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The Exploration Company acelera para convertirse en el SpaceX europeo, mientras prepara su mayor ronda de financiación

La compañía calcula que el mercado accesible del “transporte de exploración” alcanzará los 35.000 millones de dólares en la próxima década, impulsado en parte por las nuevas estaciones espaciales comerciales que deberían surgir tras el retiro de la ISS.

Europa lleva años observando cómo SpaceX redefine el negocio espacial, desde el lanzamiento de satélites hasta el transporte orbital. Hoy, por primera vez, una startup del Viejo Continente parece dispuesta a disputar ese terreno. The Exploration Company firma franco-alemana fundada en 2021 por la exdirectiva de Airbus Hélène Huby, prepara una ronda de financiación que superará ampliamente los 160 millones de dólares captados el año pasado. Y esta vez, la magnitud del levantamiento apunta a una ambición mayor: liderar la nueva cadena de transporte espacial europeo.

Una apuesta estratégica para la soberanía espacial

El corazón del proyecto es Nyx, una cápsula reutilizable diseñada para transportar carga a la órbita baja y abastecer a la Estación Espacial Internacional (ISS). El objetivo inmediato es demostrar que Europa puede disponer de un sistema de transporte propio, competitivo y operado con una mentalidad ágil, más cercana al sector tecnológico que a la industria aeroespacial tradicional.

Huby lo resume en un mensaje contundente: “Europa necesita controlar toda la cadena del transporte espacial si quiere ser relevante en la próxima década.”
Desde cápsulas de carga hasta módulos lunares, desarrollados en alianza con Emiratos Árabes Unidos, la compañía quiere posicionarse en todos los eslabones críticos. El movimiento no pasa desapercibido. La Agencia Espacial Europea (ESA) abrió en 2023 un concurso para desarrollar cápsulas capaces de realizar servicios de carga y evolucionar hacia misiones tripuladas. En esa carrera, The Exploration Company se enfrenta a Thales Alenia Space, un titán con décadas de experiencia en módulos presurizados y colaborador habitual de la NASA.

Aunque el pedigree industrial favorece a Thales Alenia, muchos dentro del sector señalan la agilidad y velocidad de ejecución de la startup como factores decisivos. En apenas cuatro años, la empresa ha pasado de concepto a demostrador funcional y ya ha cumplido la mitad de los hitos técnicos previstos para su cápsula.

La gran ronda: motor propio y salto industrial

Mientras la ronda previa se destinó al desarrollo de la cápsula, la nueva inyección de capital financiará un proyecto clave: un motor de alto empuje reutilizable, pieza indispensable para reducir costes y competir globalmente. La compañía aspira a combinar capital privado con fondos públicos europeos, un modelo que busca replicar a escala europea el esquema de colaboración que permitió a SpaceX crecer bajo contratos de la NASA.

El interés de defensa y el efecto “dual-use”

El auge de la inversión en tecnologías espaciales con aplicaciones defensivas ha jugado a favor de The Exploration Company. Inversores como Plural destacan que una cápsula capaz de acoplarse con precisión milimétrica a un objeto en órbita abre la puerta a usos militares de inspección, protección o neutralización de satélites. Esa versatilidad aumenta el atractivo de la empresa, valorada recientemente en alrededor de 500 millones de dólares.

La compañía calcula que el mercado accesible del “transporte de exploración” alcanzará los 35.000 millones de dólares en la próxima década, impulsado en parte por las nuevas estaciones espaciales comerciales que deberían surgir tras el retiro de la ISS. Pero no todos comparten ese optimismo. Analistas del sector advierten que la NASA ha recortado necesidades y presupuestos, lo que podría ralentizar el crecimiento del mercado de estaciones privadas. Para The Exploration Company, esto implica un reto: la demanda futura dependerá de que existan destinos comerciales viables en órbita.

¿El primer SpaceX europeo?

Lo que distingue a la startup no es solo su tecnología, sino su filosofía. A diferencia de otros proyectos europeos, que suelen depender de decisiones políticas centralizadas, The Exploration Company fue concebida con un enfoque empresarial: primero construir el producto, luego atraer a los gobiernos.

Esa estrategia ha obligado a la industria europea a repensar su tiempo de respuesta y su tolerancia al riesgo. Funcionarios del sector reconocen que la empresa podría marcar un punto de inflexión, demostrando que Europa también puede generar compañías espaciales competitivas globalmente y capaces de escalar con rapidez.

La ESA evalúa financiar una misión de demostración de alrededor de 250 millones de euros. Obtener ese contrato supondría validar la propuesta de la startup y acelerar su industrialización. Perderlo implicaría buscar más capital privado en un entorno económico exigente. Por ahora, The Exploration Company sigue avanzando con un objetivo claro: convertirse en el nuevo referente europeo del transporte orbital y, eventualmente, del transporte lunar.

Si lo logra, Europa habrá dado un salto estratégico largamente esperado. Y si no, habrá demostrado al menos que las startups del continente pueden imaginar a lo grande y competir por ello, en una industria donde solo unos pocos se atreven a jugar.

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