Las personas muy perfeccionistas normalmente crean un ambiente donde, al parecer, nadie actúa correctamente y nadie puede ganar. Lo justifican diciendo que “siempre hay lugar para mejorar”. Al aplicar el perfeccionismo a una relación, aparecen unas expectativas y estándares que pueden generar estrés. Cuando nuestra noción de valor depende de actuar correctamente, puede ser a expensas de la dignidad de alguien, porque insistimos en que los demás han fallado.
El perfeccionismo empuja a las personas a centrarse más en lo que aparentan que en lo que hacen. Evidentemente, si te estás vendiendo tienes que preocuparte por tu buena apariencia. Pero hay un punto donde la simple honestidad y la autenticidad vale más de lo que pensamos. Además, muchos perfeccionistas asocian el error al fracaso. ¿Estás dispuesto a aprender de tus errores? Entonces, cámbiale el significado al fracaso. Retrata tus debilidades y piensa: “Yo no puedo hacer ciertas cosas, pero estoy dispuesto a aprender, dispuesto a delegar y dispuesto a cometer errores en el camino”. Eso demuestra que entiendes que no puedes ser perfecto, pero que lo puedes hacer mejor.