La confianza es un concepto antiguo, pero es la base de cualquier relación exitosa. Podríamos decir que la confianza la ejercitamos a todas horas y todos los días en otros aspectos de nuestra vida. Compramos verduras orgánicas porque confiamos en que esos productos serán mejores para nuestra salud o elegimos un determinado banco porque confiamos en que los servicios que nos ofrecen serán los mejores para nuestra situación. Pero cuando se trata de los negocios propios, muchos líderes fallan a la hora de asignar un valor que genere confianza. La idea más generalizada es que la confianza es importante, pero no es algo urgente, sobre todo en momentos de bajos presupuestos, escasez de talento o malas condiciones del mercado.
En los últimos años, PwC ha estado investigando todo lo referente a la cuestión. Para muchas personas, la confianza se podría resumir en tres elementos clave: Competencia, experiencia y valores. La gente espera que las empresas sean fiables y transparentes. Que sean sensibles y escuchen a su público y que respondan a unas necesidades. Si todo esto se cumple, se ganarán la lealtad del cliente.
Mencionando el Proyecto de Ecuación de Rendimiento del Foro Económico Mundial, la confianza impulsa del 22% al 44% la lealtad del cliente en general. La investigación muestra que las organizaciones con clientes fieles tienen el doble de probabilidades de superar las previsiones de los analistas financieros. Luego están sus empleados, a menudo su activo más preciado. En la clasificación de “los 100 mejores lugares para trabajar” de la revista Fortune, las empresas con una calificación más alta fueron las que generaron más confianza en sus empleados, experimentando hasta un 50% menos de rotación de personal que sus competidores.
Los pasos para crear confianza son simples, pero son los mismos tanto para la vida personal como profesional. En primer lugar, hay que comportarse de una manera digna de confianza, de manera coherente. En segundo lugar, tenemos que escuchar a todo el mundo, no solo a los grupos que nos interesen. En tercer lugar, debemos tener claro el tipo de valores que nuestra organización propugna.
Es cierto que el clima actual presenta una falta de fe en las instituciones, pero tal y como señala Nair, “hay un deseo profundo en todos nosotros para poder poner nuestra fe en algo”.