La principal teleco de nuestro país, Telefónica, ha sido la primera en sufrir los efectos del empeño antifusiones de Vestager. La operadora vio frustrada el 30 de octubre la venta de O2, su filial británica, a la china Hutchinson. La razón del veto es que la compañía compradora ya estaba presente en el mercado británico y Bruselas teme que los tres grupos que queden en el sector tras la concentración suban precios.
La doctrina Vestager contrasta con la de Almunia, que autorizó fusiones en Austria, Irlanda y Alemania pese a que el número de operadoras resultantes tras las operaciones se redujo a tres en estos países. No piensa así la nueva comisaria. “Los análisis muestran que la reducción de cuatro a tres operadores en un país puede llevar a una subida de precios, pero no a un incremento de la inversión”, apunta.
Su principal argumento es que en Europa tienen presencia 35 operadores, de los cuales cuatro copan el 60% del mercado comunitario. En EEUU, por su parte, se reparten el pastel 90 empresas, cuatro de ellos con redes nacionales. Telefónica no ha sido la única damnificada por la política de Vestager. En Dinamarca la comisaria vetó la fusión de Telenor y TeliaSonera. La razón, la misma. Evitar que el mercado se redujera a tres operadores.