.
Con esta fórmula se evitaría, en todo caso, dejarse llevar por consejos de amigos, conocidos o familiares. O seguir cualquier idea que leamos publicada. Tampoco aventurarse a entrar en compañías con el único argumento de que “ahora está barata”. “No es oro todo lo que reluce” y aunque alguna de esas ideas o consejos fuese potencialmente una buena alternativa, lo importante es sí lo es para nosotros (para nuestro perfil de riesgo, objetivos, situación financiera y necesidades de liquidez), y qué lugar debería ocupar en la cartera.