Si en una gráfica cruzamos dos coordenadas: en la vertical, el progreso humano y en la horizontal, el tiempo, nos encontraríamos con una L al revés. Una línea base prácticamente plana, apenas sin crecimiento en los primeros 100.000 años de la historia de la humanidad y de repente un crecimiento brusco para arriba desde mediados del siglo XX representado el vertiginoso progreso.

Actualmente, nos encontramos en la edad feudal de Internet, donde unos pocos, las empresas GAFA, son amos del espacio digital, acentuando la concentración de poder, hasta la llegada de Bitcoin. La disrupción que representa Bitcoin es tal que por primera vez podemos intercambiar valor en internet de manera fehaciente sin necesidad de terceros de confianza. Sabemos que un activo digital es único y no está duplicado. 

Ahora, la banca tiene una alternativa real. El Bitcoin y los criptoactivos impulsan la transformación del modelo de negocio del sector financiero, una vez superada la primera fase de negación y resistencia. Lo cual se manifiesta en nuevos productos que, de forma más user-centric, aprovechan las cualidades innovadoras de la tecnología blockchain (descentralización e inmutabilidad), en procesos internos de contratación y comercialización optimizados de esos mismos productos o incluso a nivel organizativo con importantes cambios en procesos de conciliación. Todo ello, sobreponiéndose a un modelo tradicional y un esquema regulatorio que no daba mucho espacio a la innovación y que perjudicaba al cliente final.

Asistimos a una correlación e integración entre el mundo crypto y tradicional en los mercados financieros. El dinero institucional compra y vende criptoactivos en función del comportamiento del resto de sus carteras y necesidades de liquidez. Esta tendencia pone en relieve que los inversores reconocen todas las ventajas y potencialidades de la aplicación de las tecnologías DLT (Distributed Ledger Technology’). Las estadísticas constatan que la población es cada vez más consciente de sus ventajas, y, por tanto, cada vez son más los que deciden dar el salto al mundo cripto.

Ante este escenario, la regulación será momento clave y punto de inflexión para que se produzca una reacción por parte de las entidades financieras que, entre otras acciones, terminarán lanzando sus propias DAPPS y protocolos DEFI, ya que disponen del colateral y la liquidez para ello, recuperando la fuga de capitales que están sufriendo. Las DAPPS se erigen como el nuevo paradigma y las DEFI representan un cambio en el modelo de negocio de la banca tradicional y la oportunidad de poner al usuario en el centro del modelo de valor. 

Algunos activos han centrado el debate tras la importante fluctuación de los mercados cripto y el regulador deberá centrar sus esfuerzos en garantizar un marco regulatorio adecuado para ellos. De un lado, las stablecoin, pieza clave en cualquier tokeneconomía, que permite minimizar la volatilidad de la inversión en momentos como el actual. De otro, las CBDC (Central Bank Digital Currency), que suponen la apuesta del statu quo actual evitando la descentralización, algo fundamental en el concepto de criptoactivo, pero aprovechando el resto de características de la tecnología blockchain. El encaje entre CBDC y las stablecoin, y la manera en que se regule, supondrá la desaparición de algunas de las stablecoin y otras pactaran con sus respectivos bancos centrales la paridad para poder seguir en funcionamiento. En este contexto, será clave que Estados y organismos adopten un rol pedagógico para acompañar al inversor en el conocimiento de este tipo de criptoactivos y para mostrar las diferencias entre ambos.

La regulación también permitirá presenciar cómo la mayoría de los activos fijos, como inmuebles, intangibles como derechos de autor, deuda e incluso patrimonio, pasan a ser tokenizados con la finalidad de incrementar su liquidez, fraccionar la alícuota mínima de posesión y acelerar la velocidad de transferencia entre partes. Los procesos de tokenización suponen nuevos modelos de negocio digitales y la posibilidad de monetizar estos activos mediante mercados secundarios, permitiendo rentabilizar la inversión a niveles no vistos hasta ahora.

Tenemos ante nosotros uno de los retos más grandes de la historia, no en vano hablamos de la migración de nuestra organización social centralizada a una organización descentralizada (al menos en parte).

Los dos mundos van a mezclarse e interactuar creando puentes entre ellos hasta que en el largo plazo Bitcoin y algunas criptos alternativas maduren lo suficiente como clase de activo y estemos listo para movernos a la siguiente ola de innovación.

*Lluís Mas Luque, cofundador y presidente de BELOBABA uno de los primeros fondos de inversión cripto regulados y tokenizados con un security token del mundo.