La sicav Oporto Finances recibía en la segunda quincena de septiembre el visto bueno de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) para empezar a operar. Hasta ese momento habían transcurrido casi 150 días sin ninguna nueva sicav en el mercado. La llegada de Oporto es una excepción, una anécdota en una familia, la de las sociedades de inversión de capital variable (sicav), que ha emprendido un proceso de transformación sin precedentes. Por el contrario, han desaparecido más de 200 del mapa. Vilipendiadas desde la vertiente más radical de los nuevos partidos políticos con amplia representación parlamentaria, y con una histórica mala fama por las ventajas fiscales de las que se benefician –tributan al 1% en el impuesto de sociedades–, las sicav se están reconvirtiendo a toda velocidad.
Los vehículos favoritos de las grandes fortunas españolas para canalizar sus inversiones en productos como renta variable, renta fija, depósitos y fondos, se están fusionando con fondos de inversión, han hecho las maletas camino de Luxemburgo o, sencillamente, se han disuelto. Medidas de choque frente al temor cada vez mayor a cambios legales que modifiquen las reglas del juego de las sicav. Una amenaza recurrente y nunca consumada, muy especialmente desde que empezó la gran crisis, que tiene ahora más visos que nunca de convertirse en realidad. De hecho, el octavo de los 150 puntos que incluía el acuerdo de investidura entre los partidos Ciudadanos y PP proponía trasladar el control de las sicav a la Agencia Tributaria y establecía una participación mínima del 0,55% para convertirse en accionista.
Dos medidas que vienen desde la opción política más conservadora y continuista del actual mapa político español. Aunque estas propuestas no ponen sobre la mesa un cambio de la fiscalidad –lo que supondría el certificado de defunción de las sicav–, han convencido a los dueños del dinero de que es el momento de cambiar de vehículo y que deberán transitar por autopistas con más controles de velocidad.
El movimiento es imparable. Según los datos de la patronal Inverco, el patrimonio total de las sicav ha caído en un 7,5% durante el último año, hasta 32.566 millones de euros. Es un movimiento que todavía no afecta a los grandes transatlánticos del sector, pero las mayores firmas, las que controlan más patrimonio gestionado, han decidido ver y esperar. Y, según reconocen a Forbes, “todos hemos diseñado planes de contingencia por si toca cambiar de estatus”.
[vc_posts_slider count=1 interval=3 slides_content=teaser slides_title=1 thumb_size=large posttypes=post posts_in=9724]
De la expectativa, ¿a qué?
Cuando empezó el año, los bancos privados se frotaban las manos con la expectativa de otro gran ejercicio para las sicav. En un entorno de tipos de interés cero, que obliga a los inversores a buscar rentabilidades significativas en los activos con riesgo, todo parecía destinado a mejorar las extraordinarias cifras de unas figuras que, desde 2010 hasta 2015, habían aumentado su patrimonio en un 30%, hasta 34.000 millones de euros. Una subida propiciada por la mejora de los mercados de valores, desde los niveles más bajos de la crisis, y por la amnistía fiscal de 2012. Todos estos, factores que se habían conjuntado para permitir un extraordinario revival y que la batalla política ha frenado en seco.
Hay mucho dinero en juego y las entidades financieras que lideran la gestión de las sicav están en permanente contacto con sus clientes por si deben adoptar decisiones urgentes. Las dos grandes, Santander y BBVA, tienen entre sus manos la gestión de sicav con cerca de 8.000 millones de euros. Y las que gestionan Banca March, Bankinter, Urquijo Gestión o CaixaBank, mueven cerca de 10.000 millones de euros. Por su parte, gigantes internacionales como UBS, Credit Suisse y JP Morgan son los líderes con pedigrí más internacional.
Ahora todo ese andamiaje está en peligro, como demuestran las cifras acumuladas del ejercicio. Desde finales de 2015, sólo en los siete primeros meses de este año, el patrimonio de las sicav ha menguado desde los 34.000 millones a algo más de 33.000. Esto es, mil millones o un 3% menos. Además, el número de partícipes se ha reducido en casi 2.500. Para añadir más leña a la preocupación, sólo se han registrado una veintena de sicav, una cifra testimonial comparada con las más de 140 que vieron la luz el año anterior.
¿Dónde invierten?
Hasta aquí el parte de daños. Pero, ¿dónde invierten los ricos españoles? Según los datos del tercer trimestre del año, el 61% de las carteras está invertido fuera de España, lo que supone 19.750 millones de euros. Y es que, en un entorno de recuperación económica todavía suave, los gestores de las family office siguen saliendo de nuestras fronteras para repartir riesgos entre distintas áreas geográficas. En este entorno, la divisa euro sigue siendo la reina en las carteras, mientras que se ha producido un ligero descenso de las apuestas por los dólares estadounidenses. Esto es así porque el objetivo final de los gestores es buscar una mezcla, lo más perfecta posible, entre seguridad del ahorro y rentabilidad del dinero.
Una apuesta acertada a la vista de las dificultades de la bolsa española para despegar en 2016. Sólo un 9% de la cartera está invertida en acciones españolas. Se trata de la cifra más baja de la historia y representa menos de la mitad del algo más del 20% de las carteras que apuestan por la flor y nata de la renta variable internacional. Además, sólo un 10,34% del patrimonio se ha destinado a la deuda española, frente al casi 14% colocado en bonos extranjeros. La consecuencia es que la cartera interior de las sicav ha caído nada menos que cinco puntos desde, el 32% hasta el 27%, una cifra históricamente baja para un sector en plena metamorfosis que afronta los que pueden ser sus días más difíciles e inciertos.