La globalización ha acelerado todos los aspectos que conciernen nuestro día a día. Gracias a estos avances, han surgido nuevos negocios y ahora, es muy fácil conectar con aquellos que tienen objetivos empresariales similares a los tuyos, estén donde estén. Esto es una ventaja importante comparada con el ecosistema con el que yo me encontré cuando fundé mi primera startup en 2010, con 26 años.

Sea cuando fuere, crear una startup de éxito es muy complejo, y el factor humano es esencial. Es lo que te ayuda a sobrellevar las tormentas que se producirán y que podrían acabar con cualquier compañía. Como emprendedor en serie e inversor, tiendo a conectar con otros emprendedores y sus proyectos para apoyarlos y donde más valor aporto a los fundadores es cuando les traslado mi experiencia. Rápidamente, ven en mí una persona que, más allá del dinero que pueda invertir, les entiende y puede asesorarles en los momentos más complicados. Esta ayuda que podemos ofrecer los emprendedores con más experiencia genera un sentimiento de hermandad y de empatía que acaba aportando muchísimo valor y desde una suerte de círculo virtuoso desencadena una industria de emprendimiento e inversión más fuerte y unida.

La retroalimentación entre emprendedores e inversores es parte del recorrido natural del emprendedor. Cuando has estado previamente -o simultáneamente- en el otro lado, aportas mucho más valor. Al final, se trata de que proporciones y aconsejes al emprendedor con tus experiencias previas y contar con un inversor que conoce lo difícil que es emprender, entiende la soledad a la que muchas veces se enfrenta el fundador, hace que se cree un potente vínculo entre ambas partes. Y funciona también en el otro sentido, hoy en día en mis proyectos como emprendedor tiendo a buscar inversores que a su vez sean o hayan sido emprendedores, lo que asegura que, cuando recurro a ellos, se genere un clima de apoyo que hace aumentar exponencialmente las probabilidades de éxito.

Para lograr que el sector emprendedor crezca en nuestro país, es esencial que los emprendedores puedan hablar con expertos que les asesoren en las dudas del día a día, y no solo en aquello relacionado con el plan de negocio. Un inversor con el que haya buena comunicación, entendimiento y que comprenda que no siempre puedes ceñirte al plan inicial, evitará la mayor parte de las fricciones habituales.

Estos dos roles al final son muy distintos, y muchas veces ese ejercicio de empatía entre ambos no se produce. Desafortunadamente, un inversor puramente financiero a veces no entiende tan claramente el recorrido del emprendedor, pues les cuesta entender los cambios tan habituales en el plan de negocio, las trabas a las que se enfrenta en su día a día, y en definitiva todas las situaciones difíciles sobrevenidas a las que sin duda se va a enfrentar el emprendedor.

Con los años, he entendido que para crear una startup y gestionar esos obstáculos imposibles de prever, se requiere de un tipo de personalidad bastante concreto. Hoy por hoy he aprendido a fijarme también en este tipo de aspectos (más allá de la idea de negocio) cuando valoro si un proyecto es interesante para invertir en él. La secuencia de eventos imprevisibles que se plantean en todos los procesos de creación de compañías, y que pueden resultar caóticos, conllevan un gasto de energía y una fortaleza mental que es importante medir antes de adentrarse en cualquier proyecto.

El análisis en la fase inicial es clave. Es donde se va a ver, o más bien intuir, si la persona sabrá aprovechar las oportunidades y gestionar los riesgos. Una compañía se va construyendo sobre la corrección de errores y la capitalización de las decisiones bien tomadas, lo que requiere una tenacidad, determinación, constancia y perseverancia que no todos los que inician un negocio consiguen superar. Esta fortaleza mental y energía es crítica, por eso, el elemento humano es una de las características del proyecto en el que más me fijo a la hora de invertir.

El segundo elemento más importante sería una combinación de industria y proyecto. El producto que ofrece y cómo se diferencia del resto, su visión, y por supuesto, la industria en la que se encuentra. En determinadas industrias, su propia naturaleza te impide salir de su dinámica estructural de base, por ello, aunque seas muy buen ejecutor y el elemento humano sea excelente, es altamente improbable que la compañía consiga el crecimiento que se espera a la hora de realizar este tipo de inversiones.

Personalmente, me gusta apoyar emprendedores y proyectos que tengan recorridos de generación de valor colectiva. Es decir, que ayuden a mejorar el lugar donde vivamos y encajen con mi forma de ver la vida. Al final, a través de mi tiempo y capital, como recursos limitados que son, expreso mi visión del mundo, y es una forma de devolver y aportar a la industria del emprendimiento lo que he aprendido y me ha dado en todos estos años.

*Jorge González-Iglesias es chairman y cofundador de Gibobs Allbanks.