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Margarita Salas: “La financiación de la investigación ha ido a peor”


Fotografía: Nani Gutiérrez

“Desde el año 1967 he estado trabajando con el virus bacteriófago Phi29 para conocer los mecanismos de duplicación del ADN y los mecanismos de transferencia de la información genética. Descubrimos que cuando este virus infecta la bacteria produce una enzima, la proteína DNA polimerasa que tiene unas propiedades fantásticas desde el punto de vista biotecnológico”, comenta Salas.

“La licencia de explotación la consiguió una empresa americana, algo que dio grandes beneficios al CSIC como propietario de la patente. Durante los años que se explotó, el 50% de los royalties que cobraba el CSIC venían por esa patente. De una investigación puramente básica, por la que nadie apostaba, resultó una aplicación biotecnológica clave para ampliar el ADN –partiendo de cantidades muy pequeñas de ADN, hacer millones de copias para poder analizarlo o experimentar–”. Se ratifica en la idea de Severo Ochoa: “Hay que hacer investigación básica de calidad, y de ella surgirán aplicaciones que no son previsibles a priori, y que redundarán en beneficios de la sociedad”.

¿Qué retos le quedan por afrontar?

Seguir investigando y trabajando. El Phi29 ha dado mucho juego para ser un virus tan pequeño –su ADN tiene tan solo 19.000 pares de bases, comparado con el genoma humano con sus 3.200 millones de pares de bases–. La patente de la DNA polimerasa ya expiró en el año 2009 y ahora hemos establecido nuevas variantes que son incluso mejores. Esta nueva patente también ha comenzado a comercializarse y esperamos que los resultados sean igual de buenos.

¿Cómo surgió su vocación investigadora? ¿Cómo fueron sus comienzos antes y después de su paso por EE UU?

Yo estudié ciencias químicas. Durante la carrera, justo cuando acabé tercero, tuve la suerte de conocer a Severo Ochoa (primo político de mi padre) quien influyó decisivamente en mi futuro. Sus conferencias me fascinaron. Todavía no había estudiado bioquímica, pero me prometió que cuando llegase a NY me mandaría un libro para que fuese entrando en materia. El flechazo con la bioquímica fue instantáneo y Severo me propuso hacer la tesis doctoral en Madrid y luego ir a Nueva York para desarrollar una estancia posdoctoral. Y eso fue lo que hice. Me metí en la bioquímica y en la bilogía molecular después, que se convertiría en mi gran vocación hasta ahora, y hasta el final de mis días.

Desde que empezó, ¿qué implicó el hecho de ser mujer en un mundo como el de la investigación científica?

Al principio era algo difícil. Lo pasé muy mal durante la fase de la tesis doctoral. Casi era una mujer invisible. Mi director de tesis, Alberto Sols, que era un excelente bioquímico, no me consideraba para nada, se pensaba que yo no valía para la investigación. Me sentí discriminada por el hecho de ser mujer. Años después, ya de vuelta de EE UU, y cuando me habían dado el premio Severo Ochoa de Investigación de la Fundación Ferrer, Sols contaba como me vio por primera vez: “Bah, una chica, le daré algo que no sea importante, y si no lo saca adelante pues no pasa nada”. Esa era la mentalidad que había en 1961 sobre lo que podía esperarse de una mujer haciendo investigación; como si estuviésemos ahí por puro divertimento. Actualmente, en la mayoría de los laboratorios, hay muchas más mujeres que hombres haciendo la tesis doctoral e investigando, y no se las discrimina para nada. Se miran los méritos y el cv. Como debe ser.

¿Ser la mujer de un científico como Eladio Viñuela fue un hándicap o todo lo contrario?

Fue un gran apoyo. Cuando regresamos a España y nos encontramos aquel desierto científico, decidimos trabajar juntos en temas comunes. De cara al exterior yo era la mujer de Eladio Viñuela, hasta que como el hombre generoso que era, decidió especializarse en un nuevo campo, la peste porcina africana, y me dejó en exclusiva para mí el trabajo con el virus bacteriano Phi29. Luego tuve suerte, trabajé mucho, tuve muy buenos colaboradores y apoyos. Pasé a ser Margarita Salas, más que la mujer de Viñuela.

A vueltas con la crisis, la investigación ha sido una de las grandes afectadas. ¿Cómo ve usted actualmente la situación?

La crisis nos ha llevado a perder muchas ayudas a la investigación. En mi caso concreto: la ayuda del plan nacional que pedimos cada tres años, se me ha visto reducida hasta el 60% de la cantidad que me dieron en la anterior convocatoria, y aún así no debería quejarme pues hay mucha otra gente que se ha quedado sin ayuda. La financiación de la investigación en España nunca ha sido boyante, pero en los últimos años ha ido a peor. Estamos en el 1,23% del PIB, cuando la media de la UE es del 2%.

Estamos en la cola entre los países europeos y aún así, se sigue haciendo investigación de calidad. Yo, por mi parte, aunque estoy jubilada, tengo acuerdo con el director del CSIC para seguir trabajando como profesora ad honorem hasta finales de 2017. Mi ideal sería seguir investigando hasta los cien años, como la doctora Rita Levi-Montalcini que hasta con esa edad iba todos los días al laboratorio.

¿Cómo funciona hoy día el apoyo privado a la investigación? ¿Y en España concretamente?

Hay fundaciones que avalan la investigación, pero todavía falta mucho apoyo privado. En España estamos aproximadamente al 50% de apoyo privado, cuando lo que se considera adecuado es del 66%: que las dos terceras partes fuesen financiación privada y la tercera parte pública. En casos como el actual, el capital público se hace clave, y debería aumentar para cubrir el otro 50%. Además de superar las muchas trabas burocráticas que hoy se ponen a este trabajo.

¿Cómo debería afrontar el futuro el investigador recién licenciado?

Todos hemos padecido la crisis, pero los que más la están sufriendo son los jóvenes. De hecho, hay muchos que ya no quieren dedicarse a la investigación porque no ven futuro en ella. Y hasta hace muy poco, los que hicieron el doctorado o incluso una estancia posdoctoral, se encontraban sin posibilidades de alcanzar una plaza estable porque durante años la tasa de reposición ha sido solo del 10%. En el CSIC se jubilaban cien y se reponían solo diez plazas para toda España. Algo realmente ridículo. Ahora esa tasa ya es del 100%, se va paliando, pero existe un atasco enorme. A pesar de todo, soy una mujer muy optimista, y espero que todo se vaya encauzando.